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Amando de Miguel

María Moliner, todo un carácter

Definición de una persona culta en España: la que tiene en su mesilla de noche “el María Moliner”, se entiende, los dos tomazos del Diccionario de uso del español que compuso su egregia autora.

María Moliner en el Archivo de Simancas en 1922 | Centro Virtual Cervantes

Está dedicado sinceramente:

"a mi marido y a nuestros hijos dedico esta obra… en restitución de la atención que por ello les he robado".

No parece un mero cumplido. No fue un diccionario que realizó un equipo de expertos en una institución bien dotada con generosas subvenciones. Lo llevó a cabo un ama de casa, al tiempo que se dedicaba sus labores. Durante años fue llenando muchas cajas de zapatos con las fichas de las voces y sus acepciones. Las agrupó por orden alfabético, claro está, pero también por afinidades y derivados. El criterio no era de autoridad (lo correcto) sino el de uso (como el pueblo suele hablar a su vecino). Añade sinónimos y etimologías. Total, el mejor diccionario que se compuso hasta la fecha.

Lo lógico habría sido que María Moliner llegara a ser catedrática de la Universidad y miembro de la Real Academia Española. Nada de eso. Nadie le reconoció sus méritos; hay que sospechar que por ser mujer. Se dice pronto.

El María Moliner es el lexicón que han utilizado los escritores, pero pocos lo han reconocido. García Márquez criticó acerbamente la primera acepción que dice la autora de la voz "día":

"Espacio de tiempo que tarda el Sol en dar una vuelta completa alrededor de la Tierra".

Más tarde, en vista de la crítica del que iba para premio Nobel, los albaceas editoriales cambiaron la definición por esta otra: "Espacio de tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor de su eje". La corrección parece acorde con la Física, pero doña María tenía razón. En la mente de las personas corrientes un día equivale a la vuelta que da el Sol sobre nuestras cabezas. Por eso decimos que "el Sol sale", “está en lo alto” o “se pone”. Sería una estupidez criticar las nociones de izquierda y derecha, arriba y abajo, con el argumento de que no existen en el espacio.

Más razón tiene la crítica de otro premio Nobel: Camilo José Cela: María Moliner no recoge palabras malsonantes. Por ejemplo, no está "coño" (una de las voces que más utilizan los españoles), aunque sí "coña", y aun esta como "vulgar". Menos mal que Cela escribió su monumental Enciclopedia del erotismo para completar el trabajo de María Moliner.

Después del María Moliner disponemos del Diccionario del español actual, de Manuel Seco y colaboradores, una obra seminal. Pero debemos reconocer el honroso precedente de María Moliner. En España se estila mucho la pauta del investigador solitario, empezando por Santiago Ramón y Cajal. Es una consecuencia de la envidia.

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