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La automutilación, el atroz dopaje de los paralímpicos

La Agencia Mundial Antidopaje y el Comité Paralímpico Internacional alertan contra esta práctica, también denominada boosting.

La Agencia Mundial Antidopaje y el Comité Paralímpico Internacional alertan contra esta práctica, también denominada boosting.
Ciclistas paralímpicos compitiendo en los Juegos de Río 2016. | EFE

El dopaje, una de las principales lacras del deporte, tampoco escapa a los paralímpicos, ahora que estos deportistas con discapacidad celebran durante estos días sus Juegos en Río de Janeiro.

Y uno de los principales métodos de dopaje de los paralímpicos resulta sencillamente atroz. Asombrosamente sádico. Así, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y el Comité Paralímpico Internacional (CPI) han alzado sus voces para advertir de los peligros que conlleva la automutilación o boosting, una forma de dopaje específica de estos atletas con discapacidad que pone los pelos de punta.

Así, la AMA y el CPI ya han advertido que vigilarán especialmente el boosting durante los Juegos Paralímpicos, que se celebran en Río de Janeiro del 7 al 18 de septiembre.

Esta práctica concierne en concreto a aquellos deportistas con lesiones de médula espinal. Además de la parálisis y de la pérdida de sensaciones de sus miembros inferiores, estas personas sufren a menudo problemas de tensión y de ritmo cardíaco. Durante un esfuerzo violento, las personas en silla de ruedas no ven aumentada su frecuencia cardíaca a lo que les pide el cuerpo en plena actividad, por lo que su rendimiento es menor y la fatiga crece.

De esta forma, algunos de ellos intentan compensar este hándicap automutilándose los miembros insensibilizados, en los que no sienten ningún tipo de dolor, para aumentar la presión sanguínea, mejorar el aporte de sangre a los músculos y, en definitiva, obtener un mejor rendimiento deportivo.

Electrochoques, heridas sangrientas, bloqueo de la sonda urinaria para relajar la vejiga, calzado excesivamente apretado, torsión o aplastamiento de los testículos, fractura del dedo gordo del pie... la lista de los horrores del boosting no tiene fin, y por ello tanto la AMA como el CPI quieren erradicar esta práctica atroz a toda costa.

Ambas ya realizaron una investigación hace unos años, con datos de 2008 y 2009, que concluyó que el 16,7% de los atletas participantes en eventos paralímpicos admitió haber recurrido al boosting en alguna ocasión. Es decir, uno de cada seis. Sencillamente demoledor.

Ni que decir tiene que esta práctica, prohibida desde el año 2004 coincidiendo con la celebración de los Juegos Paralímpicos de Atenas, conlleva graves problemas de salud como la hiperreflexia autónoma, un brusco aumento de la presión arterial que puede desencadenar un ataque cerebral o cardíaco.

En estos JJPP de Río 2016 se prohíbe participar en competición a cualquier atleta con una presión arterial superior a los 160 mmHg (ya se considera hipertensión a partir de los 140).

Pero las estadísticas también revelan un importante número de deportistas que exageran su discapacidad. Así, el diario británico Sunday Times informó la semana pasada de la renuncia a Río 2016 de Bethany Wood, una multimedallista en atletismo que sufre parálisis cerebral, al considerar que se está autorizando a otros atletas a participar en su categoría con menos hándicap que ella. Es lo que se conoce como intentional misrepresentation (falsedad intencionada).

En la natación algunos participantes nadan deliberadamente más lento de lo que son capaces durante las clasificaciones y sólo rinden a su nivel durante la competición.

El caso más llamativo se produjo en Sydney 2000 cuando al equipo español de baloncesto le fue retirada la medalla de oro al descubrirse que 10 de sus 12 integrantes habían exagerado su discapacidad mental por petición de las autoridades federativas. El caso salió a la luz pública después de que uno de sus integrantes, Carlos Ribagorda, revelase el engaño.

"Hay una preocupación importante por los intentos de atletas de eludir el sistema (de controles), pero la frontera para demostrar estos casos, más allá de las dudas razonables, es demasiado fina", advierte Peter van de Vliet, director de los servicios médicos del Comité Paralímpico Internacional, ante la dificultad existente para clasificar a estos atletas según su nivel de discapacidad.

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