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1968: Santiago Bernabéu volvió a nacer en Torrevieja... y Narcís de Carreras en la Roca del Vallés

Vigésimo cuarto artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando los accidentes sufridos por los presidentes de Real Madrid y Barça.

Vigésimo cuarto artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando los accidentes sufridos por los presidentes de Real Madrid y Barça.
Santiago Bernabéu posa para el fotógrafo Antonio Conesa tras el accidente de tráfico sufrido en enero de 1968 en Torrevieja. | CIHEFE

Como si fueran dos caras de la misma moneda, el destino se complace siempre en unir, de una u otra forma, los caminos del Barça y del Real Madrid. Nunca están lejos el uno del otro, ya sea para lo bueno como para lo malo. En nuestra Guerra Civil pintaron bastos para ambos, pues tanto el presidente barcelonista, Josep Sunyol, como el merengue, Antonio Ortega, fueron víctimas de la contienda fratricida, y tres décadas más tarde, en 1968, el mandatario del club catalán, Narcís de Carreras Guiteras (La Bisbal de L´Empordá, Girona, 1905-Barcelona, 1991), y el de la entidad madrileña, Santiago Bernabéu de Yeste (Almansa, Albacete, 1895-Madrid, 1978), van a sufrir sendos accidentes de tráfico que pudieron tener fatales consecuencias, aunque el madridista salió ileso, y el blaugrana resultó herido de alguna consideración, pero no tardó demasiado tiempo en recuperarse.

Una colisión mañanera

No había hecho más que nacer ese por tantas cosas memorable año 68, cuando va a producirse un suceso que bien pudo cambiar la historia del Real Madrid, aunque al final se quedara únicamente en un susto y en una curiosa anécdota. En una de sus frecuentes estancias en la localidad alicantina de Santa Pola, donde el patriarca madridista poseía una casa y una barca de pesca, Santiago Bernabéu sufrirá un aparatoso accidente de tráfico al estrellarse su automóvil, un Morris con matrícula M-282.958, contra un camión cisterna, pero saliendo el presidente merengue por fortuna completamente ileso, y con el buen humor de dejarse fotografiar junto al vehículo volcado, exhibiendo una amplia sonrisa, tocado con una boina y ataviado con ordinarias ropas de faena, como un paisano cualquiera.

Ocurrió en la vecina Torrevieja, en la confluencia en las calles María Parodi con Ramón Gallud, a las 7 de la mañana del martes 9 de enero, cuando se dirigía al puerto para dar comienzo a una jornada de pesca, el hobby con el que habitualmente se relajaba. Como resultado de la colisión, el turismo que conducía Bernabéu impactó contra la pared de un edificio próximo, tras romper una barandilla de peatones existente en la esquina, indicadora también de la dirección del puerto, quedando volcado en sentido lateral, con las cuatro ruedas hacia arriba. Pasaba por allí casualmente el pintor y fotógrafo torrevejense Antonio Conesa Morales, quien inmortalizó al mandatario madridista luciendo una sonrisa de oreja a oreja, apoyado en el coche, con un puro en una mano y un periódico en la otra. A Conesa se le ocurrió enviar la fotografía a la agencia de noticias EFE, que a su vez la remitió al diario ABC, donde salió publicada al día siguiente en primera plana, ilustrando la información sobre el accidente. Y tanta repercusión tuvo la oportunísima instantánea, que al poco tiempo el propio Conesa recibió como premio un carné de dicha agencia acreditándole como periodista gráfico.

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Y es que el antiguo delantero del Real Madrid acababa de regatear a la muerte, de modo que tenía sobradas razones para estar contento. Y reseñemos como anécdota que la humilde indumentaria que acostumbraba a vestir para salir de pesca —boina, vasta camisa, pantalones mahón…— llamó en cierta oportunidad la atención de una señora, que tomándole por un pordiosero se acercó a él con la intención de darle una limosna, teniendo que ser otro vecino quien la sacase de su error, explicándole que aquel desaliñado anciano era nada menos que el presidente del Real Madrid, uno de los clubes de fútbol más importantes y poderosos del mundo.

Unas polémicas declaraciones

Bernabéu contaba ya 72 años de edad, pero se encontraba aún en plena forma, con su campechanía manchega y su acerado verbo de siempre, tal como, sin ir más lejos, pondría de manifiesto algunos meses más tarde, tras la disputa de la final de la Copa del Generalísimo de aquel año, que se llevó el Barça para la Ciudad Condal gracias a un desafortunado autogol del central madridista Zunzunegui. Sucedió a finales de julio, tan sólo unas semanas después de aquel polémico encuentro que ha pasado a la historia de nuestro fútbol como la Final de las botellas, debido al lanzamiento de envases de cristal al terreno de juego por parte de un sector de la afición madridista, como protesta por el arbitraje del colegiado balear Antonio Rigo Sureda, que consideraban favorable a los intereses azulgranas. El día 27 de julio la revista murciana Murcia Deportiva publicaba unas incendiarias declaraciones del patriarca merengue, entre las que brillaban perlas como esta:

"A Vila —por Juan Vilá Reyes, el famoso empresario del caso Matesa, a la sazón presidente del RCD. Español— lo admiro. Sólo por el hecho de presidir en Cataluña un club que se llama "Español" ya es digno de admiración". O esta otra: "no están en lo cierto quienes dicen que no quiero a Cataluña. La quiero y la admiro a pesar de los catalanes"-.

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Eran otros tiempos, evidentemente, pero tan francas e imprudentes declaraciones levantaron una enorme polvareda, y no sólo en la prensa barcelonesa, sino también en la madrileña. Sin embargo Bernabéu, a su edad y con toda su trayectoria y carisma a cuestas, se sentía ya por encima del Bien y del Mal, y pasó olímpicamente de retractarse, como le pedían con insistencia desde la Ciudad Condal.

Narcís de Carreras: un prohombre catalán

En cuanto a Narcís de Carreras, el presidente culé llevaba en el cargo muchísimo menos tiempo que su homólogo madridista (que se acercaba ya al cuarto de siglo), pues había accedido a él por aclamación en los mismos días del accidente de Bernabéu, en enero de aquel movidito 68, sin tener que someterse al veredicto de las urnas —muy restrictivo en aquellos tiempos, limitado a unos pocos centenares de socios compromisarios—, y al frente de una denominada "Candidatura de Unidad", para tratar de cerrar una de las fracturas periódicas —aunque tal vez convendría más llamarías "estructurales"— que sacuden al barcelonismo.

Un tipo curioso, este Carreras, todo un prohombre. Abogado de profesión, catalanista moderado y militante de la Lliga antes de nuestra Guerra Civil, había sido secretario personal y albacea testamentario de Francesc Cambó, el destacado político catalán, y luego había ostentado numerosos cargos en la industria textil, el tradicional vivero de directivos del Barça, condición que también tuvo durante una buena temporada, como vicepresidente en lo mandatos de Agustí Montal Galobart y Enric Martí Carreto. Y en el momento de su exaltación a la primera magistratura blaugrana, ojo al dato, era también Procurador en Cortes por la provincia de Gerona.

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En su discurso de toma de posesión ya había pronunciado una frase que estaba llamada a alcanzar la gloria y a ser inscrita en los anales con letras de oro, al afirmar que el Barça "era más que un club". Carreras solamente va a mantenerse en el cargo en el breve período comprendido entre ese mes de enero de 1968 y principios de noviembre de 1969, cuando su ilusoria "Junta de Unidad" saltó hecha pedazos, minada por las irresolubles disensiones entre sus miembros y la deficiente marcha deportiva del equipo. Próximamente nos ocuparemos de ese turbulento episodio de la historia azulgrana, pero reseñemos que una vez fuera del Barça Carreras sería nombrado nada menos que presidente de La Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares, es decir, La Caixa, puesto que ocupará entre los años 1972 y 1987, siendo sustituido en esta última fecha por otro prócer catalán aun más célebre, Juan Antonio Samaranch, al que cierto biógrafo llamó sarcásticamente ‘el Señor de los Anillos’ (olímpicos, por supuesto…).

El accidente de circulación en el que se verá involucrado Narcís de Carreras se produjo en la madrugada del día 12 de agosto de 1968 a la altura de La Roca del Vallés, cuando en compañía del vicepresidente segundo del Barcelona, José María Sentís, se dirigía desde la Bisbal a la Ciudad Condal, para estar presente en el Camp Nou, donde se iba a efectuar el primer entrenamiento de la temporada 68-69. El vehículo, conducido por el señor Sentís, se salió de la carretera chocando contra una roca, valga la redundancia. Afortunadamente el accidente no revistió la gravedad que en un principio se presumía. Carreras sufrió la fractura de algunas costillas, mientras que el diagnóstico del señor Sentís fue de contusión en el esternón y luxación de la mano derecha.

Se informó del suceso por megafonía al publico que se había dado cita en el coliseo azulgrana, y va a ser el vicepresidente primero, Miguel Sabaté Pijoán, quien se haga cargo de los discursos de presentación en ausencia forzada del mandatario barcelonista. Los jugadores de la plantilla, el entrenador Salvador Artigas, y el doctor Altisench, médico del Barça, visitaron a ambos dirigentes, una vez concluido el primer entrenamiento de la temporada, en la clínica donde estos se hallaban internados, aunque los dos pudieron reintegrarse pronto a sus actividades habituales sin mayores problemas.

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Los máximos dirigentes de los dos grandes de nuestro fútbol le habían pegado un buen quiebro a La Parca. A Bernabéu aun le quedarían por delante diez años de vida, y de presidencia, aunque ya no volvería a ver a su equipo ganar otra Copa de Europa. En cuanto a Carreras, una década más joven, todavía viviría cerca de un cuarto de siglo, pero casi todo ese tiempo lo pasaría como simple aficionado culé, pues, tal como ya hemos indicado, los malos resultados de la temporada 68-69 y comienzos la siguiente, así como la quiebra de su junta directiva, le obligaron a dimitir de uno de los cargos más codiciados de Cataluña, aunque poco más tarde se resarciría poniéndose al frente de otra de las principales instituciones del Principado, La Caixa.

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