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Carta de amor

Chispa

Roco, un bellísimo Lobo de Sarloos de mirada penetrante, poderoso, trajeado con lustroso pelo negro, gris y blanco, fue el can que cubrió a tu madre.

Carta de amor: "Chispa"

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Dio a luz a cinco cachorritos, a saber, cuál de los cinco era más fuerte y precioso. Eráis tan hermosos que cuando dimos la voz de regalo, antes de terminar el día, te habías quedado solo.

Te busqué un amiguito para jugar. No sabes la grandísima alegría que despertaste en tu nueva amistad y lo feliz que lo hacías. Por el nervio, por lo ágil, por la rapidez cual centella en los movimientos, te bauticé con el nombre de "Chispa" y cuando llevaba a tu amiguito al parvulario me decía: "Papá ¿Cuándo vamos a ver a "Chispa". "El sábado. El sábado que no tienes cole, te llevaré".

Capitaneabas la seguridad de la empresa recorriendo la explanada bajo la atenta mirada de tu madre. Tu diligente instinto era inequívoco. Antes de nuestra llegada, a mucha distancia ya nos reconocías. Tus manitas apoyadas en la verja saludaban y esperaban con ansiedad el abrazo.

Papá,¡¡socorro!! ¡Chispa me empuja, me tira! Revolcados por el suelo, entre carantoñas y caricias, entre carrera y carrera, entre juegos y risas la felicidad nos embriagaba mientras las horas transcurrían. La media mañana se iba en un plis, plás. Luego venia la inevitable despedida hasta el próximo sábado.

 Como un desangelado hachazo cortante y frio fue la sensación que tuve aquella mañana de lunes al advertir la ausencia de tu recibimiento y la noticia de que habías desaparecido. Pensé en ti, pensé en mi hijo, me enfurecí, maldije. "¿¡Papá, por qué no puedo jugar con "Chispa"?!" Una mala persona se lo ha llevado, hijo ¡No llores cariño!"

Atado a un algarrobo te encontré semanas después. Demacrado, irreconocible, implorando una caricia, dabas tanta pena que dudé de ti. Reflejabas tristeza. Un gitanito te custodiaba y una bruja vestida de negro y con malas pulgas decía:"¡¿Qué, es de raza verdad? Por eso te importa!". No supe reaccionar. Estaba en territorio hostil y ante muchos ojos expectantes. Primó la cobardía, la comodidad, transigí, resignado y sin riña te abandoné, aún no sé a qué suerte. Sí, así lo recuerda mi conciencia.

Porque me hiciste feliz, porque sufrí por ti, porque prometí no encariñarme nunca más, porque me avergüenzo, porque supone un gran esfuerzo dirigirme a ti, por tu lealtad, por tu fidelidad, te escribo estas líneas, perrito del alma. Y quiero que sepas que:"aunque no sea digno de ti, no te olvido..."

Vicente Ibáñez 

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