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Cartas de amor

Cuatrocientos metros lisos

El día transcurría normalmente, se trataba de un Jueves como cualquier otro, a no ser por la luz espectacular del mediodía un mes de abril...

Carta de amor: "Cuatrocientos metros listos"

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Saqué mi bolsa del maletero del coche y me encamine hacia la pista. Todo transcurría de la manera en la que normalmente lo hacía. Ya en la pista empece a colocarme las zapatillas, no estaba solo pues esta afición es compartida. 

A mi alrededor la gente hablaba y comentaba sobre sus cosas, como ocurría siempre y como ocurría siempre, no prestaba mucha atención a nada de ello. Pero paso algo en ese instante que me dejo algo aturdido: sobresaliendo del murmullo general, escuche una risa que me hizo retirar la vista de una rubia esplendida que se encontraba justo a mi lado para buscar de dónde provenía el sonido que instintivamente hizo girar mi cabeza. Allí estaba. Su risa me hizo dar con ella fácilmente y me llegué a preguntar qué tenía de especial, porque el corazón se me disparó como hacía mucho que no sucedía. Su aspecto me pareció familiar y sin haberla visto jamás me envolvieron recuerdos ocultos de vidas pasadas.

Me dispuse a comenzar mi carrera, pero mi corazón me pedía que la esperara a ella, y así sucedió: a diez metros de mí corría lentamente, su figura, su respiración y su perfume hacían que mis zancadas fueran pesadas y descompasadas con mi forma de respirar.

Los primeros cien metros transcurrieron pensando qué brujería sería esa que me hacía sentir sensaciones casi adolescentes perdidas en el recuerdo.

Llegando a los doscientos metros mi cerebro urdía mil formas para intentar entablar contacto con esa linda mujer que el destino me había puesto allí, a menos de cinco metros. En los trescientos casi podía rozarla. Mis piernas parecían temblar al llegar a los cuatrocientos, consiguiendo hacerme tropezar con ella y rodar ambos por el césped húmedo y verde.

Notaba su cuerpo pegado al mío, su respiración en mi rostro, sus ojos clavados en los míos y sus manos colocadas en mi pecho... cuando su risa estalló de repente, y mirándome de una manera amable y feliz me pregunto: ¿cómo estás? Le contesté sin pensar: sin lugar a dudas, mejor que en toda mi vida. 

¿Quién es capaz de decir que el atletismo levanta pocas pasiones?

Manu 

En Chic

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