
El año 2024 ha supuesto para M. Night Shyamalan la propagación de su firma de autor. Primero con Los vigilantes, película de suspense sobrenatural dirigida por su hija Ishana y producida por él, más tarde con La trampa, un thriller dirigido por el propio Shyamalan pero con música y coprotagonismo de su hija Saleka. Y ahora llega a Max la película Caddo Lake, dirigida por Celine Held y Logan George pero producida por el autor de El sexto sentido y Señales, y en la que Shyamalan sigue la senda de "prestar" su nombre para avalar productos ajenos.
Bien es cierto que Caddo Lake, sobre el papel, es un proyecto muy Shyamalan. Un thriller de suspense ambientado en un lago de Texas donde desaparece una niña y una familia rota lucha por sobreponerse a una serie de fenómenos. Con tono tétrico pero realista, la película se distancia de la puesta en escena "a la Shyamalan", entre clásica y minimalista, mágica y poética, con un realismo más sucio y directo. Es, precisamente, esa renuncia articular visualmente el mecanismo fantástico de su argumento lo que condena a Caddo Lake a cierta mediocridad pese a que no falten virtudes, si uno se lanza a mirar.
Entre ellas, la interpretación de un Logan Lerman a quien, afortunada pero lamentablemente, su accidente durante el rodaje de El corredor del laberinto parecen haberle dado crecientes mimbres de actor al margen de sus cualidades de héroe o galán blando. Lerman vuelve a impregnar al personaje de una tristeza que, esta vez sí, resulta pertinente para el argumento, por mucho que Held y George, en calidad de directores, hayan pensado (o quizá se hayan visto limitados) en una cámara más atenta al realismo rural que al dispositivo irreal que existe en Caddo Lake (y que, por si no se habían percatado, nos estamos esforzando en no enunciar…).
Pese a ello, esta formulación en forma de largometraje de la serie alemana Dark se las arregla para, en esa desconexión, representar bien la maldición de esta familia condenada a no encontrarse y evitar, de paso, la ya muy gastada maniobra nostálgica que suele adornar cualquier reflexión sobre el pasado en el cine USA reciente. Caddo Lake reflexiona sobre el paso del tiempo sin anteponer referencias culturales o populares al drama familiar que la motiva y explota bastante bien el fantasmagórico escenario del lago. El resultado, aunque devalúa un tanto la fantasía que Shyamalan tan bien ha sabido plasmar en sus películas a través de su cámara y punto de vista, no carece de interés ni hechizo, aunque los directores se hayan encargado de aplacar un tanto esa sensación de misterio y magia con recursos visuales más propios de un drama indie de David Gordon Green.

