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El último almuerzo del Titanic

Sabemos cuál fue la última comida a bordo del transatlántico gracias a la carta que se llevó uno de los pasajeros, subastada por 78.000 euros.

Naufragio del Titanic | Archivo

En la madrugada del 15 de abril de 1912, el Atlántico Norte se tragó al Titanic después de que un iceberg rasgase el casco del orgullo "insumergible" de la White Star Line. Murieron más de 1.500 personas, muchas de ellas congeladas en el agua. Y podemos saber cuál fue la última comida que degustaron gracias a que uno de los supervivientes primera clase, Abraham Lincoln Solomon, se llevó consigo el menú que, por cierto, se subastó en 2015 por 78.000 euros.

El lujo del transatlántico también alcanzaba a las cocinas que estaban equipadas con electrodomésticos de última generación para la época: hornos eléctricos, cocinas a vapor, cámaras frigoríficas, secciones especializadas para el pescado, las verduras o la comida kosher e incluso máquinas de helados.

Allí trabajaba un equipo de cocina puntero formado por 113 personas. Había un chef de cocina, cinco master chefs, 15 cocineros principales, 12 pasteleros, cinco carniceros, cinco sous-chefs, multitud de asistentes y seis panaderos, entre los que estaba el famoso Charles Joughin, uno de los supervivientes más sorprendente del naufragio.

La tasa de supervivencia en agua helada suele ser nula a partir de una hora. Según el testimonio del panadero inglés, estuvo dos horas flotando a 2 grados bajo cero, sin chaleco salvavidas y borracho como una cuba. Fue rescatado con signos leves de hipotermia, lo que lo convierte en uno de los casos más extraños y estudiados de supervivencia en agua gélida.

Provisiones en la bodega

Según TitanicFacts.net, la bodega del Titanic estaba cargada con:

El último almuerzo del Titanic

En el gran comedor de primera clase estilo Luis XV, a las 13:00 horas, los mozos sirvieron el último almuerzo del Titanic. Según la carta (el menú) que Abraham Lincoln Solomon guardó en su abrigo, se ofreció como entrante un consomé fermier, claro, delicado, perfumado con verduras recién cortadas o un rotundo cock-a-leekie, una sopa escocesa de pollo, puerro y ciruelas negras.

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Entre los platos principales se degustaron filetes de brill (un pescado parecido al rodaballo), huevos à l’Argenteuil coronados con espárragos verdes o pollo à la Maryland, con rebozado crujiente y guarniciones dulces. Para los que preferían la tradición, había roast beef con jugo oscuro, o corned beef (carne curada) servido con mostaza inglesa. La opción vegetariana, más ligera, incluía un modesto calabacín relleno.

Como guarnición había arroz blanco, dulces guisantes verdes y patatas hervidas o en puré. Además, por si alguien se quedaba con hambre, había bandejas de camarones, sardinas en aceite, jamón de York, lengua de buey, crackers y varios tipos de queso. De postre, los pasajeros disfrutaron de un pastel de manzana dorado con cobertura de merengue y pasteles surtidos con hojaldres, cremas y frutas.

Y ese fue el último almuerzo del Titanic para la primera clase, servido en esa espléndida vajilla de porcelana fina de Stonier & Co., cubiertos de plata y cristalería tallada a mano que horas más tarde acabaría en las oscuras y frías profundidades del océano junto con los restos de la nave más grande jamás construida, símbolo de la elegancia, la velocidad y el poder industrial.

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