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Las dos versiones del suicidio de Brian Epstein

Los “porqués” de su dramática decisión, ahora que se cumplen 50 años del suicido de Brian Epstein.

Los “porqués” de su dramática decisión, ahora que se cumplen 50 años del suicido de Brian Epstein.
Brian Epstein | Archivo

Era el 27 de agosto de 1967 cuando, con sólo treinta y dos años de vida, Brian Epstein fue encontrado muerto en su domicilio londinense. El descubridor de Los Beatles había ingerido una potente dosis de barbitúricos. Se cuestionó que la causa de su fallecimiento fuera suicidio. Pero no es raro pensar que quien, sea o no drogadicto habitual, y se toma una cantidad excesiva de estupefacientes no lo haga precisamente para irse voluntariamente de este mundo. Ahora bien: ¿por qué un hombre tan importante en el mundo de la música, rico, famoso, bien considerado en su círculo de amistades, tomó esa dramática decisión? Hay dos versiones, completamente ajenas una a la otra, en las que pudiera estar la clave de tal interrogante.

Brian Epstein había dejado de ser "mánager" de Los Beatles justo tres años antes de que los conocidos como Fab Four, optaran por disolver el cuarteto en 1970. Tras la grabación de "Sgt. Pepper´s lonely hearts club band", en 1967, sobre todo Paul McCartney, el grupo más famoso del mundo había enloquecido de éxito. Consumían drogas, aunque con cierta prudencia; se tomaron muy en serio las experiencias alucinógenas como asimismo las enseñanzas de un gurú indío, un maharishi al que en particular George Harrison visitaba a menudo, influencia que llegó a sus compañeros. A John Lennon le interesaba ese mundo igualmente. Total: Brian Epstein ya no podía controlar las vidas de sus pupilos, siquiera en asuntos profesionales. Y como Paul, gallito del conjunto, llegó a decir que no les era necesario para continuar siendo su "mánager" y que él mismo se haría cargo de los contratos y de revisar los proyectos de Los Beatles, Epstein, herido en su orgullo, al verse preterido, no quiso hacer uso de documentos firmados con los cuatro muchachos de Liverpool aupados hacía tiempo a la fama gracias a sus servicios. Y se quitó de en medio…

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Cuando Los Beatles se enteraron de la muerte de Brian Epstein, aun lógicamente afectados, convocaron una rueda de prensa, donde primero, al creer que no se había suicidado y simplemente muriera por una sobredosis, manifestaron cierto alivio. Lo cual no deja de ser sorprendente. Y después, Paul McCartney tomó la delantera a sus tres colegas anunciando que en adelante no habría problemas, porque no necesitaban representante alguno. Ellos se servían para tal papel. Al fin y al cabo eran entonces los números 1 del pop mundial, por más que sus eternos rivales, Los Rolling Stones, estuvieran también cerca de la cima. Y con "Magical Mistery Tour", su siguiente álbum demostraron que, efectivamente, se valían por sí mismos. Lo que sus millones de "fans" desconocían es que en el cuarteto ya existían frecuentes disensiones. Se pensó muchas veces que John Lennon, por su indiscutible personalidad y talento fue el causante de la ruptura de Los Beatles, en gran parte azuzado por Yoko Ono, su compañera. No diría yo que ello fuera así. Lo que era menos público sucedía alrededor de un endiosado Paul McCartney, que trataba de dirigir el cuarteto, imponiendo canciones, producción de discos, giras y hasta corrigiendo a George cómo debía tocar la guitarra o al bondadoso Ringo con su batería. Lo cierto, como es harto sabido, es que en 1970 ya no hubo vuelta atrás en su deseo de disolver Los Beatles. Y cada uno se fue por su lado. Lennon alumbró tal vez la mejor balada de los últimos cincuenta años: "Imagine". Tuvo una muerte absurda. Paul es quien siguió su camino musical hasta nuestros días. George no encontró la suerte como solista y murió tempranamente. Ringo Starr ya no supo qué hacer en la música, por mucho que lo intentara.

Y atrás, quedaba la muerte tres años antes de Brian Epstein. Además de la gran desilusión que le causara ser poco menos que rechazado como "mánager" de Los Beatles, otra razón lo atormentaba: era homosexual, lo habían encarcelado una vez por esa condición, aún en Gran Bretaña no habían despenalizado la relación entre personas de un mismo sexo, sentíase obsesionado por ello. Sin pareja estable, como un lobo solitario. Triste, abatido en unas horas profesionales bajísimas, aunque pudiera mantener su oficina con otros artistas que representaba también de rango internacional. Pero Los Beatles habían sido su gran creación desde que los descubriera, con la llegada de la década de los 60 en The Cavern, la sala donde empezaron aquellos chicos de Liverpool. Y él los había encumbrado. Hasta fue corrigiéndoles no sólo defectos profesionales, sino de tipo personal, como el modo de tratar a los periodistas, la forma de comportarse ante personajes regios o muy distinguidos, incluso la manera de usar correctamente cuchillo y tenedor. Los Beatles llegaron a estar hartos de periodistas chismosos y Brian Epstein ejerció de pared aguantando las críticas de los medios, reduciendo las ruedas de prensa y entrevistas personales con los reporteros para contentar a sus chicos. No fue suficiente.

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Era un hombre culto. En sus años juveniles quiso ser actor, matriculándose en la Escuela de Arte Dramático de Londres. Se cansó, decidiendo ser propietario de una agencia de espectáculos. En esa faceta fue cuando descubrió a Los Beatles. Elegante en el trato, muy educado, lo conoció en Sevilla el comentarista musical José Luis Álvarez, director-propietario de la revista Fonorama, pionera en España en los años 60, cuando nacía el pop en nuestro país. Influyó cerca de Epstein para que Los Beatles accedieran a actuar en Madrid y Barcelona, el 2 y 3 de julio de 1965, respectivamente. Volvieron a encontrarse en la capital de España y mi amigo José Luis junto a un colaborador de su revista fueron los únicos realmente en entrevistarlos en la "suite" que ocuparon en el hotel Fénix, de la madrileña plaza de Colón. Estuvieron con ellos un par de horas. La rueda de prensa para los medios nacionales fue un desastre. Parece que a nuestros colegas de entonces sólo les preocupara el abundante cabello de Los Beatles, a quiénes calificaban de melenudos, sin importarles su música; cuando era el grupo que había revolucionado a la juventud mundial.

El citado Álvarez me contó que en Sevilla estuvo en un club con Epstein, quien apareció esa noche maquillado como una "starlette", con rímel en los ojos y los labios pintados. No había duda de su condición sexual. Y eso no podía disimularlo. Queda dicho que los desprecios que por ello recibía en parte de su entorno londinense y el desdén de Paul, John, George y Ringo en el principio del ocaso de la carrera del grupo, determinaron el dramático final de aquel "gentleman" que había descubierto un día al que fue el más importante conjunto pop del último medio siglo. El tiempo transcurrido desde que Brian Epstein se sintió ya inútil y sin ganas de continuar viviendo.

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