Menú
Pedro de Tena

Lugares comunes de la estupidez humana para reírse amargamente con Flaubert

Era una obsesión para Flaubert la batalla contra los lugares comunes que muchos blandían para no enfrentarse a su realidad innoble.

Era una obsesión para Flaubert la batalla contra los lugares comunes que muchos blandían para no enfrentarse a su realidad innoble.
Gustave Flaubert, escritor francés. | Wikipedia

Se acaban de cumplir 200 años del nacimiento del "perfecto" novelista francés Gustave Flaubert que vino al mundo un 12 de diciembre de 1821 en Ruan y murió a los 59 años en Croisset. Muchos suponen que Madame Bovary, —que en realidad era él mismo, según confesó—, fue su libro más preciado. O tal vez La educación sentimental. Quién sabe si a lo mejor La tentación (o tentaciones) de san Antonio, o Salambó, o su novela Bouvard et Pécuchet. Pero hubo un libro, que no terminó, en el que tenía depositadas muchas de sus esperanzas.

Precisamente su condición de libro no consumado le ha permitido disfrutar de títulos muy diversos. Hay quien le ha llamado Diccionario de tópicos. Otros han sugerido titularlo Diccionario de las ideas recibidas o Catálogo de las opiniones elegantes. De entre todos, el que ha hecho más fortuna es Diccionario de lugares comunes que forma parte de un conjunto más amplio de originales dispersos que se recogen en un volumen titulado en español Cuadernos, apuntes y reflexiones.

Utilizamos en este artículo la edición de este peculiar "Diccionario", traducido por Alberto Ciria y editado por Libros del Zorzal, 2014, a partir de la edición en español de la Editorial Jorge Álvarez de 1966. Fue originalmente publicado en 1913 en París por Louis Connard, con el título de Diccionario de ideas recibidas (o preconcebidas) dentro de lo que se conocía como sus Obras póstumas, con estudio y comentarios de su habitual E.L. Ferrére.

Se tuvo gran interés en certificar la fidelidad "escrupulosa" de la obra al legado inédito del autor. Por eso, es menester destacar que al comienzo de este libro se alude a su carácter y sentido, que no es otro que recolectar las ideas de Flaubert sobre la estupidez humana, una de las cosas que le hacían "rugir" junto con la injusticia, condensadas en una serie de expresiones habituales sobre diferentes temas en los círculos sociales acomodados que frecuentaba.

Antes de proceder a reírnos, o a sonreírnos, según la predisposición y las ganas, de los lugares comunes más afilados de Flaubert, un puñado entre otros muchos, tenemos que destacar dos cosas. Una, el valor que el propio novelista daba a estos apuntes tomados del natural y cómo otros autores emprendieron aventuras similares. Otra, la sorpresa de hallar anotaciones sobre "lugares comunes" en la literatura española de los siglos XVI y XVII, indicio que viene a confirmar la defensa que Marcelino Menéndez Pelayo hizo de la aportación española a la cultura y la ciencia.

Entre los historiadores de la literatura, el valor de estos apuntes de los que se extrajo el Diccionario referido es relativo, tal vez gracioso, pero estéticamente escaso acercándose más a la protesta social malhumorada. José María Valverde y Martín de Riquer, autores de la monumental Historia de la Literatura Universal (Planeta, 1985) lo dicen así:

Más gracia tiene el iniciado e inédito Diccionario de Ideas Aceptadas…en que Flaubert va definiendo, según la mentalidad dominante, una serie de palabras.

Y apuntillan:

En definitiva, el arte ha perdido la partida en Flaubert para dejar paso al mal humor ante la tontería humana. Ya se ve aquí que el esteticismo va a ser, básicamente, protesta social"

Mas o menos una venganza contra la estupidez humana, él, que había sido la cima de la novela realista europea.

Otros resumidores de la Historia de la Literatura ni siquiera lo citan. En su tomo sobre el realismo y el posromanticismo, Eduardo Iáñez no menciona este Diccionario, que sintetiza el odio a la mentira y a la suposición de un Flaubert que le escribió a su amiga George Sand:

¿Se habrá terminado con la metafísica profunda y los lugares comunes? Todo el mal proviene de nuestra gigantesca ignorancia. Lo que debería estudiarse, se cree sin discusión. ¡En lugar de observar, se afirma!….

Esto es, el estilo consiste en ceñirse a lo real visto desde uno mismo sin concesión al prejuicio.

Era una obsesión para Flaubert la batalla contra los lugares comunes que los burgueses, muchos escritores, y no sólo ellos, blandían para no enfrentarse a su realidad innoble. A su amiga Louise Colet le afeó con acritud ser transmisora de un lugar común sobre su persona:

Pero no vuelvas a contarme lugares comunes como éstos: que es el dinero lo que me ha impedido ser feliz; que si hubiese trabajado me habría encontrado mejor. ¡Como si bastase con ser mozo de botica, panadero o tratante de vinos para no aburrirse aquí abajo!".

No, los lugares comunes no son inofensivos aunque Ortega y Gasset los rebajara a ser "tranvías del transporte intelectual".

Otros intentos de sistematizar los lugares comunes

Puede sostenerse que esa fobia a los lugares comunes, seleccionados por Flaubert para evidenciar su intrínseca estupidez, no era un combate baladí y, de haber vivido más. probablemente hubiéramos contado con un libro más que singular en el que podría haber saciado sus ansias de realidad sin sombra de ilusión alguna, no a través de unos personajes y su minuciosa arquitectura narrativa, sino de las ideas recibidas y repetidas sin sentido crítico como letanías civiles.

Los lugares comunes son propios de las almas sin voz propia, almas adocenadas, repetidoras, inútiles en cierto modo para la creación y la aportación. Son las reinas del cliché, del estereotipo, de la vagancia intelectual de quien renuncia a poner nombre a las cosas y hechos que ve. Por eso, Flaubert, que hoy estaría horrorizado con la cantinela de lo "políticamente correcto", se burla de sus usuarios. Marcel Proust añadía que toda novedad tiene como condición la eliminación previa del poncif (II), al que nos hemos habituado, y que nos parecía la realidad misma.

Pero no hay que extenderse sobre la importancia de los lugares comunes o ideas recibidas de modo acrítico. Queda claro que Flaubert consideró siempre a este Diccionario que ideó muy joven, en 1847, y que no terminó nunca, uno de sus más queridos e importantes libros. En su correspondencia con diferentes amigos, da fe de su voluntad de escribir este libro con el fin de proporcionar "por orden alfabético, sobre todos los temas posibles, todo lo que es necesario decir en sociedad para convertirse en una persona decente y amable".

En otras palabras, quería burlarse de todos los lugares comunes que, en la sociedad francesa de su tiempo, había que aceptar como verdaderos por asentimiento acrítico para ser un ciudadano normal, esto es, estúpido. Lo dice expresamente. La estupidez es el enemigo (carta a Raoul Duval, 1879). De hecho, pensaba subtitular el libro Encyclopedie de la betisse (estupidez) humaine.

El Diccionario del inglés del siglo XVIII de Samuel Johnson es muy anterior pero se parece más al intento técnico-selectivo de nuestro Sebastián de Covarrubias, si bien introduce "maldades" que anticipan a Flaubert. Por ejemplo, cuando define pirata lo hace así:

Ladrón que actúa en el mar. Por extensión cualquier ladrón, en especial aquel que roba libros o que hace pasar por suyos los originales o manuscritos que ha escrito otro hombre.

Su intento fue simultáneo del de otros escritores como Ambrose Bierce, que vio publicado su ácido Diccionario del diablo en 1911, dos años antes de la publicación del inacabado de Flaubert. Leon Bloy, que compartía con Flaubert el horror a la estupidez de su burguesía, escribió una Exégesis de lugares comunes. Sí tuvo el francés una influencia precisa en el Diccionario del Argentino Exquisito, de Adolfo Bioy Casares, que confesó tal relación, si bien la amargura de Flaubert ante la estupidez del lugar común se trocó en tono festivo en el argentino, como se ha escrito.

Con un ejemplo, quedará clarísimo. Extracta Bioy Casares sobre progresista:

Arcaísmo. Izquierdista, partidario de Rusia o de China.

Y sobre entelequia:

¿Qué significa, exactamente, entelequia? Un veneciano, hombre de posición y cultura, quiso averiguar el sentido de la palabra y, como no podía interrogar a su inventor, Aristóteles, por haber muerto, recurrió al diablo, con resultado desconocido. (Pierre Larousse, Dictionnarie du XIXe. Siècle.)

En apoyo de la investigación de Menéndez Pelayo, que situaba en España el origen de muchos de los esfuerzos intelectuales fructificados después en otros países europeos, digamos que también sobre la colección de "lugares comunes" hay dos antecedentes españoles. La traducción del toscano realizada por Diego de Agreda sobre lugares comunes europeos de 1616 y Lugares comunes de conceptos, dichos y sentencias de 1595, de Juan de Aranda. Y no son los únicos si bien no tienen la intención satírica de los posteriores.

Antología de objetos de la burla de Flaubert

Cuando se está ante el lugar común de Flaubert, debe entenderse que lo que en él se encuentra es lo que el estúpido debe decir sobre el tema para ser aceptado como normal e integrable por la sociedad estúpida.

Abelardo.- Es inútil tener la más mínima idea acerca de su filosofía, e incluso conocer el título de sus obras. Hacer alusión discreta a la mutilación que Faulbert operó en él. Tumba de Eloísa y Abelardo: si se os demuestra que es falsa, exclamad: "¡Me quitáis mis ilusiones!".

Aceite de Oliva.- Nunca es bueno. Hay que tener un amigo en Marsella para que os envíe un tonelito.

Aquiles.- Agregar "el de los pies ligeros": eso permite hacer creer que uno ha leído a Homero.

Bostezo.- Hay que decir: "Discúlpeme, no es de aburrimiento sino del estómago".

Carniceros.- Son terribles en tiempos de revolución.

Coito, copulación.- Palabras que deben evitarse. Decir: "Tenían relaciones…".

Cortesana.- Es un mal necesario. Protección de nuestras hijas y nuestras hermanas mientras existan solteros. Se las debería perseguir sin piedad. Ya no se puede pasear con la mujer propia debido a la presencia de ellas en el bulevar. Siempre son hijas del pueblo pervertidas por burgueses ricos.

Curas.- Habría que castrarlos a todos. Se acuestan con sus criadas y tienen hijos a los que llaman sobrinos. Es lo mismo: también hay curas buenos.

Deberes.- Exigirlos por parte de los demás, liberarnos de los mismos. Los demás los tienen hacia nosotros pero nosotros no los tenemos frente a ellos.

Defraudar.- Defraudar al fisco no es engañar; constituye una muestra de ingenio y de independencia política.

Dinero.- Causa de todos los males. Auri sacra fames. El dios de hoy (no confundirlo con Apolo). Los ministros lo llaman haberes, los escribanos, emolumentos, los médicos, honorarios, los empleados, salarios; los obreros, jornales, el servicio doméstico, sueldo. El dinero no brinda la felicidad.

Economía Política.- Ciencia sin entrañas.

Era (de las revoluciones).- Siempre abierta, ya que cada nuevo gobierno promete clausurarla.

Estreñimiento.- Todos los hombres de letras sufren de estreñimiento. Influye sobre las convicciones políticas.

Fusilar.- Más noble que guillotinar. Alegría del reo a quien se concede esta gracia.

Generación espontánea.- Idea socialista.

Imaginación.- Siempre viva. Desconfiar de ella. Cuando no se la tiene, denigrarla en los demás. Para escribir novelas, basta con tener imaginación.

Imbéciles.- Quienes no piensan como uno.

Joven (fem.).- Articular tímidamente esta palabra.- Todas las jóvenes son pálidas y frágiles, siempre puras. Prohibirles toda clase de libros, las visitas a los museos, los teatros y, sobre todo, el Jardín Zoológico (jaula de los monos).

Legalidad.- La legalidad nos mata. Ningún gobierno es posible con ella.

Libertad.- ¡Oh libertad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Tenemos las libertades que son necesarias. La libertad no es licencia (frase conservadora).

Libertinaje.- Sólo se practica en las ciudades grandes. Produce todas las enfermedades de los solteros.

Librecambio.- Causa de los deterioros del comercio.

Masonería.- ¡Otra de las causas de la Revolución! Las ceremonias de iniciación son terribles. Causa de discusión en los matrimonios. Mal vista por los eclesiásticos. ¿Cuál podrá ser su secreto?

Música.- Hace pensar en tantas cosas… Suaviza las costumbres. Por ejemplo: La Marsellesa. Lo característico del verdadero músico, es no componer ninguna partitura, no tocar ningún instrumento y despreciar a los virtuosos.

Niños.- Cuando hay gente, fingir frente a ellos una ternura lírica.

Nudo gordiano.- Tiene relación con la antigüedad (Forma en que los antiguos anudaban su corbata).

Original.- Reírse de todo lo que es original, detestarlo, burlarse y exterminarlo si se puede.

Principios.- Siempre indiscutibles; no se puede mencionar ni su naturaleza ni su número, pero no importa: son secretos.

Propiedad.- Uno de los pilares de la sociedad. Más sagrada que la religión.

Propietarios.- Los seres humanos se dividen en dos grandes categorías: los propietarios y los locatarios.

Radicalismo.- Es muy peligroso cuando está latente. La república nos arrastra al radicalismo.

Republicanos.- No todos los republicanos son ladrones, pero todos los ladrones son republicanos.

Sevilla.- Célebre por su barbero. ¡Ver Sevilla y después morir! (v. Nápoles).

Vacuna.- Solamente se debe frecuentar a personas vacunadas.

Viejo.- A propósito de una inundación, una tormenta, etc., los viejos de la respectiva región nunca recuerdan haber visto otra parecida.

En Cultura

    0
    comentarios