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El penúltimo raulista vivo

Mate a Putin en cinco movimientos

En el año 1985, durante una exhibición de partidas simultáneas celebrada en la ciudad alemana de Hamburgo, Garry Kasparov, que jugaba con blancas, anunció públicamente a los espectadores que daría a su rival jaque mate en las próximas cinco jugadas. Al ogro de Bakú no le importaba lo más mínimo una reacción airada por parte del adversario que tenía enfrente, incapaz de mostrar sus emociones, aunque sí tenía especial interés en dejar claro delante de todos que el hijo de Clara Kasparova, aquel niño de quien Mijail Botvinnik, tres veces campeón mundial, aseveró una vez que tenía el futuro del ajedrez en sus manos, había crecido hasta erigirse en el único dueño y señor de aquel deporte.

Indudablemente Garry tenía el orgullo herido y, aunque no era demasiado habitual una muestra de soberbia tan airada como aquella, cumplió lo prometido y dio jaque mate a su rival en cinco jugadas. El Mephisto Genius 2, bautizado así en honor a un engañoso autómata del siglo XIX, heredero directo del timo de El Turco, conocido por todos como la primera máquina de ajedrez de la historia, no enarcó las cejas, ni mostró tampoco el menor síntoma de frustración. Mephisto era un ordenador, y ese día, en el transcurso de aquella partida concreta, Kasparov, el campeón mundial poseedor de una clasificación oficial más alta que la del mismísimo Bobby Fisher, demostró que la creatividad y la emoción humanas podían con el software y los complejos programas informáticos diseñados por la empresa Intel.

Ahora uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos se ha empeñado en darle jaque mate político como sea a Vladimir Putin, y eso a pesar de que el presidente de Rusia ha reiterado que no se presentará a las elecciones de 2008. Pero Kasparov, detenido en varias ocasiones por su oposición al régimen, perseguido, interrogado, registrado incluso en su propia casa por la Policía rusa, está convencido de que, aunque la Constitución es muy clara al respecto, el practicante de sambo y judo que estuvo a punto de ser taxista en los años noventa y que ahora dirige el país con mano de hierro seguirá manejando a su antojo los hilos de la política rusa, ya sea en la sombra o saltándose directamente la ley a la torera.

Putin tiene un problema con el orgullo de Kasparov, ese carácter indómito y algo salvaje que le llevó a anunciar pretenciosamente, como si de un Eddie Felson cualquiera se tratara, jaque en cinco jugadas en aquella partida contra Mephisto. Si de algo puede estar convencido Putin es de que Kasparov no parará. De eso y de que, como Gran Maestro que continúa siendo, va siempre diez o doce movimientos por delante de lo que puedan urdir sus adversarios más peligrosos. Por ejemplo, preguntado hace poco por sus orígenes (nació en Azerbaiyán), afirmaba lo siguiente: "Creo que gané suficientes campeonatos con la bandera rusa para que ahora vengan a buscarme las cosquillas en este punto. Soy un niño del imperio ruso. Soy de lengua rusa, de cultura rusa, Rusia es mi país y quiero que mi hijo crezca aquí".

Kasparov, que como jugador de ajedrez era capaz de sorprender a todos sacándose un conejo de la chistera en el último momento, como político, sin embargo, está empeñado en un único movimiento estratégico, aquel que acabe con "la corrupción, la dictadura y los métodos propios del KGB". No es despreciable la tarea, desde luego. Y si él resulta más peligroso que otros para el poder establecido es por la sencilla razón de que no se ha parado a valorar, ni se va a parar ya a estas alturas, sus posibilidades reales de éxito. No le importan, las desprecia. Está ahí por compromiso y responsabilidad. Su mensaje supone una indudable ráfaga de aire fresco ante tanto acartonamiento. No es un paracaidista, ha llegado para quedarse. Va a jugar hasta el final, aunque sea en evidente inferioridad de condiciones, avanzando las piezas como ya hiciera aquella vez contra Mephisto y más tarde en su batalla con el potentísimo Deep Blue. Nada de enroques. Está dispuesto a empeñar su prestigio, su tiempo y su astucia en el proyecto de una nueva idea de Rusia. No le van a callar, y la FIDE sabe muy bien a qué me estoy refiriendo. Peleará como lo hizo contra Anatoly Karpov. Luchará hasta el final. No cederá. Ya ha anunciado su jaque mate a Putin en los cinco próximos movimientos.

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