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El feminismo ahora estudia la "cultura de la violación" en los perros que pasean en los parques

Una doctora en feminismo toquetea a 10.000 perros para estudiar la "cultura de la violación" y la "performatividad queer".

Una doctora en feminismo toquetea a 10.000 perros para estudiar la "cultura de la violación" y la "performatividad queer".
La autora del estudio reconoce sus dificultades en distinguir cuándo un perro montando a una perra es violación. | Flickr/CC/crazyoctopus

Científicos sociales de verdad como Steve Pinker o Jordan Peterson llevan tiempo denunciando que muchas "ciencias sociales", como los estudios de género o los afroamericanos, carecen de ningún tipo de rigor y son poco más que una excusa para fomentar las llamadas políticas de identidad en los campus universitarios. Alan Sokal ya ridiculizó a este tipo de ciencias posmodernas logrando que le publicaran un artículo en la revista científica Social Text titulado "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica" y que no era más que un sinsentido lleno de conceptos altisonantes sin significado ninguno. Pero esa falta de rigor no ha impedido que estos campos hayan florecido e incluso se hayan convertido en el discurso dominante de las élites políticas y académicas.

Es en ese caldo de cultivo en el que hay que entender el artículo "Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad queer en parques urbanos para perros de Portland, Oregon" publicado en la revista Gender, Place & Culture por Helen Wilson, doctora en estudios feministas y principal investigadora de la Iniciativa de Investigación en Desgénero de Portland (o PURI, por sus siglas en inglés).

"Este artículo abarca cuestiones de geografía humana y las geografías de la sexualidad a través de un año de observaciones in situ de perros y sus compañeros humanos en tres parques para perros en Portland, Oregon", explica el sumario del artículo. "El objetivo de esta investigación es desvelar asuntos emergentes en los patrones de comportamiento interactivos de humanos y caninos en parques para perros urbanos para entender mejor la toma de decisiones a-/moral en espacios públicos y desvelar el sesgo y los supuestos emergentes sobre género, raza y sexualidad".

Por si no nos habíamos enterado de qué significa esto, Wilson lo aclara explicando que los parques donde se pasean perros son "placas de Petri para la ‘cultura de la violación’ canina". Obviando que los perros son animales, afirma que los parques "ofrecen una visión muy pública de las formas en que los acompañantes humanos fomentan y promueven sistemas masculinistas de opresión comunal entre especies y en lugares públicos". "En esencia", concluye Wilson, los parques para perros "se convierten en espacios tolerantes con la violación donde la cultura de la violación humana se representa mediante la permisividad moral que extendemos a los animales". Ahí queda eso.

Wilson se pone muy seria al describir el trabajo que le ha llevado todo un año, según dice, lo que seguramente produzca los momentos más hilarantes del artículo. Así, reconoce que por su propia situación "como humana, y no como perro, reconozco mis limitaciones para determinar cuándo un incidente de monta de perros se califica como violación". Así, su trabajo consistió en "sentarse o caminar por el parque, observar, tomar notas, hablar con la gente o inspeccionar a los perros y después irme sin llamar la atención". ¿Y en qué consiste su inspección canina? Pues en "examinar respetuosa pero cercanamente los genitales de un poco menos de 10.000 perros, teniendo cuidado de no producir alarma y marchándome si el perro parecía incómodo". Pese a sus indudables esfuerzos, admite que "puede haber un margen de error significativo en mis observaciones sobre su género en algunos casos"… y no sólo de los perros sino también de sus "acompañantes humanos".

Un año mirando disimuladamente genitales de perros en los parques califica como "ciencia" dentro de los estudios de género. No hay más preguntas, señoría. Desgraciadamente, este tipo de ciencia también ha llegado a las universidades españolas. A partir del próximo curso tanto la Universidad Autónoma de Barcelona como la Complutense de Madrid ofrecerá un "Grado en Estudios de Género" de 3 años de duración.

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