El peregrino en su patria. La amistad
Ay, la amistad nos engrandece. Nos sosiega, aunque otras muchas nos desasosiega, pues que la amistad está siempre en vilo.
No sé cuántas veces he discutido con mis amigos sobre la amistad. A veces son discusiones a cara de perros, sin concesiones a la sensiblería barata, pero no consiguen nuestras pasiones razonadas romper la amistad. He ahí una manera de medir nuestro nivel de civilización. La amistad, sí, siempre nos eleva de nivel. Mis discusiones sobre este tema con los amigos casi siempre terminan con la cita de algún verso, o con la recomendación del título de un libro, o simplemente con un "hasta luego, amigo". Ay, la amistad nos engrandece. Nos sosiega, aunque otras muchas nos desasosiega, pues que la amistad está siempre en vilo. Es menester su cultivo. El paseo hasta El Retiro que daban cotidianamente Pío Baroja y Azorín, aunque nada se dijesen, es un modelo de renovación de afectos como pueda serlo ir a desayunar los sábados con una panda de locos al lado de la Cuesta Moyano.
Mil son las formas de cultivar las relaciones de amistad. Hoy me ha llamado por teléfono un amigo, un apasionado por los libros que se venden en la citada cuesta del ilustre Moyano, y, los domingos, en El Rastro, para que le ayude a buscar un par de textos sobre Giner de los Ríos, después de haberse pegado un viaje en balde hasta la sede de la Institución Libre de Enseñanza, sita en la calle Martínez Campos, la biblioteca estaba cerrada y él no maneja la Internet. Él sólo sabe, y sabe mucho, de libros y revistas de papel. Mal asunto en estos tiempos es no moverse bien con el invento. Tampoco yo soy muy ducho en la cosa digital, pero llamo a otro amigo para que me eche una mano; es un tipo muy formado, lector infatigable y gran escritor, incluso de poemas inolvidables; después de alabarle esas cualidades, me contesta con una risa: "Déjate de rollos, yo no soy un tipo muy formado, sólo soy habilidoso, o mejor, mañoso". He ahí la prueba -le contesto- de que eres un tipo muy bien formado, culturalmente hablando; en poco más de tres minutos, sí, obtengo toda la información que le he pedido. Es único mi amigo Pedro. Es un sabio, aunque él no se las da de nada…
Llamo a Pepe, que se pegó la caminata a pleno sol de julio hasta Martínez Campos, y le digo que ya tengo ante mi su encargo y no se lo cree. Sí, sí, aquí está el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, año XXXIX, Madrid, febrero-marzo de 1915, números 659 y 660. Me insiste en que le lea las dos citas que me pidió. Lo que hago al instante. No faltaba más. Antonio Machado escribió un poema para este Boletín, dedicado a su fundador, que no era otro que Francisco Giner de los Ríos, el día de su muerte. Ahí va.
A Francisco Giner de los Ríos
Como se fue el maestro,
la luz de esta mañana
me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?... Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara,
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
Y hacia otra luz más pura
partió el hermanó de la luz del alba,
del sol de los talleres,
el viejo alegre de la vida santa.
... ¡Oh, sí!, llevad, amigos,
su cuerpo a la montaña,
a los azules montes
del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas...
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
También está en este número del Boletín, querido amigo Pepe, tu segunda petición: la bella Elegía pura, escrita por Juan Ramón Jiménez, a la muerte de Giner de los Ríos. Más que prosa lírica, como dicen los filólogos, es una de las muestras de amistad más grande de la literatura española del siglo veinte. He aquí los dos primeros párrafos de El pobre señor ha muerto: "Mis ojos pesados se encuentran, al abrirlos la mañana de febrero, con la ventana sin paisaje, todo yerto el cristal de cruda bruma triste. El pensamiento de la madrugada, interrumpido por el paréntesis vano del breve sueño, halla de nuevo, en el opaco amanecer, su hilo… 'El pobre señor ha muerto', dijo anoche un niño.
¡El pobre señor! ¡Qué bien aquí las palabras! Pobreza señora, con esa señoría cierta que, dándolo todo, de todo se enseñorea, por la rica humildad de su tesoro conocido; que hace señor lo que toca: la estancia austera en que piensa, el paisaje que le da fondo, la cátedra que purifica, el jardín que endulza, la amistad que ennoblece, todo esto que ahora va a ser de nuevo lo que es…".
No sé, ni me importa para qué quiere mi amigo este boletín de la ILE…, ya me lo dirá, si quiere, pero yo le estaré plenamente agradecido porque, aparte de darme pie para escribir estas líneas, me ha permitido recordar la aportación clave de La Institución Libre de Enseñanza a la la historia de España, según reza en la cabecera de este Boletín: "La ILE es completamente ajena a todo espíritu de interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor, único responsable de sus doctrinas" (art. 15 de los Estatutos). Fantástico ideal. Muchos de los seguidores de boquilla de la ILE, o sea la izquierdona española, han conseguido arruinar el ideal de Giner de los Ríos: la autonomía del conocimiento respecto del poder. ¿O acaso no está controlada la conciencia del profesor por la "dictadura progresista" actual que ha conseguido destruir casi por completo la universidad española?, ¿o es acaso falso que la sabiduría, el conocimiento, en España es cada día más dependiente de lo que dicta el poder político?, ¿acaso hay un grado más bajo de independencia del conocimiento en algún otro país de Europa que el español?
Sí, buena parte de nuestros males, proceden de la manipulación de los ideales de la ILE, aunque hay una tesis mucho más radical que la mía, y que a veces, falso sería negarlo, estoy tentado de suscribir. Se la debo a mi buen amigo José María Marco, quien en su brillante biografía sobre Giner de los Ríos, mantiene que los males de España, especialmente los que nos ha traído la izquierdona totalitaria, proceden cuasi directamente de la ILE. Es dura la tesis, pero tiene un gran contenido de verdad. Sin embargo, yo sigo defendiendo mis viejas tesis del pasado. Hemos de salvar a Ginés de los Ríos, como a otros muchos españoles del pasado, del anatema. Deberíamos huir como de la peste de cualquier proceso de anatemización de nuestros más ilustres hombres del pasado. O sea me ratifico en lo dicho en 2004: tiendo a rescatar al Giner heterodoxo, pero español, de Menéndez Pelayo, "hombre honradísimo por otra parte, sectario convencido y de buena fe, especie de ninfa Egeria de nuestros legisladores de Instrucción Pública, muy fuerte en pedagogía y en el método intuitivo y partidario de la escuela laica." Tampoco me disgusta el Giner de Alfonso Reyes: el hombre que no paraba de exclamar en tono místico, o sea, al modo español y teresiano "por Dios, por Dios". El hombre que le enseñó dos o tres conquistas a las nuevas generaciones. A saber, "en la política, sustitución de la listeza por la honradez; en la ciencia, sustitución de la fantasía por la exactitud; en el trato humano, abolición de lo público teatral". ¿O quizá esas virtudes no forman parte de la cultura hispánica? Y nunca olvidaré el Giner de Ortega, fiel representante de los españoles que han soñado con la imagen de una España europea, que se pasó la vida dando razones aunque nadie le hiciera caso, pero que nunca ha dejado de ser un yacimiento de entusiasmo para el perfeccionamiento de los españoles. Un individuo ejemplar para construir con humildad y trabajo una patria, España.
En fin, queridos lectores, no dejen de cultivar sus amistades por su propio bien y el de España. Al fin, Jorge Guillen, poeta grandioso y culto, tenía toda la razón: Los Amigos.
Nadie más. El resto es selva.
¡Humanos, libres, lentamente ociosos!
Un amor que no jura ni promete
Reunirá a unos hombres en el aire,
Con el aire salvándose. Palabras
Quieren, sólo palabras y una orilla:
Esos recodos verdes frente al verde
Sereno, claro, general del río.
¡Cómo resbalarán sobre las horas
La vacación, el alma, los tesoros!
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