Tony Ronald tuvo en su juventud una vida aventurera. Con quince años entró a formar parte de un coro con el que recorrió Holanda, su país. Luego se enroló en un barco, donde permanecería cuatro años en labores de pinche de cocina. Con los primeros florines que ganó se hizo con una guitarra, con la que practicaba en sus ratos libres aprendiéndose canciones americanas de rock and roll.
Cierto día llegó a Barcelona, le atrajo la ciudad y decidió rescindir su contrato de marinero. En el puerto barcelonés descargaba mercancías. Algunas noches se iba a Casa Quimet, un local de aficionados, donde interpretaba en inglés los éxitos del momento de Elvis Presley, Cliff Richard y otros ídolos de aquellos años, finales de los 50. Desfiló por las emisoras barcelonesas. Con un vasco, José Luis Bolívar, fundó el dúo Kroner´s, grabando sus primeros discos. Tony cantaba bien en inglés, se defendía en francés e iba farfullando el castellano, hasta que pudo dominarlo, y que siempre cultivó con un marcado acento catalán, dado que su residencia siempre la tuvo en Cataluña, donde ahora le ha sorprendido la muerte.
Más adelante formó un nuevo dúo con su compatriota Charley Kurt. Se hacían llamar por sus nombres de pila. Este Charley acabaría dejando a Tony, para unirse artísticamente a su hermano Johnny, quienes popularizarían La yenka. Entretanto, Tony Ronald reclutó a otros músicos, creando unos nuevos Kroner´s, cuarteto que se mantuvo hasta 1968, muy conocido entre la juventud catalana.
Existe una interesante discografía de este periodo, con temas como Do you remember?, Why o Summertime. En adelante, convertido en cantante solista, alternó con su faceta de productor discográfico y ocasionalmente de autor. Así, por ejemplo, en 1970 descubrió en unas fiestas mayores a un desconocido grupo que llamó su atención. Eran teloneros y acabaron siendo Los Diablos, que lograron un indiscutible número 1 con Un rayo de sol gracias al empuje de Tony Ronald, quien por su parte también se aupó a las listas de éxitos con una marcha pegadiza, Help! que lo colocó en la vanguardia del pop español a partir de 1971.
Fui afortunado testigo de su triunfo en el Festival de la Canción de Puerto de la Cruz aquel año. En la siguiente temporada también dio en la diana con Dejaré la llave en mi puerta. Y en 1973 con Lady Banana.
Desde entonces mantuvo su carisma de excelente intérprete, ya alejado del rock and roll de su primera época y más dedicado a las baladas pop, unas rítmicas y alegres y otras más lentas y románticas. En cualquier caso, siempre cautivando con su excelente voz, potente y bien modulada.
No abandonó su interesante faceta de productor discográfico, colaborando en lanzamientos de gente tan dispar como Los Amaya de Vete, Dyango, Nubes Grises, Miguel Gallardo... Para entonces, entre la década de los 70 y los 80 Tony estaba totalmente integrado en nuestra música y sabía los resortes para que triunfaran artistas como los citados en primer lugar, gitanos rumberos. Una música que no le era ajena, pese a su cultura holandesa y anglosajona, el folclore español. Sabía elegir los arreglos precisos en cada momento.
Con el paso del tiempo se adaptó perfectamente a las nuevas tendencias y fue asimismo eficaz impulsor de la moda revival de los míticos años 60, formando un dinámico espectáculo junto a sus queridos amigos y compañeros Karina, Lorenzo Santamaría, Mike Kennedy, Micky y en posteriores formaciones con Encarnita Polo, Betty Misiego, José María Guzmán y otros nombres del mejor pop.
Vivía feliz en la costa del Maresme catalán, junto a su esposa, la española Mariló y sus hijos, Natalia y los gemelos Sergio y Patricia. Tenía un carácter afable, muy cortés, se sentía muy a gusto en España y en justa correspondencia fue muy querido por quienes lo conocimos. Se nos ha ido, sin lugar a dudas, una de las grandes figuras del pop.