La intervención de Andrés Amorós en su sección semanal en Es la mañana de Federico, de esRadio, vino encabezada por una sintonía particular. Se trataba de Las hijas de Zebedeo, interpretada por Elvira de Hidalgo, cantante de origen turolense y una de las artistas españolas más importantes y olvidadas del pasado siglo. Así lo reconoció el crítico en antena: "Lo único que sabía de ella era que había sido maestra de María Callas". Y por eso celebró, junto a todos los oyentes, que haya aparecido un libro que ayude a subsanar esa injusticia.
Elvira de Hidalgo. De prima donna a maestra de María Callas (Fórcola), ha sido escrito por Juan Villalba, otro turolense de Sarrión, y es un análisis erudito y trabajado de la vida y obra de la artista que descubrió a la Callas. Elvira vivió entre 1892 y 1980 "y tuvo una vida novelesca". "Se casó dos veces, tuvo otros dos amantes serios y fue pretendida por un Romanov, pero siempre puso la música por delante de todo". En realidad, demostró toda su vida ser una mujer independiente. "Vivió siempre de su trabajo; debutó en Napoli a los 16 años y llegó a ser considerada la mejor Rosina —el personaje de Rossini— de la historia; fue amiga de Coco Chanel, de Pawlova, Josephine Baker, Raquel Meller y Sarah Bernhardt, y terminó su carrera convirtiéndose en maestra y figura materna de Maria Callas".
De su época de cantante, el libro rescata algunas reseñas curiosas. "Hay una de El Debate firmada por un joven José Calvo Sotelo y otra de El Heraldo de Madrid en la que el periodista escribe: ‘¡Rediez, qué mañica más maja!’". Bruno Barilli, crítico italiano, también la ensalzó, escribiendo cosas del estilo: "Como el Dios creador de Miguel Ángel crea, con un gesto ligero que toca al primer hombre, así Rossini le da la mirada, la voz y la sangre milagrosa a Rosina: hoy, al estado civil, Elvira".
La suya fue toda una existencia plagada de anécdotas. El libro destaca cómo, ya retirada y siendo maestra, apareció en su clase una chica alta, gorda, torpe y cubierta de granos, pero que tenía una voz "con una fuerza excepcional". Era la Callas. "Elvira la enseñó a controlar su voz, a suavizarla, y también a comer mejor, a bajar peso —se sabe que en esa época pasó de pesar más de 100 kilos a pesar 53— y a vestir con gusto". Ya consagrada, la Callas no dejaría de recurrir a ella cada vez que necesitase un apoyo o un consuelo, como se puede ver en las cartas que se conservan de ambas, o en los diarios de la griega, tan reveladores.
En resumen, en opinión de Amorós, se trata de "un trabajo muy completo y erudito, sobre un personaje curiosísimo que merece ser rescatado del olvido". La única pega, tal vez, es que si fuese un tanto más corto y novelesco, no tan plagado de datos, es posible que llegase a un público más amplio. De todas formas, un gran libro sobre una de nuestras artistas olvidadas.