Bilic tiene más razón que San Jerónimo de Estridón: el rumor de biscotto entre España y Croacia es un insulto para su país y también para el nuestro. Hay que tener una experiencia dilatada y contrastada en el amaño para que a uno no se le note y lo cierto y verdad es que los españoles nunca nos hemos movido bien en el asunto del tejemaneje a gran escala; ahí está, sin ir más lejos, el caso de la pobre Betty Missiego en Eurovisión-79: fue precisamente el jurado español quien regaló a Israel los votos necesarios para que Aleluya se impusiera a Su Canción. Nosotros somos más de gestas cuando lo tenemos todo en contra o de gatillazos históricos cuando contamos con todo a favor, pero el amaño, la intriga, el conchabeo son más italianos que españoles o croatas pienso yo.
Es justamente porque los italianos han nacido en una reyerta que no se fían y piensan que los demás van a hacerle a ellos lo que probablemente ellos meditaran seriamente hacerle a los demás. Del totonero del 80, destapado por el frutero romano Massimo Cruciani y que llegó incluso a salpicar a Paolo Rossi, a la postre máximo goleador del Mundial que se celebró en España, hasta el Moggigate que acabó con la Juve en Segunda y Lazio y Milan con tres y ocho puntos menos respectivamente en el Calcio de la temporada siguiente, el fútbol transalpino ha estado permanentemente en el punto de mira; entre medias, el simpático Cannavaro jugando a los médicos y a las enfermeras y, por último, la irrupción de la policía en la concentración de Coverciano días antes del arranque de la Eurocopa.
Lo más probable es que mañana España gane a Croacia. Ganará España básicamente porque es mejor equipo que el croata y porque al que es mejor suele darle lo mismo ocho que ochenta, quién pase o con qué equipo le toque en los cuartos de final. Ya digo que a los españoles se nos dan bien otras cosas pero el negociado de lo oscuro y de la especulación suelen atenderlo con mayor determinación los italianos. En la taquilla del totonero siempre suele haber un frutero de Roma que se llama Massimo, Giovanni o Pierluigi que viene a preguntar qué hay de lo suyo, y que cuando le dicen que de lo suyo no hay nada, que vuelva mañana o mejor al otro, empieza a tirar muy despacito de la madeja y acaba montándose la mundial. La duda sólo ofende dependiendo de quien proceda, y lo que procede hoy es tomarse el insulto a chufla. Arrivederci.