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Javier Santamarta

Un año con Elia

Un año después sigues estando con nosotros. Con tus oyentes. Con tus admiradores. Con los que aprendíamos de ti (y contigo). Con los que te queríamos. Con tu familia.

Elia Rodríguez en una de las emisiones en directo de Es la Mañana de Federico. | Libertad Digital

Querida Elia. Habrá quien diga que debe de haber una errata en el título de esta carta abierta al Cielo (¡qué otro sitio!) a donde te escribo. Pero no. No la hay. Porque una cosa es que aparentemente te hayas marchado con esas prisas tuyas, haciendo repiquetear tus eternos tacones con ritmo marcial, y otra que no hayas estado presente durante este año (¡un año ya!) en que tu voz ronca, grave e irrepetible dejó de sonar de manera puntual en los receptores de radio. En directo. Pues los podcast, inventos que no terminabas de coger el punto (tecnófoba tú), siguen manteniendo tus entrevistas, editoriales, y recomendaciones literarias. ¡De ensayo, por supuesto! No creo que haya salido novela que te termine de hacer cambiar tus gustos de lectura. Y como la lectura lo era todo para ti, qué otro mejor modo que dirigirme a ti que escribiendo. Y recordar este año contigo.

Un año en el que era complicado que todo fuera igual. No puede serlo. Porque nos dejaste con ganas de más directos cada finde. De más entrevistas bravas. De más editoriales valientes. De más recomendaciones literarias de libros que nadie más se atrevía a hacer. Aunque creo que por tertulias al respecto has encontrado enseguida con quien hacerlas. Pues unos meses más tarde te habrás encontrado en ese plano invisible para los mortales, con Antonio Escohotado. Al que en tu programa recibiste a puerta gayola en una charla de las que guardar en esos podcast citados. Que te empitonó creyendo que no le habías leído más que lo tópico, y que acabó buscando las tablas ante ese arte que dominabas como maestra.

Ya ya. No me eches la bronca. ¡El halago debilita! No te cansabas de decirlo. Pero comprende que tu fortaleza está hecha ahora a base de recuerdos, y de quedar demostrado que, tal vez, pocos se te hicieran sinceramente en la medida real de tu valía. ¡No se puede ser guapa e inteligente, oye! Bueno, dejémoslo en resultona. Que luego te me vienes arriba, y más arriba ya va a ser pecado de soberbia. Y soberbios, eso sí, tendrán que ser tus mano a mano con otro con el que te has topado prematuramente. Antonio Gasset. Que ya le habrás dado la turra con su tío el filósofo, del que no creo que sepa más que tú, y con el que habréis hecho un tertulión en un Días de Cine impagable, en lucha entre Fassbinder y Mel Gibson. ¡Lo mismo has llegado hasta a convencerle de que Tom Cruise es un buen actor aunque él lo considerara como el marido de Nicole Kidman como "único dato destacable"! Seguro que hasta has montado ya programa con Mario Camus y Antonio Giménez-Rico, ya que acaban de andar por ahí.

Sólo la muerte de una reina podría solapar con su sombra el recuerdo de que un día quisiste dejarnos.

Y no te podrás quejar. Que te ha llegado para ponerte banda sonora Alec John Such en directo y para ti. Ya sé que sólo era el bajista de Bon Jovi. ¡Pero con las canciones de uno de tus grupos favoritos seguro que algún dueto hacéis! Fijo que habéis animado a Meat Loaf a ponerse al micro, ya que acaba de llegar también. Y es que en este año de septiembre a septiembre, como una temporada de radio, como un curso escolar, muchas cosas han pasado. Incluso que tu legado haya quedado en hechos como el comienzo de ese curso en un lugar especial por una persona aún más especial, a la que ayudaste sin que nadie lo supiera. O como en la continuidad de un programa cultural que demuestra que la gente sí que anhela lo que parece no querer ofrecer desde medios como las televisiones (¡mira que te comía la cámara con lo difícil que es eso de manera natural!) o algunas otras emisoras. Libros, historias, tauromaquia, filosofía… y orgullo castrense. ¡Que también lo sacabas a la primera ocasión y sin complejos! Que bien española siempre te sentiste y bien orgullosa que lo proclamabas.

Querida Elia… hace un año ya que te convertiste, en esas Redes Sociales que odiabas, en la noticia más leída y comentada. ¡Tú convertida en noticia! Algo que va en contra de la deontología de un buen periodista. Pues nunca uno mismo puede ser la noticia. ¡Lo habrías odiado! Pero uno no puede controlar la realidad tozuda de los acontecimientos. De los simples accidentes. Ni el uso espurio de los mismos por miserables. Pero así de injusta es la vida y ante esas injusticias te rebelabas. Si te hubieras dedicado al periodismo político no hubieras dejado que ninguno te hubiera toreado. Creías en la áristos. En el gobierno de los mejores. Y hubieras cargado siempre hasta tu último aliento como si fueras un héroe del regimiento del Alcántara contra la oclocracia, la tiranía y la mediocridad. Una y otra vez sin desfallecer. Porque así eras y seguirás siendo. No se le da el Premio Nacional de Radio a cualquiera. ¡Por algo será! Un año después sigues estando con nosotros. Con tus oyentes. Con tus admiradores. Con los que aprendíamos de ti (y contigo). Con los que te queríamos. Con tu familia. Sólo la muerte de una reina podría solapar con su sombra el recuerdo de que un día quisiste dejarnos. Pero sólo en persona. No se puede ir quien seguirá siendo la reina de la cultura en las ondas. ¡Dios salve a la reina! A Elia Rodríguez, por supuesto. ¡Quién si no!

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