Un ingeniero agrónomo canadiense, Neal Carter, ha invertido 18 años y entre cinco y diez millones de dólares para desarrollar las denominadas "manzanas árticas". Se trata de una variedad transgénica que consigue que la manzana produzca menos polifeno oxidasa (PPO), una enzima que produce el color marrón en la fruta en cuanto entra en contacto con el aire. Es la primera planta transgénica creada por un agricultor, y no por una universidad o una multinacional como Monsanto.
A Carter se le ocurrió la idea en la década de 1990, cuando se descubrió que la enzima PPO era la culpable de la oxidación de la superficie de la manzana. Pensó que si ese problema se resolvía se podrían abrir nuevos mercados para las manzanas, cuyas ventas llevan estancadas desde los 80, merced a la comercialización de fruta ya cortada en gajos que podría durar mucho más en las estanterías de los supermercados y en el frigorífico de casa sin necesidad de conservantes, adoptar nuevas formas para la merienda de los niños o formar parte de ensaladas ya preparadas.
En 1997, Carter montó un pequeño laboratorio para investigar con manzanos. En el 2001, su equipo ya había producido los primeros esquejes capaces de inhibir las PPO, y Carter mordió una manzana no-oxidante de creación propia en 2004, informa MIT Technology Review. Actualmente su empresa cuenta con siete empleados y un huerto de 100.000 árboles frutales de unas 25 hectáreas en el Valle Okanagan de Canadá. El Gobierno norteamericano ha tardado once años, hasta este mes de febrero, en aprobar su comercialización. Y a saber si algún día las permiten en Europa, dado el evidente triunfo de la demagogia anticientífica de los ecologistas contra los organismos genéticamente modificados.
El hecho de no ser propiedad de una malvada multinacional que corrompe todo lo que toca, que es poco más o menos a lo que acaba reduciéndose en muchos casos la oposición a los transgénicos, no ha impedido que las manzanas árticas hayan sufrido campañas en su contra, pagadas por productores de alimentos orgánicos. Entre sus argumentos, que ni productores ni consumidores las quieren, algo que saben de antemano porque... porque... lo saben y ya está.
Pese a la aprobación, no se espera que empiece a comercializarse antes de 2016, y aún entonces será en pequeñas cantidades. Y eso que la empresa de Carter ha decidido abandonar su enfoque y llegar a un acuerdo con una empresa más grande de biotecnología, Intrexon, para poder producir las manzanas árticas y acelerar el proceso.