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El amargo cumpleaños de Isabel Pantoja

Muy joven se juró "no pasar hambre" recordando cuando su madre tuvo que ponerse a vender verduras en un mercado.

Muy joven se juró "no pasar hambre" recordando cuando su madre tuvo que ponerse a vender verduras en un mercado.
Isabel Pantoja | Archivo

Vive Isabel Pantoja la época más controvertida de su vida en vísperas de ¿celebrar? su quincuagésimo séptimo aniversario, el próximo 2 de agosto. Por mucho que tenga a su lado a sus hijos, tal vez también a su nieto, y la rodeen algunos familiares, no es difícil prever que será un amargo cumpleaños. Enterada de que la Fiscalía Anticorrupción ha presentado un recurso de casación ante el Tribunal Supremo pidiendo una pena mayor de prisión y una multa (el doble de la que se fijó en la primera sentencia), su futuro inmediato la tiene sumida en la tristeza, la depresión y pocas ganas de subirse a un escenario. En la calle no va a quedarse, por supuesto. Tiene un piso en Sevilla, su chalé en Madrid, el de "La Pera", en Marbella, un apartamento en Estepona, la finca "Cantora" (a medias con Kiko)…

Suficiente para responder económicamente. Pero ella imaginamos es consciente de su descrédito paulatino ante sectores de la opinión pública, por mucho que la aplaudan con fervor sus fieles seguidores de siempre, como sucedió en sus últimos recitales, entre ellos el del pasado 21 de junio en Sevilla, entusiasmando a su parroquia, copla a copla (interpretó cuarenta temas, mientras se proyectaban en el escenario imágenes de su carrera, de su familia, de sus encuentros con Lola Flores, con Rocío Jurado…). Ha tenido que soportar la lectura de un libro de su "ex", Julián Muñoz, contando chocarrerías de su época en común… Y para aumentar más su desazón, también se ha dado a la luz pública que es la tercera en una lista de quince personajes, entre los más antipáticos del país, según la encuesta publicada hace un par de semanas por el Magazine de El Mundo.

Echamos la vista atrás para recordar aquellos años en los que Maribel, como siempre fue llamada familiarmente, se daba cuenta de las fatigas que pasaban en su modesta vivienda de la barriada sevillana de San Gonzalo, conocida como "del Tardón". El padre, bondadoso gitano, muy querido, se ganaba los garbanzos como "cantaor", primero con un trío, Los Gaditanos, y luego solo. Pero cayó enfermo, de hepatitis. La madre había sido bailaora, estuvo en la compañía de Pepe Pinto y La Niña de los Peines, y tuvo que dejarlo para atender a sus cuatro churumbeles. Cuando faltó el "parné" en casa, doña Ana hubo de ponerse a vender frutas y verduras en un mercado cercano a Triana. La futura gran artista de la copla no olvidaría ese tiempo de escasez y juró no pasar nunca hambre. Lo ha conseguido. Si con trece años logró que su primo, Antonio Cortés "Chiquetete", la contratara en su grupo flamenco para llevarla a actuar un verano a Palma de Mallorca, luego supo volar por cuenta propia. Ayudada por "El Guapo", empresario de un "tablao" de Castilleja de la Cuesta, que se convirtió en su protector.

Gracias a él, conoció a los maestros Rafael de León y Juan Solano, que le escribirían en 1974 su primer espectáculo teatral. Ya evidenciaba por aquellas calendas su ambición: "Yo quiero ser como Rocío Jurado. ¡Tan famosa como ella!". Le hice por entonces la primera de un montón de entrevistas posteriores. Juan Pantoja, su progenitor, no pudo presenciar el triunfo de su hija, aunque nunca quiso que fuera artista: falleció ese citado año de un tumor cerebral. En la segunda mitad de los años 70, Isabel Pantoja iba poco a poco labrándose un nombre, desde luego en tiempos grises para la copla. La recuerdo también en unas concurridas cenas que organizaba el locutor Pedro Sáez y le pedía que la sentara, a poder ser, "junto a algún torero famoso". Y, lo que es la vida; o aquello de "quien lo sigue, lo consigue": fue a casarse con Francisco Rivera "Paquirri". "flechazo" acaeció en la primavera de 1980. Justo un año después, ya eran novios. La cotización artística de Isabel fue subiendo.

No obstante, aún la prensa del corazón no la había "alzado a los altares". Tengo una anécdota de primera mano: publiqué en el semanario donde prestaba mis servicios una exclusiva, la de la pareja posando en la finca del diestro, "Cantora", que hasta entonces se habían resistido a ello. Al despedirme, Isabel, cariñosa como siempre se portó conmigo, me dijo: "¿Saldré en portada, verdad?" Pues, no. Mi director consideró que todavía no era merecedora de tal honor y, únicamente, "le dio una ventanilla", como se dice en el argot periodístico a un recuadro fotográfico en la primera página. Pocos meses después, las revistas pugnaban por conseguir reportajes de la pareja para sus portadas. Y pagando un buen precio. Cuando yo conseguí el mío de balde.

"Paquirri", con quien volví a hablar otras veces, era un gran tipo: sincero, honrado a más no poder, cabal en los ruedos y fuera de ellos; y enamorado de "su" Maribel. Entre ellos se cruzaban el mismo apelativo, llamándose mutuamente "Gordi". Tras la trágica muerte del torero en 1984, la existencia de Isabel Pantoja dio un brusco, inesperado giro. Pues, de no haber ocurrido el drama de Pozoblanco, tal vez ella se hubiera retirado, como me había anunciado era su deseo unos meses antes, ya embarazada. Pudo más su ambición. Cobró veinticinco millones de pesetas por la exclusiva de una revista. Y un año después de ser llamada, con evidente impudor, "La viuda de España", reapareció con su disco Marinero de luces. A partir de entonces, se convirtió también en "La reina del papel couché". Me confió en el Puerto de Santa María, en un descanso del rodaje de su segunda y hasta ahora última película, El día que nací yo, primavera de 1991, que estaba harta de tener siempre a varios "paparazzi" a las puertas de alguna de sus casas: "Estoy pensando hasta en irme a vivir fuera de España". No cumplió esa amenaza. Su encuentro con el que fuera fugaz alcalde marbellí la ha llevado a una situación límite. ¿Fue una historia de amor y codicia, o algo más? Aunque le apasione cantar, por otra parte le da pereza hacer giras. Tengo testimonio de ello, de dos de sus representantes, Tony Caravaca y Pepe Vaquero. Mantiene todavía su alto "caché", setenta mil euros veces por gala. ¿Cuál será su próximo futuro?

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