Modern Family es, probablemente, el mayor hit del género de las telecomedias de los últimos años. No sólo por sus logros de audiencia –ahora mismo en lo más alto- o el éxito de su fórmula –la serie está en su punto álgido de calidad- sino porque en ella se dan la mano y cristalizan una serie de elementos vistos anteriormente en otras sitcom de una manera mucho más engrasada y madura. La manera de conjuntar falso documental, teleserie familiar y humor gamberro, convierte la creación de Steven Levitan y Christopher Lloyd (nada que ver con el actor de Regreso al futuro) en una de las mejores y más gratas distracciones televisivas de la actualidad. En los 72 capítulos grabados desde su debut en 2009 –la serie va ahora por su tercera temporada, y tiene confirmada la cuarta-, ha mostrado potencial para convertirse en una de esas comedias tan agradables como maliciosas que, simplemente, no te cansas de ver. No obstante, y desde cierto punto de vista, si algo no es Modern Family es, precisamente, moderna. ¿A qué nos estamos refiriendo?
La serie está protagonizada por tres familias que forman parte del mismo núcleo que sirven a sus responsables para poner en el tapete diversos problemas cotidianos de toda índole. El primer matrimonio es el formado por Jay Pritchett (Ed O’Neill), un hombre maduro casado con Gloria Delgado (Sofia Vergara), una explosiva colombiana con algunos problemas para adaptarse a la vida acomodada en EEUU (sobre todo a nivel del lenguaje) y con un hijo de un anterior matrimonio. Jay, a su vez, tiene dos hijos con su exesposa: éstos son Claire (Julie Bowen), casada con el torpe Phil (divertidísimo Ty Burrell, el mejor de la serie) y Mitchell (Jesse Tyler Ferguson), homosexual y pareja de Cam (Eric Stonestreet), con el que es padre adoptivo de una niña vietnamita. Todos ellos viven en un barrio acomodado de Los Angeles, uno de esos suburbios que parecen sacados de un folleto del american way of life, y que Rockwell se hartaría de pintar si todavía estuviera entre nosotros.
Pero decíamos que Modern Family es menos moderna de lo que parece, algo que resulta
En los últimos años, lo políticamente incorrecto ha cambiado de arriba abajo la expresión del humor. Simplificando las cosas, Seinfeld y Homer Simpson se las arreglaron, cada uno a su manera, para dar la última puntilla a los conflictos de las telecomedias sentimentales de tiempos pretéritos, dando carta blanca a cuantos Larry David y Padres de familia podamos imaginar. Un giro que, lejos de ser gratuito, ha ido de la mano de los cambios psicológicos, sociales y tecnológicos (ver vídeo) que nadie a estas alturas puede obviar.
En su intento de preservar a toda costa la institución familiar e incorporando esa anarquía como algo natural al American Way, Modern Family quizá domestica parte de la locura de los anteriores, pero su equilibrio entre espectáculo sentimental y humor resulta ejemplar, afrontando una labor social necesaria que tampoco equivale a acallar a las masas. En una palabra, Modern Family tampoco engaña a nadie por el camino. Su humor abarca todos los demográficos y la ensalzan como uno de los paradigmas de lo que debe ser eso que llamaríamos entretenimiento en familia, y los guiones, que no escatiman un milisegundo a la hora de buscar el gag, son inteligentes y están encajados en el más preciso armazón imaginable.
No obstante, y su estado embrionario, la idea de Christopher Lloyd y Steven Levitan exploraba la fórmula de la narración documental de una forma quizá más profunda, integrando al narrador en la propia trama de una manera más agresiva. El equipo de filmación que seguía a las tres familias protagonistas estaba dirigido por un holandés (llamado Geert Floortje) que había vivido con la familia de Jay como estudiante de intercambio, y que vivía perpetuamente enamorado de Claire. Finalmente, esta figura desapareció y la serie pasó a integrarse en el estilo de un falso documental (a lo The Office) mucho más impersonal, dejando fluir las tramas de forma mucho más natural y convencional, pese a esa ruptura aparente con lo que podríamos llamar clásico.
Por todo ello y por su innegable frescura, que a fecha de hoy todavía no ha perdido, Modern Family se ha hecho con todos los premios habidos y por haber. Este mismo año obtuvo el premio a la mejor comedia en la 69 edición de los Globos de Oro. En total, seis Emmy en 2010 y otros cinco en 2011, a los que se suman una cantidad ingente de nominaciones. El final de su tercera temporada nos dejó con el gancho del embarazo de Gloria (Sofia Vergara) y la promesa de nuevos enredos. Tal y como dice el NY Times, todos acabarán con un abrazo. Pero si algo ha demostrado Modern Family es que con gays, divorcios, neurosis o sin ellas, los buenos sentimientos nunca pasarán de moda.
Modern Family se emite los martes por la noche en Neox