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Pedro de Tena

¿Qué le pasa a la derecha española?

Ante este desolador panorama, sólo algunas voces de políticos de entidad claman en este desierto del sentido común nacional.

Europa Press

Soy uno de los que sufren de melancolía aguda ante la incapacidad manifiesta de la derecha española para liderar un proyecto nacional digno de ser votado. Hay destellos que muestran la contribución con que podría iluminar el futuro, pero no pasan de ahí. Sí, hay fulgores ocasionales e intermitentes que no permiten albergar la esperanza fundada en su voluntad de articular un proyecto de cambio profundo de la democracia española para devolverla al espíritu de la Transición, esta vez con realismo y determinación.

La cosa es bien sencilla. O lo consigue, para lo cual primero ha de proponerse, o no sólo estará en peligro el modelo convivencial aportado por el impulso constitucional, el único consensuado de nuestra Historia, sino que se impondrá la parodia guerracivilista que nos está consumiendo como nación en los últimos veinticinco años. Si a ello le unimos el inconfundible hedor a cloaca y a mafia que se extiende por el país, comprenderemos que lo que está en juego es la nación misma, esa experiencia vital anterior al Estado y a sus instituciones.

Escuchábamos hace unos días a Cayetana Álvarez de Toledo, una de las lúcidas defensoras de la España en libertad, clamar contra el envilecimiento que ha supuesto el pacto de Pedro Sánchez con Bildu, continuación del acuerdo de Zapatero con Otegui ya en los primeros años del siglo XXI, consecuencia, a su vez, del pacto de Estella y luego del Tinell, ambos derivados de la reacción patriótica y moral suscitada por el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997. Fue aquella reacción española contra los nacionalismos lo que se trató de sepultar.

Es evidente que se consiguió apagar la pasión ética y el ardor intelectual de una gran mayoría de la nación, trampeada por métodos burocrático-políticos que dieron paso a la alianza que necesitaba el nuevo Frente Popular –un PSOE con amnesia de sus historia reciente y remota, un PCE blanqueado por IU, un nuevo comunismo woke sin escrúpulos y los nacionalistas vascos y catalanes, con sus herencias racistas, supremacistas y terroristas—, continuador de aquel que perdió la guerra que animó a desencadenar.

Se comprometía la portavoz popular ante una de las víctimas de ETA a que "mi grupo parlamentario asume hoy con usted y con todas las víctimas de ETA un compromiso solemne: no solo vamos a impulsar reformas legales para que cese este festival de humillantes homenajes a terroristas, para que las víctimas puedan recurrir terceros grados, para que ningún preso de ETA pueda acceder a beneficios sin colaboración, para que ningún niño español crezca sin saber lo que pasó; también vamos a movilizar los enormes recursos del Estado y de la sociedad para esclarecer uno por uno todos los crímenes de ETA" .

El problema es que la derecha, el centroderecha (una denominación propiciada por los "eternos complejos", dice Esperanza Aguirre en su último libro Una liberal en política, del que trataremos ampliamente a continuación) o el magma liberal conservador español, ya ganó unas elecciones en 2011, obteniendo una mayoría absolutísima en Congreso y Senado, en casi todas las Comunidades Autónomas y en casi todos los Ayuntamientos relevantes de la Nación.

Sin embargo, con todo ese poder, sólo se atendió la gestión de la economía, dejando la canción (diría León Felipe) ideológica y moral en manos de esa alianza contra la convivencia nacional que apuntilló a un PP desgarrado en tres (con Vox y Ciudadanos) en una moción de censura inenarrable consentida por una cúpula política que prefirió la entronización de un Sánchez cuyo peligro para la democracia había sido advertido por su propio partido, a la convocatoria de unas elecciones clarificadoras.

¿Qué puede esperarse de este ya deteriorado PP que ha pasado de lograr la unidad política de la derecha a su desmembramiento ("el que se quiera ir al partido liberal o al partido conservador, que se vaya"), y de la promesa de la reconstitución nacional con una coherencia esencial a una decepción sistemática de su aparato, envuelto en corruptelas, escándalos políticos, persecuciones internas y abandonos vergonzosos de su propio credo?

¿Qué ilusión puede generar este engranaje de intereses y personalismos que insiste en ser el único referente de toda la derecha española cuando es evidente que sólo su cooperación leal y decidida con Vox puede curar la enfermedad ética y política que el sanchismo ha supuesto para todos, incluso para un sector del socialismo español? ¿Qué sordera es esta ante una clamorosa realidad nacional que exige una rectificación urgente?

Y por la otra parte, una vez digeridos por unos y otros los pecios de Ciudadanos y UPyD, ¿quien en Vox escucha la voz de los votantes que pueden dar un giro copernicano a la democracia española? ¿Acaso no perciben su imposibilidad de llegar al 20 por ciento de los apoyos electorales en el más optimista de los casos? ¿Cómo es que se ponen palos en las ruedas a la colaboración con el PP de Feijoo, único eje motor posible del cambio necesario?

Ante este desolador panorama, sólo algunas voces de políticos de entidad claman en este desierto del sentido común nacional. Ya nos hemos referido muchas veces a la más temprana y clarificadora de ellas, la de Jaime Mayor Oreja y su inseparable María San Gil, que desde hace años, señalaron la importancia de la unidad de una alternativa ante el hundimiento moral e institucional de España y el ejercicio continuado de la batalla cultural, la negativa a aceptar la hegemonía intelectual de la izquierda en el Occidente del que somos parte.

Otros discursos se siembran con paciencia, con repercusiones dispares. Además de los puramente intelectuales, ahí están las propuestas y las ideas de la ya mencionada Cayetana Álvarez de Toledo, de Iván Espinosa de los Monteros, de Alejo Vidal-Quadras, de Jorge Buxadé, del propio Santiago Abascal, de Alejandro Fernández y otros, además de las desarrolladas por el Banco de Ideas de FAES y diversos productores de pensamiento político (Think-tanks) liberal-conservadores.

Ahora, caliente aún en las librerías, late un sencillo libro, sin pretensiones teóricas ni intelectuales pero que explica con mucha claridad lo que pasa a la derecha española en su conjunto. Se trata del escrito por la liberal Esperanza Aguirre y que ha titulado Una liberal en política.

En sus páginas repasa su biografía política y la situación de España, pero, sobre todo, dando ejemplo de actitud liberal y sin desmerecer a nadie, sienta lo que a su juicio son los pilares de un proyecto político de la derecha española si quiere enderezar el entuerto franskenstein en que se convertido la realidad nacional desde 2004, y muy especialmente, desde 2018.

España y la libertad

Si la astucia de la izquierda ha sabido disfrazar su "aquí vale todo" y "con todos" con tal de seguir apoltronado y apagando a la España insurrecta que quiere existir con plenitud, la derecha española parece incapaz de encontrar sus señas compartidas de identidad que no puede ser otras que España y la libertad, por encima de legítimas diferencias que la experiencia y los resultados se encargarán de dilucidar.

Según Aguirre, hay que entusiasmar a los españoles hablándoles de España y no callando sobre ella o asumiendo las deformaciones y calumnias extendidas sobre su realidad histórica. La derecha española (todos los grupos políticos de ideología liberal-conservadora como PP, Vox y UPN y todos los ciudadanos conscientes de la gravedad del ataque que sufre la Nación) necesita tener "entre sus objetivos la defensa de España".

La nación española es diferente y anterior al Estado surgido de 1978 y a toda Constitución. Tres mil años de Historia[i] tiene lo que se conoce en el mundo como España, que no es un invento del franquismo como algunos quieren hacer creer o como otros quieren trocear encontrando nacioncitas por todas partes desde una óptica anterior a la formación de las naciones modernas o una añoranza del romanticismo profeudal.

Aguirre, sin pretensiones académicas confesas, reconoce cuatro hitos básicos en nuestro desarrollo histórico nacional que deben ser conocidos por todos los españoles: la romanización la reconquista, el descubrimiento de América (que llama "conquista" y "colonización" sin acierto) y la Segunda República y la Guerra Civil.

Y empieza: "Desde la perspectiva actual, haber sido colonizados por Roma ha sido una de las mayores suertes que hemos tenido los habitantes de aquella Hispania. Y no voy a extenderme demasiado en demostrar algo tan evidente. Pero sí insistiré en la importancia de tres de los factores que nos dieron: la lengua, el derecho y el cristianismo".

Sigue con la Reconquista: "El resultado final es que España siguió siendo romana y cristiana. Además, el freno que los españoles de entonces pusieron a los árabes impidió que continuaran su expansión por el resto de Europa. Permanecer cristiana y no caer en manos del islamismo puede que a algunos les parezca hoy una tragedia, hasta ese punto llega el que podemos llamar su islamoizquierdismo y su estúpida pasión por el multiculturalismo, pero la realidad es que nosotros creemos que fue una suerte, que debemos agradecer a los que entonces lucharon y de lo que podemos sentirnos orgullosos".

Respecto a nuestra empresa americana, "podemos estar orgullosos…de los grandes navegantes —muchos de ellos, vascos—, exploradores, conquistadores, misioneros y simples trabajadores que fueron a América, de la cristianizaron y la incorporaron a la civilización occidental, esa civilización que hoy quieren destruir los enemigos de España, que coinciden con los de Occidente". Hubo abusos, cierto, muchos censurados por los propios españoles de entonces, pero "eso no quita para que el balance de la obra de España en América sea más que positivo".

Y basta ya con la mentira organizada sobre la República y la Guerra Civil: "La Segunda República no fue un régimen idílico, ni mucho menos. Además, los socialistas hicieron todo lo posible para cargárselo, y no hay más que recordar su golpe de 1934 y el asesinato del jefe de la oposición en 1936, que, como provocaciones antidemocráticas, no están nada mal".

"Probablemente, si no hubieran dado el golpe del 34 y hubieran dejado que aquel Gobierno de derechas hubiera agotado su mandato de cuatro años y se hubiera producido la natural alternancia en el poder de toda democracia madura, hoy seguiríamos con un régimen republicano." Pero impulsaron la Guerra Civil que perdieron dando paso a la dictadura de Franco cuyo régimen terminó "suicidándose" en favor de una salida democrática".

Y cierra: "Cuando, tras la muerte de Franco y con el impulso imprescindible del Rey Don Juan Carlos, se pone en marcha la Transición, las llamadas dos Españas iniciaron un proceso conjunto para reencontrarse y para crear un marco en el que nunca se pudieran reproducir los enfrentamientos que habían amargado la vida de los españoles prácticamente desde las Cortes de Cádiz en 1812".

Así fue posible la Transición "que emocionó al mundo entero y que consistía en que nadie quisiera imponer sus objetivos últimos sobre los de los demás. Era un nunca más, unos nunca más enfrentamientos civiles provocados por las pasiones y los errores de políticos que pusieran sus intereses privados por encima de los intereses generales". Y es esto, precisamente esto, lo que el sanchismo está haciendo que salte por los aires.

La libertad

Se ha demostrado con creces que "cuando se ha estrangulado la libertad en nombre de la igualdad, el resultado ha sido siempre la desaparición de la libertad y también de la igualdad. Por el contrario, la experiencia ha demostrado que, cuanta más libertad hay en las sociedades, más riqueza se produce y, consecuentemente, más oportunidades se crean para todo el mundo, de lo que se aprovechan, sobre todo y en primer lugar, las personas más necesitadas y desfavorecidas".

Esperanza Aguirre hace una defensa de las políticas libertarias de Javier Milei que, combinando recursos naturales, libertad, propiedad privada y economía de mercado, está en el camino de conseguir la reversión de una crisis histórica y al inicio de una regeneración económica de calado que puede llevar a Argentina a puestos ya olvidados en la prosperidad internacional que gozó tiempo atrás.

Uno de los símbolos de su éxito, la motosierra, es subrayado por nuestra liberal para señalar el camino de la reducción del aparato del Estado y la necesidad de reformas urgentes en el modo de funcionar de los partidos e incluso en la misma ley electoral española. Uno, las listas cerradas y bloqueadas impiden la floración del talento e instalan oligarquías internas y la otra, sobrerrepresenta a los enemigos de la Nación, por dejarlo ahí.

Para muestra un botón: "Con la Ley Electoral actual estamos cansados de ver cómo un partido con sólo 19.000 votos puede tener un diputado (caso de Teruel Existe en las elecciones de 2019) y otro partido con 970.000 votos sólo consiguió un diputado (caso de Izquierda Unida en 2008)." O el caso de Junts, "que en las últimas elecciones sólo tuvo el 1,6 por ciento del total de los votos emitidos por los españoles, cuenta con siete diputados y, así, está siendo, de facto, el partido que gobierna España".

En la práctica las ideas liberales se concretan haciendo que el dinero de los ciudadanos esté en la mayor parte posible en sus propios bolsillos, porque es suyo. De ahí, las reducciones de impuestos de sucesiones, donaciones y demás tasas vitales y el incremento de la capacidad de elegir todo lo que pueda ser elegido: médico, centro sanitario, centro escolar, horarios comerciales o viviendas rurales asequibles.

La educación, como instrumento esencial de la igualdad de oportunidades, exige esfuerzo, estudio, mérito y respeto por parte de un profesorado que instruya y transmita conocimientos, lejanos a aquellos otros que usan sus funciones para adoctrinar en las propias creencias sin dar opciones de libertad de juicio y de conocimiento a los alumnos. Ni que decir tiene la generalización del conocimiento de idiomas extranjeros en la educación pública.

Las infraestructuras y obras públicas de relieve pueden abordarse mediante la colaboración público-privada. Gracias a ella en Madrid se lograron poner en marcha doce hospitales. "Algunos de ellos son públicos de gestión totalmente privada y otros tienen privado todo lo que no es medicina: mantenimiento, cocina, jardinería, decoración, recepción, atención al público... Al cabo de treinta años, todos revertirán a la Comunidad", pone como ejemplo al lado de la extensión del transporte público que permite disfrutar de más tiempo libre para lo que se quiera.

Por ello, se pregunta: "Teniendo en cuenta todo esto, ¿cuáles tendrían que ser las propuestas políticas concretas que la derecha española debe incluir en sus programas para poder presentarse como la auténtica defensora de la libertad? En un país, España, en el que, por mucho que el Gobierno y sus terminales mediáticas se esfuercen en esconderlo, la libertad —sí, sí, la libertad— está no sólo seriamente amenazada, sino ya realmente muy tocada".

Por ejemplo, la libertad de expresión, amenazada por un gobierno woke y "la disparatada posición de la Unión Europea en relación con ella", aludiendo a las declaraciones del excomisario Thierry Breton acerca del uso de la información y la libertad para influir en las elecciones rumanas y, si hiciera falta, "anular las de Alemania". Al fondo de todo, la Agenda 2030. Y remata con claridad: "Si políticos de derecha como Von der Leyen o Margallo creen en el carácter sobrenatural de la Agenda 2030, no es de extrañar que su influencia esté por todas partes".

En fin, queda mucho en el tintero, pero volvamos a la pregunta inicial. ¿Qué le pasa a la derecha española que muestra una incapacidad enfermiza de erigir –no digamos ya una casa política común—, sino de acordar un programa mínimo compartido con el que despejar el futuro de unas generaciones que van a sufrir las consecuencias de la destrucción deliberada de la nación española?

Tal vez la política ha usurpado ya demasiada libertad a la sociedad civil y a sus actores esenciales y sea el momento de que personas como Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja y otros muchos se sienten juntos alguna vez a pensar cómo se pone en pie lo que necesitamos. ¿No decíamos que la política es el arte de hacer posible lo que es necesario? ¿Ni siquiera con la que está cayendo y con la mafia que se ha instalado en el gobierno de la Nación se puede conseguir?


[i] Se refiere expresamente al libro del catedrático Antonio Domínguez Ortiz, España, tres milenios de Historia.

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