Ya está, no hay remedio: House se ha ido, y no va a volver. Después de ocho años en antena, la serie del doctor cum laude en irreverencia ha emitido su último capítulo, un desenlace a la altura de la producción estrella de Fox. Pero no se me preocupen los que aún no han disfrutado de la season finale: no habrá espoilers en este post. O mejor dicho, los relegaremos hasta el final del texto, así que ya saben: si sobrepasan la señal indicativa, aténgase a las consecuencias. [Léase con risa malvada]
Aconsejados por un solvente equipo psicológico, en Seriemente no vamos a llorar la pérdida de House. Apetece algo de pataleo y melodrama, pero no. En lugar de eso, apostaremos por algo mucho más constructivo, rindiéndole un modesto homenaje a modo de balance, recordando algunas cosas que hemos descubierto a través de esta gran serie. Puede que con lo aprendido no nos alcance para el MIR, pero es innegable que House marca un antes y después en las series de médicos al uso, enseñándonos cuán absurda e insólita puede ser la práctica de la medicina, especialmente en el Princeton Plainsboro. Estrujándonos las neuronas, hemos recordado algunas de las enseñanzas que nos han dejado 149 capítulos, y después, hablaremos de ese último llamado Everybody dies.
Podría hacerme la resabiada -como habitualmente- y sacarle los defectos al último capítulo de House, Everybody dies. Pero allí donde habitualmente me muestro asquerosamente intransigente y quisquillosa, hoy sólo puedo albergar satisfacción: el final me ha dejado un estupendísimo sabor de boca. Ha estado a la altura, sin lugar a dudas.
Todo ello, a pesar de que me he contado entre las defensoras de que House estaba alargando su vida innecesariamente, y era imperativo darle un final digno. Aunque en ciertos bajones de la serie he dudado de que fuera a conseguirlo, y he temido que sus últimas temporadas supusieran un bajón de calidad, ahora reconozco que lo han logrado: el final está a la altura de esta grandísima serie.
Porque si algo puede decirse de la season finale, es que ha sido fiel a todo lo que sus seguidores hemos adorado durante años: la intriga, el drama, la tragedia, el humor ácido, la emoción pura y todo lo demás. Ha sido, por encima de todo, coherente. No tenía sentido que la serie acabase con House muerto, fruto de su propia autodestrucción. Tampoco que fuera salvado por el amor, felizmente arrejuntado con un bebé en los brazos. Y muchísimo menos que asumiera una trayectoria circular en la que el personaje acabara donde empezó; siendo el mismo hijo de puta cascarrabias amargado, con imposibilidad congénita para ser feliz y para hacer felices a los demás. Las muertes, las tragedias, y las experiencias no podían caer en saco roto, y debían hacer mella en el doctor. Le hemos visto cambiar y evolucionar, pero debía ocurrir algo más.
Y ese algo ha sido el ser capaz de conseguir la felicidad de alguien querido, aunque ello implique que no tome la vía que juzgas adecuada. Aunque eso te lo arrebate. Lo cual, había sido una quimera para el House que conocimos hace ocho años. Que sea él quien salve a Wilson es un acierto, además de un emotivísimo giro que nos habla de la evolución moral y personal del personaje al que su escudero ha salvado en centenares de ocasiones. Aunque adoremos al House tal cual es -porque no está junto a nosotros, claro- que ese cambio se produzca con objetivo tan noble es un giro poético maravilloso para concluir su historia. Para mí confirma lo que siempre he sentido: que la historia de House no se entiende sin Wilson, y viceversa. No sé que pensaréis, pero situar la amistad como el verdadero motor de cambio, como epicentro de todo lo demás, ha hecho grande a esta serie. Y es, además, una deliciosa ironía: House ha pasado su vida egoístamente, tratando de salvarse sólo a sí mismo y siendo salvado siempre por Wilson. Al final, es él el que socorre a Wilson de manera desinteresada, consiguiendo de rebote, su propia salvación.
Por eso, y porque me siento gratamente tratada por la serie, no le pondré pegas. A mi juicio, ha sido fiel con sus seguidores hasta su última escena, y ha convertido todo reproche posible en melindres sin importancia. Sólo un ‘pero’ rápido, hacia Lisa Edelstein: Cuddy merecía estar en ese capítulo final.
Así que, agradecida y emocionada que diría la Morgan, me despido de esta maravillosa serie, satisfecha de ese giro final homenaje a Sherlock Holmes, su inspiración. Adiós, House: ha sido un verdadero placer.