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Arde Bogotá, amar la intensidad

Si con La noche se convirtió en el grupo de moda, Cowboys de la A3 los ha confirmado en la música rock en español.

Si con La noche se convirtió en el grupo de moda, Cowboys de la A3 los ha confirmado en la música rock en español.
Arde Bogota, durante un concierto en Madrid | Flickr/CC/Events Dreamers

La última vez que pisé la Industrial Copera, sala de conciertos granadina, fue en 2018 para ver a Marky Ramone, uno de los componentes de los míticos Ramones. Volví el 12 de enero para ver a Arde Bogotá que con dos discos se ha convertido en una banda de culto: La Noche y Cowboys de la A3, en los que encontramos un puñado largo de himnos en los que se reconocen varias generaciones. En Granada comenzó su gira 2024 que agotó inmediatamente las entradas en cuanto se anunciaron (multiplicado por siete el precio en la reventa). A otro miembro de los Ramones hacen referencia los Arde Bogotá en "Tan alto como tus dudas"

"O abrir terreno en el agujero. Que nos conecta con Johnny Ramone".

Una canción que muestra otra de las características del grupo, un eclecticismo capaz de saltar en dos líneas de Bob Dylan al reguetón, de la referencia culta al bailoteo desatado.

La Industrial Copera estaba a reventar de boomers, millennials y generación Z, por una vez de acuerdo gentes de todas las edades en el rock potente, lírico y profundo a la par que divertido de los cartageneros que evocan en su música y sus letras lo mejor de una tradición que comienza en los 80 con la calidad metafórica y la riqueza melódica de Carlos Berlanga y Santiago Auserón, pasando por la energía operística de 091 y Héroes del Silencio hasta llegar a la explosión indie con Los Planetas y Vetusta Morla.

Es en Millennial donde se plantean si

"Se ha muerto el rock ya,
¿o me lo tengo que cargar?"

Pero no, el rock no ha muerto. Los discos más vendidos en España últimamente son los de Robe, tras las huellas de Extremoduro, y El último de la fila. Los viejos rockeros se reinventan y triunfan por encima de raperos, reguetoneros y "triunfitos". Vale, alguien podría decir que son "viejunos". Como más que viejunos son los Pink Floyd cuya reedición de The Dark Side of the Moon vende más que las modas prefabricadas de turno. Arde Bogotá se sitúa también por encima incluso de Taylor Swift porque no solo no han venido a cargarse el rock sino a revitalizarlo, recargarlo y renovarlo. Son jóvenes y sobradamente preparados.

Los boomers, calvos y arrugados con chupa de cuero, se reconocen en

"Ya no tenemos diecisiete
Pero podemos reventarnos igual".

Los millennials en:

"Como chavales de un futuro roto
Solíamos amar la intensidad".

La generación Z en:

"Hoy bailaremos hasta no poder más
Ni el horizonte ni las nubes
Acabarán nunca nuestra libertad".

Y, finalmente, todos se pueden identificar en ese apocalipsis orgásmico de:

"Me diste un beso como quien anuncia el fin del mundo"

El cantante Antonio García combina la gravedad de su voz, con ecos de Bunbury, con la ligereza de su baile dionisiaco en el escenario. No solo tiene carisma, sino también gracia, y no duda en lanzarse a bailar entre el público, mientras los dos guitarras y el bajo, ametrallan el local con sus instrumentos convertidos en metralletas y lanzallamas (el bajo de Pepe Estebán y las distorsiones de Dani Sánchez), todo ello al ritmo del bombardeo de desde la batería (José Ángel Mercader).

El primer disco, La Noche, es de 2021. El último, Cowboys de la A3, de 2023. Ambos rozan la perfección, cada una de las canciones podría ser la protagonista en un arco sonoro que rememora en el vinilo la cadencia de un concierto, empezando por lo más alto (soltad a los perros, los cartageneros se han escapado) y terminando en lo sublime (No le tengas miedo al tiempo, tampoco a la oscuridad, Suelen regalar linternas de muy buena calidad, Y en el vacío no hay maldad) pasando por momentos de intensidad de azufre, amores nocturnos y vidas tan duras.

El tono de Arde Bogotá lo da el hecho de que paren el concierto para leer un poema de Luis García Montero, "La ausencia es una forma de invierno". Y es que las letras de Arde Bogotá conectan con la nueva poesía española, de Pablo García Casado a Joaquín Pérez Azaústre, donde se combinan los inviernos y los infiernos con el fútbol y los hoteles de carretera, los horóscopos y el sexo en el asiento de atrás de un Renault Megane (¿o es un Land Rover Fighter?). Es precisamente esa combinación de riqueza en las metáforas y de complejidad sonora las que han hecho que Arde Bogotá pase en poquísimo tiempo a cabeza de cartel en cualquier festival que se precie (por ejemplo, en el Granada Sound que se celebrará en septiembre), a recibir el Ondas al Fenómeno musical del año, además de estar nominado a los Grammy. Pero aunque sus discos son redondos, donde incendian a sus seguidores es en las salas de conciertos, máximo mil personas, en las que puedes apreciar esa excelencia de la profesionalidad de unos instrumentos bien tocados y un sonido a toda volumen que no pierde la definición. El directo es la piedra de toque de cualquier grupo en una época de simulacro, radio fórmulas y auto-tune. Si con La noche, Arde Bogotá se convirtió en el grupo de moda, Cowboys de la A3 los ha confirmado en los primeros puestos del escalafón de la música rock en español.

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