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'Araña asesina' (Sting), una estimable serie B prohibida para aracnofóbicos

Araña asesina se estrena en cines españoles el viernes 28 de marzo.

Sting. | Diamond

Razonablemente estilizada y con un buen equilibrio entre terror y humor, Araña asesina trata de recuperar el tono de la serie B fantástica de antaño con una pequeña montaña rusa de emociones gratas para el fan del género en su acepción más ochentera.

Sting, título original de la película de Kiah Roache-Turner, es una obra completamente transparente respecto al título español. Una diminuta araña del espacio exterior se estrella en un pequeño meteorito contra un edificio de renta antigua en Nueva York y en plena tormenta de nieve. Allí Charlotte, una niña de 12 años, la recibe como mascota sin percatarse que el pequeño ser llega a la tierra con sed de sangre.

Muestra del género en su acepción Amblin (el recuerdo de la estimable Aracnofobia, de 1989, es inevitable) Araña asesina sintoniza la energía de humor negro y cuento infantil de directores como Joe Dante, uno de los rebeldes próximos a aquella factoría, sobre todo en el retrato de los pintorescos vecinos y el aire a restauración de familia disfuncional que se respira. Hay otro detalle: el homenaje a La telaraña de Carlota en el nombre de la niña es evidente, y un leve aroma a cuento de hadas rodea la película (el ser aterriza en una casa de muñecas) mientras Sting va tejiendo su camino a través de los diversos apartamentos (y vecinos).

El relato resulta ameno, y Roache-Turner trata de dirigir con algo más que oficio un film que, presumimos, no cuenta con un presupuesto deslumbrante. No se notan sus costuras, la atmósfera es buena y oscura y, aunque al final uno desearía más araña, la reserva del monstruo no deja de obedecer a las coordenadas de un modesto film de serie B clásico. Definitivamente, Araña asesina pone una pequeña piedra más en la historia del ozploitation o terror australiano en su vertiente más suave y doméstica, con joyas como La Puerta liderando el panteón nostálgico del aficionado. No pasará a la historia por nada, pero quién necesita eso cuando la araña crece hasta el tamaño de un chihuahua.

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