Rafael Nadal no esperaba ni por asomo encontrarse con la versión más pasiva del siempre peligroso y talentoso Nick Kyrgios. El jugador australiano es una auténtica delicia de jugador cuando quiere, pero si no le apetece te puede ofrecer partidos tan sumamente lamentables como el que ofreció ante el campeón español.
Nadal apenas entrenó con Kyrgios. El rival del manacorí sólo tendría una excusa lógica para su desastrosa actuación si alega problemas emocionales tras la muerte de su abuelo o molestias en la cadera, zona que se tocó en varias ocasiones durante el partido, aunque parece que el problema estaba más arriba, concretamente en la cabeza. La mentalidad de Kyrgios no está ni de lejos igual de cercana a la calidad que desprende motivado. Sin ganas en Nick, Nadal destrozó a su oponente sin piedad.
Paseo balear
El partido sólo tuvo cierta gracia en el primer set y tampoco fue nada para echarse las manos a la cabeza. Nadal se dedicó a ser profesional y a no entrar en la dinámica pasiva de Kyrgios. El español logró su primer break en el sexto juego y con el 4-2 en el bolsillo administró sus recursos hasta el 6-3 de la primera manga.
Encarrilado el choque, Nadal saltó nuevamente a la pista central sabedor de que si Kyrgios seguía sin querer competir podría machacarle sin piedad y sin mayor desgaste. Dicho y hecho. El australiano se paseó y Nadal sólo tuvo problemas en el primer juego y en la recta final. El resto fue coser y cantar.
Nadal finalizó el partido con un tanteo de 6-3 y 6-1 para sellar su billete a la siguiente ronda. Allí se encontrará con el belga Goffin, que, sin ninguna duda, ofrecerá mayor resistencia que la anarquía mal entendida de Nick Kyrgios.