
Esta semana no he parado. Entre la entrega de premios Mujer FEARLESS que tendrá lugar mañana, las visitas a galerías, mi gata Cibeles que no se me despega (¿será que también está nostálgica porque se va Modric?) y el desfile de egos con outfit patrocinados que es Madrid en mayo… necesitaba sentarme. Pero no en cualquier sitio. Sentarme bien. Con drama, con arte, con una historia que contar.
Y entonces llegó Roche Bobois con "Cromática", la colección que han lanzado junto a Pedro Almodóvar y Rossy de Palma. Un sofá que no es un sofá, sino un altar pop a nuestras emociones. Porque no hay nada más contemporáneo que estampar un grito de "¡Átame!" sobre terciopelo modular.
La colección se articula en torno a El Deseo Lounge, edición limitada de 50 piezas numeradas. Un patchwork visual que recorre las películas de Pedro como si fuesen estampados de pasarela. Hay piernas, labios, tacones, ojos, recuerdos. Todo con la estética excesiva y perfecta que solo él puede convertir en canon. Y Rossy (siempre Rossy) cual musa gráfica de la locura elegante.
Mientras la moda sigue obsesionada con el normcore, la rutina wellness y las colecciones cápsula con sabor a minimalismo desnatado, Roche Bobois apuesta por lo contrario. Color, intensidad, narrativas. Porque sentarse también es una postura política. Y yo, esta semana, he elegido sentarme sobre Almodóvar.
Eso sí, lo de sentarse no es literal. Yo vivo sin sofá. Y me siento muy orgullosa de ello. Y de no tener tele. Y mientras medio Madrid se rinde al terciopelo, yo estoy entregada a la maderoterapia. Me viene a casa Lorena (con guantes, aceites y unos rodillos de madera que parecen salidos de una película de Haneke) y me deja el cuerpo como si me hubiera pasado un tranvía emocional. Todo en nombre del fit, para alejar el fat. Porque ser mujer hoy es una batalla campal entre el cojín icónico y el moratón en la cartuchera.
Y por si faltaba intensidad estética, esta semana también se celebró la esperada fiesta de El Corte Inglés. Un encuentro de lo más concurrido y diverso, con la flor y nata del nuevo star-system digital. Entre cócteles, focos y estilismos que recorrían desde el lujo clásico al más fresco atrevimiento, quedó claro que Madrid sigue siendo escenario y protagonista.
Hay brunchs que son afters y afters que son reuniones de dirección creativa. Pero ninguna experiencia ha sido tan emocional como ver "Mujeres al borde de un ataque de nervios" convertida en tapicería. Porque esas mujeres somos nosotras. Las que tejemos nuestra neurosis con hilos de alta gama.
Gracias, Pedro. Gracias, Rossy. Y gracias a Gablons—con Vicente Suárez a la cabeza—por recordarnos que la comunicación también puede ser un acto de diseño. Que no hace falta elegir entre estética y emoción. Que se puede vivir al borde, pero con estilo. Aunque sea sin sofá. Y llena de moratones.
