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Copa del Rey

Zunzunegui, el madridista que le brindó una Copa al Barça

Trigésimo noveno artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando a un jugador que vistió la camiseta blanca durante 7 temporadas.

Trigésimo noveno artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando a un jugador que vistió la camiseta blanca durante 7 temporadas.
Zunzunegui se marca en propia meta el gol que le daría la Copa al Barcelona en 1968. | CIHEFE

Ocurrió en 1968, en una de las finales de Copa más polémicas de la historia, que no de las mejores o más épicas. Pero enfrentaba por segunda vez a los dos clubes más grandes de nuestro fútbol —la primera había sido en 1936, tan sólo unas semanas antes del estallido de la Guerra Civil—, y el ambiente ya se había caldeado previamente, de manera que los ánimos estaban exaltados, y más que lo iban estar durante el transcurso de aquel encuentro entre el Real Madrid y el entonces oficialmente denominado "Club de Fútbol Barcelona", ante la mirada del Generalísimo Franco, que entregaría el trofeo que llevaba su nombre, y la de cien mil espectadores en vivo (casi todos aficionados merengues), y unos cuantos millones a través de la televisión.

De la cantera celtiña

Y uno de los principales protagonistas, de forma involuntaria, iba ser el central madridista Fernando Zunzunegui, quien a pesar de ostentar un apellido tan rotundamente vasco había nacido en Vigo, el 5 de octubre de1943. Era un jugador corpulento, expeditivo y buen dominador del juego aéreo, que podía jugar tanto en el centro de la defensa o como lateral de ambas bandas, y también de medio defensivo, un auténtico comodín de la zaga.

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De los juveniles del Chao, un popular club vigués había pasado al Celta, que primero lo cedió al Turista, debutando con el primer equipo celeste en las postrimerías de la temporada 62-63. El conjunto olívico pasaba entonces por su particular travesía del desierto, debatiéndose en el Grupo Norte de la Segunda División, tras haber perdido la máxima categoría en 1959. Zunzunegui, que ya había sido internacional como juvenil, se hará con la titularidad en la 63-64, y despachará dos excelentes campañas con el Celta. Tanto, que va a llamar la atención del Zaragoza y el Real Madrid. Los aragoneses le ofrecían más del doble que los del Bernabéu, pero él prefería unirse a esto últimos, y se cuenta que ya iba en el coche con el gerente del Celta, rumbo a la ciudad del Ebro, cuando a medio camino decidió optar por el cuadro merengue, por el que tenía una gran simpatía. Y eso que también aseguran que de haber firmado por el conjunto maño podría haberse librado de la mili, que de ese modo tuvo que cumplir en el lejano Sáhara español, en El Aaiun, frenando su progresión, y obligándole a pasar año y medio en blanco, hasta su licenciamiento.

La final de las botellas

Una vez en la capital tardará en entrar en la dinámica del equipo madridista. En aquel fútbol sin cambios reglamentarios tenía difícil hacerse en hueco en el once titular, pero finalmente lo va a conseguir ya muy avanzada la temporada 66-67 por lesión del habitual central merengue, Pedro de Felipe, y lo lograría de nuevo desde los inicios de la siguiente campaña, pues el citado De Felipe sufrió una serie de problemas físicos que le tuvieron en el dique seco durante la práctica totalidad de la campaña. De modo que Zunzunegui va a alinearse nada menos que en 26 encuentros de Liga, 7 de Copa de Europa y 9 de Copa del Generalísimo. Una auténtica pasada.

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Esa edición del torneo del KO va a deparar una final por todo lo alto, enfrentando por segunda vez en la historia en el partido decisivo de dicha competición a Real Madrid y Barcelona (la primera había sido en 1936, en Mestalla, en vísperas de nuestra Guerra Civil, con triunfo madridista por 2 a 1). El Barça había eliminado sucesivamente a Real Gijón —así se denominaba entonces oficialmente al Sporting—, Real Sociedad, "Atlético de Bilbao" —el Athletic, vamos— y Atlético de Madrid, mientras que el Real Madrid dejaba en la cuneta al Calvo Sotelo de Puertollano, Sevilla, Real Zaragoza y Celta de Vigo. El escenario iba a ser el habitual por aquellos años, el propio estadio Santiago Bernabéu, y como juez de la contienda fue designado el colegiado internacional balear Antonio Rigo Sureda (Palma de Mallorca, 1930-2007), que ya había arbitrado los dos encuentros previos de la eliminatoria entre culés y colchoneros, así como numerosos partidos de la reciente Liga en los que intervenía el club catalán.

Una desgraciada jugada que cuesta un título

A las ordenes del señor Rigo ambos conjuntos presentaron las siguientes alineaciones: por el Real Madrid, Betancort; Miera, Zunzunegui, Sanchis; Pirri, Zoco; Serena, Amancio, Grosso, José Luís y Miguel Pérez; y por el Barcelona, Sadurní; Torres, Gallego, Eladio; Zabalza, Fusté; Rifé, Zaldúa, Mendonça, Pereda y Rexach. Miera y Zaldúa eran los respectivos capitanes. Los azulgranas presentaban su equipo de gala, mientras que los blancos contaban con notables ausencias; Calpe, De Felipe, Velázquez y el veterano capitán Paco Gento.

Tan sólo iban transcurridos 6 minutos de juego cuando Quimet Rifé centró desde a izquierda, pero con su pierna derecha, y Zunzunegui, situado en el centro de la defensa, en el área pequeña, golpeó el balón con la intención de despejar el peligro, pero lo hizo de tal manera, que el esférico cogió un efecto inesperado batiendo a un sorprendido Betancort. El jugador madridista, consciente de la gravedad de la pifia que acababa de cometer, quedó tumbado en el suelo, lamentándose de su error, mientras sus compañeros se aprestaban a consolarle.

Ese gol en propia meta iba ser a la postre determinante, pues a pesar de que desde entonces el Madrid llevó casi todo el peso del encuentro, con muy esporádicos contragolpes barcelonistas, los blancos no vana poder batir a Sadurní. El público mostrará estruendosamente su desaprobación con el arbitraje, reclamando dos presuntos penaltis cometidos sobre Amancio y Serena, y parte de él arrojará envases de cristal al terreno de juego, poniendo en riesgo la integridad física de los veintidós protagonistas y el trío arbitral. Al final Franco entregó el trofeo que llevaba su nombre al capitán azulgrana, el navarro José Antonio Zaldúa, y el Barça no pudo dar la preceptiva vuelta triunfal al campo debido el cariz que habían tomado las cosas, siendo recibidos como auténticos héroes en el Aeropuerto del Prat a su regreso a la Ciudad Condal.

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¿Y Zunzunegui? Pues se recuperó del mazazo, y si bien no volvió a firmar una temporada tan completa como aquella, a pesar de su amargo final, continuó durante varias temporadas siendo un jugador importante en su condición de comodín defensivo. Sin embargo, a partir de 1971 su papel en el equipo ya seria absolutamente residual, y con 30 años va a abandonar el Real Madrid —no se llevaba demasiado bien con Miguel Muñoz—, fichando por un Levante UD que acababa de regresar a la Segunda División y pretendía formar un buen equipo para consolidarse en ella e intentar el asalto a la máxima categoría. Un año más tarde colgaría las botas, y quien fuera secundario de lujo en el Real Madrid de los ye-yés se iría del fútbol silenciosamente, y perderíamos su pista por completo, hasta que en el verano de 2014 conocimos la triste noticia de su fallecimiento a consecuencia de un infarto.

Desaparecía así un futbolista honesto, un buen profesional, que se había definido como "un hijo del Real Madrid", club en donde militó por espacio de siete temporadas, disputando 112 partidos oficiales y consiguiendo cuatro goles, con un palmarés en el que figuraban cuatro campeonatos de Liga (66-67, 67-68,68-69 y 71-72 ) y uno de Copa (1970). Siempre le estuvo tremendamente agradecido a un club que se le había dado todo, y al que el propio Zunzunegui perjudicó de manera involuntaria en un encuentro que ha pasado a la historia de nuestro fútbol, y que hoy se sigue recordando, medio siglo largo después de aquella desgraciada jugada suya del minuto 6.

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