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'Desayuno con diamantes'

Melodías de Oscar: 'Moon River'

Un retazo de nostalgia rural en mitad de la noche neoyorquina, que se convertiría -Hepburn mediante- en la ganadora del Premio de la Academia en 1961.

Un retazo de nostalgia rural en mitad de la noche neoyorquina, que se convertiría -Hepburn mediante- en la ganadora del Premio de la Academia en 1961.

Cuando Blake Edwards decidió adaptar la novela Desayuno con Diamantes de Truman Capote, contó con una sociedad musical compuesta por Henry Mancini y Johnny Mercer. El primero de ellos dio forma musical a la letra original de Mercer -una historia de referencias a su infancia en la población de Savannah, Georgia-, y ambos ajustaron la composición al rango vocal de la protagonista de film. El esfuerzo les valdría el premio a la Mejor Canción -amen de otro Oscar para Mancini por la Mejor Banda Sonora ese mismo año-, y relanzaría la carrera del letrista, desplazado en las listas de éxitos por el auge de Rock and Roll. Para Mancini, se escribía otro capítulo en su exitosa relación profesional con Edwards, con títulos como La Pantera Rosa y Víctor o Victoria.

Si bien Moon River aparece en varias ocasiones -y versiones- a lo largo del film, la que caló en el espectador corresponde a la secuencia en la que Holly -el inolvidable personaje interpretado por Audrey Hepburn- la interpreta a la guitarra desde el alféizar de su ventana. La canción servía para terminar de enamorar a su partenaire en la cinta, George Peppard, así como al grueso del público, que asistía al cambio en el estándar de belleza en la mujer de Hollywood: de las curvas y la sensualidad exuberante de mitos con Marilyn Monroe -la primera elección del autor del libro para el papel de Holly, por cierto-, a la sutileza y apariencia angelical de Audrey.

Como curiosidad, hay que destacar que la canción fue interpretada en la Gala de los Oscar por Andy Williams -que haría de ella su bandera musical hasta su reciente muerte en 2012-, y también la versionó con mucho éxito Jerry Butler a finales de 1961. Hubo que esperar hasta bien entrada la década de los noventa, tras el fallecimiento de Hepburn, para que fuese editada la versión original del film. Para entonces, ya sólo quedaba recordar con nostalgia aquella ventana. Aquella guitarra. Aquella melodía, que interrumpía el teclear de una máquina de escribir, en la que se leía: "Érase una vez una chica preciosa y asustada. Vivía sola, salvo por la compañía de un gato sin nombre…"

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