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Premier League

Rebelión en el vestuario contra un Wenger que huele a carne de paloma

Wenger firma su peor temporada al frente del Arsenal. Nadie cree ya en él. Ni sus propios jugadores.

Wenger firma su peor temporada al frente del Arsenal. Nadie cree ya en él. Ni sus propios jugadores.
Wenger vive sus peores momentos al frente del Arsenal | Twitter

Ni los aficionados, ni los propios jugadores. Nadie en el entorno del Arsenal confía en Arsene Wenger. La imagen ofrecida junto a los últimos resultados cosechados, sitúan al conjunto del este de Londres en una difícil situación. Wenger ha perdido el control y bajo su batuta, el vestuario se ha convertido en un auténtico polvorín.

Varios de los pesos pesados se han rebelado. El último episodio de la galopante crisis que atraviesa el Arsenal, ha sido una reunión en pleno vestuario en la que no ha estado presente Wenger. Según informa 'The Mirror' los jugadores han llegado a una conclusión: necesitan un cambio.

La impotencia en el seno del plantel es de tal magnitud, que uno de los capitanes estuvo al borde del llanto cuando desveló la ira y la tremenda inutilidad que sentía por la actual situación de su equipo. Ese mismo jugador repitió varias veces en alto que el "ciclo de Wenger había acabado" en el Arsenal.

Los jugadores no entienden como un grupo de buenos jugadores pueden estar ofreciendo una imagen tan penosa. "Somos un gran club, pero necesitamos más ayuda de los entrenadores", comentó otro jugador en esa reunión. "Necesitamos encontrar la manera de cambiar nosotros mismos. Con Wenger no lo conseguiremos", fue la sentencia de otro componente en dicha reunión.

Uno de los presentes llegó a explicar la vergüenza que sentía cada vez que su propio hijo le preguntaba "¿Por qué sois tan malos los Gunners?".

Se marchita una leyenda

Wenger lleva 22 temporadas impartiendo clases en la Premier League y sus más de 1.000 partidos con el Arsenal lo convierten en una leyenda que llegó para poner patas arriba los cánones del fútbol inglés. Aportó color, alegría y dinamismo a un juego que aún estaba instalado en el blanco y negro. Su abecé futbolístico cambió por completo el rumbo de la Premier League.

Bajo su batuta, los gunners cambiaron de casa. Atrás quedó el viejo Highbury, donde cabían 38.000 personas, sin asientos, y fue el momento de dar la bienvenida al nuevo hogar: el Emirates, donde el conjunto del este de Londres se embolsa por cada partido como local un millón de libras. Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Reventó la burbuja inmobiliaria, se multiplicaron por tres los costes de la urbanización del nuevo estadio y el francés tuvo que comprometerse con los dueños del club a clasificar al equipo para la Champions durante cuatro años consecutivos y, al tiempo, vender a una de sus estrellas al finalizar cada curso futbolístico.

Durante años, la afición se lo agradeció, pero de un tiempo a esta parte le han pedido más títulos y menos beneficios, y han surgido voces muy críticas desde las gradas del Emirates. Y no sin razón. Desde hace tres años, con el presupuesto ya cuadrado, Wenger dispone de unos 80 millones de libras cada temporada para retocar la plantilla a su antojo. Llegaron jugadores de la talla de Özil o Alexis Sánchez, pero ahí se cortó el grifo.

Tras convertirse en una leyenda del Arsenal, el problema de Wenger es que no ha sabido reinventarse. Sus métodos de entrenamiento y su filosofía de juego son innegociables. Como parece que también lo es el hecho de caer por decreto en los octavos de Champions porque tu estilo de juego va como anillo al dedo a rivales tipo Barcelona o disponer una temporada sí y otra también de una lista interminable de lesionados.

Otro de los pecados de Arsene Wenger es el hecho de no saber aprovechar el mal momento que atravesaron históricos como el Chelsea, el Liverpool o el Manchester United, fallando, siempre, en las citas clave. Por último, la cascada de mirlos blancos sacados de la chistera por el galo parece que comienza a menguar. Nada le sale bien al le professeur.

Las dos F.A. Cups conseguidas en las pasadas temporadas aliviaron su situación, enmascarando la realidad. La afición, que antaño lo idolatraba, no aguanta más. Tampoco sus jugadores. Está temporada, ya incluso fuera de la Champions, su Arsenal firma la peor temporada en la Premier desde que el galo está en el banquillo. Son 6º, a 10 puntos de los puestos que dan derecho a jugar la próxima Liga de Campeones.

La luz que iluminaba a los gunners se ha apagado por completo. Wenger sabe que llegó la hora de cerrar la puerta por fuera. Él mismo siente que desprende un tremendo tufo a carne de paloma, siente que vive sus últimos meses como entrenador del Arsenal.

Au Revoir, Don Arsene.

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