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Cristina Marsillach y su amor de cine con un primerizo Tom Hanks

Tenía veintitrés años cuando fue contratada como protagonista para rodar una película en Jerusalén con Tom Hanks.

Tenía veintitrés años cuando fue contratada como protagonista para rodar una película en Jerusalén con Tom Hanks.
Cristina Marsillach | Gtres

Tenía Cristina Marsillach veintitrés años cuando fue contratada como protagonista para rodar una película en Jerusalén con Tom Hanks. Para entonces, año 1986, el galán norteamericano no gozaba de la popularidad internacional que tuvo posteriormente, y que mantiene. Por su parte, la primogénita de Adolfo Marsillach y Tere del Río era un valor en alza en el cine español, pero aún sin cristalizar del todo, cuando todavía se ganaba la vida en ciertos filmes de ínfima calidad donde tenía que desnudarse, con gran disgusto de su familia.

La película que nuestra guapa compatriota rodó con Tom Hanks giraba en torno a una historia de amor entre ambos. Él, un piloto militar, David, cuyo avión cae derribado al norte de África y termina curándose de sus heridas en Jerusalén, donde conoce a una judía de ascendencia sefardí, española, Sarah, papel encomendado a Cristina Marsillach. Aventura sentimental que tenía por grave inconveniente que los padres de ambos novios se oponían a la boda de la pareja, por sus diferencias culturales y religiosas. Aquella cinta se estrenó en Israel el mismo año de su rodaje y en Madrid, un año más tarde, en agosto de 1987. No recuerdo que estuviera mucho tiempo en las carteleras, entre otras cosas por la fecha en la que se programó. Mas los informadores no seguimos cerca de Cristina los pormenores de su trabajo junto a Tom Hanks. Lo único que, mucho tiempo después supimos, es que entre los dos actores nació una buena amistad, de la que ella no aportó más datos que unos elogios a lo guapo que era el mozo y lo bien que éste se portó a su lado. Digamos que sólo fue un romance… de cine. Sin más conjeturas. Se rodó en inglés con diálogos de los protagonistas en hebreo y en español.

Cristina Marsillach debutó a los trece años en una serie de televisión, "La señora García se confiesa", gracias a su padre, que era el director, quien encomendó el papel principal a Lucía Bosé. Posteriormente, Cristina desarrollaría una carrera en el cine con apariciones en El poderoo influjo de la luna, Crimen en familia, El mar y el tiempo, Últimas tardes con Teresa y de nuevo en la pequeña pantalla en Segunda enseñanza y la segunda parte de Crónica del alba..

Pero en su filmografía, como apuntábamos líneas atrás, hay otros títulos entre 1982 y 1991 donde hubo de quedarse en cueros vivos o desvestida de cintura para arriba, caso de Estoy en crisis, Barroco, Ópera, Every Time We Say Goodbye, La gabbia… Y entre medias de esos rodajes fue tentada asimismo para aparecer sin ropa en las páginas de Interviú, Man y alguna otra del mismo grupo que presidía el astuto y prematuramente fallecido editor Antonio Asensio, que se había propuesto sacar en porretas en sus publicaciones a las más jóvenes y atractivas figuras del espectáculo, lo que fue consiguiendo a base de calendario y de no pocas multas en el inicio de sus negocios de prensa.

Adolfo Marsillach se cabreó muchísimo al contemplar aquellos reportajes eróticos de su hija Cristina, mas tuvo que aguantarse. No le quedó otro remedio. Teresa del Río, que había sido Miss España e inclusó en sus principios cinematográfios llegó a rodar en Hollywood una película junto a Richard Burton, en un cometido breve, no le dio tanta importancia a aquellos desnudos de su primogénita. Por cierto: Adolfo y Tere nunca estuvieron casados.

En los últimos años Cristina Marsillach llegó a dirigir un cortometraje, coprotagonizado junto a su hermana Blanca y a dirigir en el madrileño barrio de Las Letras la academia Marsillach Acting, con un método que aprendió en la Universidad de Yale, donde siguió unos cursos, a base de que los alumnos aprendieran idiomas siguiendo unos guíones dramatizados. También estuvo involucrada en un negocio de antigüedades. Acostumbrada a vivir en distintas ciudades (Madrid, Bilbao, Santander y en otras de Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos), siempre se ha sentido una mujer de mundo, cosmopolita; eso sí, muy recelosa de su vida privada. Salvo su romance con Antonio Saura, hijo de Carlos, el gran director de cine, no se le conocen públicamente otros amores importantes. Hace tiempo que su nombre ya es infrecuente en las páginas de las revistas.

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