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Fallece Conrado San Martín, el más longevo de los galanes del cine español

Su muerte apenas ha trascendido: casi ningún medio de comunicación importante se ha hecho eco de su desaparición.

Conrado San Martín | Gtres

Tarde, nos hemos enterado del fallecimiento de Conrado San Martín que, a sus noventa y ocho años ostentaba la condición de ser el galán de nuestro cine más veterano. Hace sólo cuatro años intervenía, incluso, en el título que cierra su abundante filmografía, de cerca de ciento treinta largometrajes: un cameo en el filme Vampyres, tal era su enorme entrega a una profesión que, en sus inicios, no era precisamente la que deseaba ejercer. Ha dejado viuda, cinco hijos y muchos nietos. Lamentablemente, su muerte apenas ha trascendido: casi ningún medio de comunicación importante se ha hecho eco de su desaparición.

Nacido en el pueblo abulense de Higuera de las Dueñas en febrero de 1921 iba para perito agrícola, más la guerra civil le impidió seguir esos estudios, Hijo de un terrateniente, por sus condiciones atléticas practicaba boxeo y un compañero de gimnasio lo introdujo de manera circunstancial en el cine: un papelito dando mamporros en Oro vil, de 1941, que está considerada la primera película española del género "del Oeste". A partir de entonces su vida profesional continuaría en el mundo de la pantalla hasta convertirse en 1950 en un cotizado galán gracias a su espléndida interpretación en Apartado de Correos 1001, der Julio Salvador, cinta de corte policíaco que le sirvió de trampolín para su posterior carrera.

Ello le posibilitó tener incluso su propia productora, Laurus Films, con la que financió Lo que nunca muere, una radionovela de éxito llevada al cine, y Sin la sonrisa de Dios, negocio que le fue adverso perdiendo en el envite un millón de pesetas de la época, cifra importante. Su popularidad no decayó pese a tal desliz y era de las figuras de nuestra cinematografía que más admiradoras tenía, hasta surgieron clubs de "fans" como en el caso luego de los cantantes, y en la revista Fotogramas incluso dispuso de una sección de correspondencia con las lectoras que tanto lo idolatraban. Se había casado en 1955 con una belleza llamada Olga Quiles. A la que fue siempre fiel, y que le dio cinco vástagos. Un actor que supo contenerse pese al acoso femenino que despertaba su presencia en los estrenos o en la vía pública.

En la década de los 60, tras una larga serie de películas tanto de acción como de comedia, Conrado San Martín fue contratado para grandes coproducciones como Rey de Reyes, de Nicholas Ray, en el papel del general Pompeyo, y El Coloso de Rodas. También rodó mucho en Italia, con Sergio Leone, y su prolongación en tierras de Almería, donde se filmaron tantas aventuras del llamado "spaghetti western". Un accidente sufrido en 1969 mientras montaba a caballo en una secuencia de Simon Bolívar, a las órdenes de Alessandro Blasetti, le supuso una grave fractura de la columna vertebral, lo que lo apartó del cine un par de temporadas. Tiempo que él aprovechó para montar un negocio de construcción: intervino en la creación del Puerto Banús, en Marbella. También montó varias tiendas de decoración.

Pero el cine lo reclamó de nuevo. Y en las siguientes décadas su nombre, aunque ya no como protagonista, apareció en los repartos de más películas, con jóvenes directores que respetaban su veteranía. Les ahorro títulos para no alargar este obituario.

Fue Conrado San Martín un profesional de la interpretación muy estimable, con un físico que conservaba hasta la última época de su vida; medía un metro y ochenta y cinco centímetros y un aire todavía de venerable galán siendo nonagenario, luciendo unos alargados mostachos cenicientos. Se dio el gustazo de subirse a un escenario en 2001 para intervenir en las representaciones de Doce hombres sin piedad en un teatro madrileño. Y después, todavía aceptaba aunque fueran intervenciones episódicos papeles en las películas que le ofrecían. Cuando ni el dinero le era necesario, pues vivía en un magnífico chalé en la serranía de su tierra, y la popularidad como actor ya estaba más que colmada. Con un carácter sencillo, de gran señor.

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