En esta época en la que, pese a los problemas relacionados con la seguridad en Europa se refieren, el turismo vive un auge extraordinario, la ciudad croata de Dubrovnik es, probablemente, una de las más deseadas por ser visitadas por el turista europeo. Una ciudadela imponente, Patrimonio de la Humanidad desde 1979, y que hoy se ha convertido en parada habitual de cruceros que surcan el Adriático, así como en experiencia obligatoria para los viajeros que se dejan caer por la costa dálmata en particular, o por los Balcanes en general. No en vano, la ciudad se encuentra muy próxima a la frontera croata con Montenegro y con Bosnia y Herzegovina. Y es que perderse por sus callejuelas, y muy especialmente visitar su impresionante muralla, donde las vistas a una bellísima urbe a orillas del mar, centro referente del comercio marítimo durante siglos, bien merecen la pena pese a lo cansado que pueda resultar subir un buen número de escalones, requisito imprescindible para obtener tan preciada imagen.
Entre semejante golpe de historia, la caminata por la muralla, en el sentido contrario a las agujas del reloj, guarda cuando atisba su final una sorpresa para el aficionado deportivo, muy especialmente para el del mundo de la canasta. Según se avecina el epílogo del camino, una de las canchas de baloncesto más particulares del planeta sorprende al visitante. Justo al noroeste de la ciudad, en la zona de la misma conocida como Peline, no pasa desapercibida para el turista una cancha de baloncesto de lo más particular y que, por otra parte, como todo en Dubrovnik, está plagada de historia. Un simple vistazo a la instalación permite conocer ipso facto el motivo de lo particular de la misma, pues una canasta no está enfrente de la otra, sino que la cancha hace un giro de 45 grados desde el centro del campo. Para conocer todo lo que esconde la pista, hay que escarbar un poco más.
En Dubrovnik, donde el deporte rey es el waterpolo, han crecido sin embargo algunos de los principales nombres del baloncesto croata, segundo deporte en popularidad de la localidad. Andro Knego, pívot compañero de Drazen Petrovic en la mítica Cibona de Zagreb bicampeona de Europa en los ochenta, Nikola Prkacin, interior talentoso de prolija carrera europea, retirado en 2010, o más recientemente, el azulgrana Ante Tomic, o el ex culé, ahora en los Orlando Magic, Mario Hezonja, son algunas de la muestra del talento aparecido de una ciudad que apenas llega a los 45.000 habitantes, pero cuya importancia histórica como enclave estratégico siempre ha tenido gran relevancia.
Fue a principios del siglo XIV cuando Dubrovnik erigió las dos torres fortificadas de su bastión que escoltan lo que hoy día es la cancha, conocidas hoy como `Gornji ugao´ y `Minceta´. Ambas eran, según afirma Divo Sjekavica, arqueólogo e historiador local, "las zonas desde donde los defensores de la ciudad atacaban a los invasores en caso de asedio, pues esa zona realmente era una trampa donde eran fácilmente atacables". Ya en el siglo XV, tras la conquista del cercano territorio bosnio por parte del Imperio Otomano, en 1463, la entonces llamada República de Ragusa decidió modernizar la Minceta. Posteriormente, la construcción de una nueva pared conectando ambas torres generó la aparición de un espacio cerrado, exactamente donde hoy se ubica la singular cancha de baloncesto. De esta forma, "en 1545, se construyó en ese espacio una fundición, destinada a la fabricación de objetos cotidianos, como hebillas, y militares, como balas de cañón, que quedaría protegida desde arriba ante posibles asedios, mientras que la pared interior evitaba que posibles accidentes en la fundición afectaran a la población, de forma que la instalación se aisló y se mantuvo bajo control de la República", aclara Sjekavica.
Así transcurrieron varios siglos, hasta que un devastador terremoto que afectó a Dubrovnik en 1667, destruyó la mayor parte de la ciudad. "A partir de ese momento, tras la tragedia, las ruinas de la fundición fueron tapadas por los escombros de las casas adyacentes destruidas por el seísmo. Posteriormente, ese espacio fue tapado, y los niños empezaron a usarlo de forma espontánea a modo de cancha de recreo. Y así quedó todo hasta 2005". A ese improvisado recinto deportivo, con superficie de tierra y piedras en la que se jugaba a fútbol, baloncesto, y cualquier otro juego popular, se le conoció durante años como `Partizan´, en recuerdo de los guerrilleros de la II Guerra Mundial. Además del uso espontáneo de la población cercana, se empleó durante años como pista deportiva para la escuela primaria del casco antiguo.
Antes, en 1952, se había creado la Asociación de amigos de las antigüedades de Dubrovnik (Drustvo prijatelja dubrovacke starine), una organización sin ánimo de lucro encargada desde 1969 de gestionar las murallas de la villa. Fruto de sus actuaciones, en 2005 se iniciaron una serie de excavaciones en Peline, a cuyo mando estuvo el ingeniero civil y profesor de la Universidad de Split, Zeljko Pekovic. Las actuaciones se prolongaron hasta 2008 en una segunda fase, y sacaron a la luz la fundición destruida por el terremoto del siglo XVII, tal y como había quedado registrado en los archivos de la ciudad. En palabras de Sjekavica, "al producirse el descubrimiento, se fue consciente que el yacimiento arqueológico debía preservarse, y a ese mismo tiempo, el Ayuntamiento quería recuperar el espacio deportivo público para los niños de la ciudad. Es por ello que, tras un acuerdo entre la Asociación y los gestores municipales, se volvieron a techar las ruinas de la función con un techo de hormigón, sobre el que se construyó la pista tal y como la conocemos". Bajo ella, las ruinas de la fundición medieval son hoy día un museo inesperado. Sobre él, se desparrama el habitual talento croata cuando hay una pelota de por medio.
Sin embargo, resulta obvio que construir una cancha de baloncesto convencional en lo que un día fue una trampa para atacantes, y más tarde una factoría siderúrgica aislada de la ciudad era, a todas luces, imposible, si se querían cumplir unas mínimas medidas reglamentarias. Pese a ello, el proyecto estuvo claro, y el baloncesto era el primer candidato a ocuparlo. Consultado por Libertad Digital, Zeljko Pekovic reconoce que "el mayor problema era la forma de la pista, por lo que decidimos hacer unas canchas de baloncesto callejero, muy popular en el país, para que jueguen equipos de 3 contra 3 o 2 contra 2, incluso 4 contra 4 si son niños". Sin ir más lejos, la Dubrovacka udruga sporta i kulture, asociación local deportiva y cultural, ha organizado ya en alguna ocasión un torneo popular en tan incomparable marco.
Porque todo ello no pasaría de ser algo muy normal de no ser por la situación de la instalación, la curiosa forma de la misma, o el yacimiento arqueológico que se pisa cuando allí se juega. Pero quizá lo más espectacular de jugar allí sean las vistas que se tienen cuando se ataca en la canasta que mira hacia el mar, al Sur. "La pista tiene una hermosísima vista de la villa, realmente es una pista única en una ciudad que por sí misma es admirable. Creo que, sin duda, jugar allí es una experiencia muy especial." Sería bueno saber si también piensa lo mismo la señora que vive en la casa anexa a la cancha, en la pared frente a la muralla, y en cuyo muro trasero rebotan día sí y día también múltiples balones, aunque según confirma, entre sonrisas, Divo Sjekavica "no hay constancia hasta el momento de que se haya quejado nunca".
Se trata, por tanto, de un lugar particular en sí mismo, llamativo a ojos del foráneo, y para mayor interés, repleto de historia. Y desde luego, un paraje enormemente fotogénico, por lo pintoresco que resulta jugar al baloncesto en tan imponente recinto. Eso sí, podría llegar a ser justificable que en pleno partido algún jugador se despistara, embobado por las vistas que genera la `Perla del Adriático´. Una imagen tan espectacular que incluso, con algún retoque, fue uno de los escenarios elegidos por la productora de videojuegos EA Sports para su juego de fútbol callejero, FIFA Street 2012, en el que uno puede, por ejemplo, ver a Leo Messi hacer diabluras en la coqueta cancha de Peline. Asimismo, Nike y Foot Locker la usaron también para una campaña con la superestrella de la NBA, Kevin Durant.
Ficción, desde luego, ver al argentino del Barcelona jugar en Dubrovnik, escenario de Desembarco del Rey en la célebre serie Juego de Tronos. Pero no todo es fantasía en la maravillosa ciudad croata, donde una cancha en el sitio apropiado ha logrado llamar la atención de todos los visitantes con un mínimo interés deportivo. Un recinto que, además, esconde una buena parte de la historia de Dubrovnik.
Un aliciente más para visitar una ciudad formidable, cuna en buena medida de esa inagotable fuente de talentos deportivos que es Croacia. Talentos y pasiones por un deporte que se curten en las calles, y pocas muestras mejores en el mundo existirán que en Peline.