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150 años del primer partido internacional de rugby

Escocia e Inglaterra se enfrentaron el 27 de marzo de 1871 en el campo de Raeburn Place, en Edimburgo.

Escocia e Inglaterra se enfrentaron el 27 de marzo de 1871 en el campo de Raeburn Place, en Edimburgo.
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Hace siglo y medio, el fútbol y el rugby eran dos maneras de practicar el mismo deporte, fruto de la evolución natural que propició su expansión geográfica y temporal. Normalmente, una se imponía sobre la otra por la fuerza de la costumbre. Así, según las condiciones físicas de los hombres de cada región, se iba forjando una tradición de fútbol, como en Lancashire o Yorkshire, o de rugby, como en Gales.

Según avanzaba el XIX, la tecnología, la movilidad de la población y la comunicación socializaron la práctica de un deporte con dos disciplinas claramente diferenciadas. A lo largo y ancho de las Islas Británicas se fueron creando equipos que acabarían por ser clubes. La expansión no conllevó una homologación de normas que permitiera practicar lo mismo en cada rincón del Reino Unido, por lo que los interesados en jugar sin tener que pactar las reglas antes de cada partido recurrieron a métodos tan clásicos y como efectivos: a finales de 1870 aparecieron dos cartas en la prensa londinense.

La primera, el 4 de diciembre, en el ‘Times’, invitaba a "aquellos que juegan al rugby" a que se reunieran para tratar de estandarizar las normas y eliminar las acciones más violentas. En cuestión de semanas, el 21 de enero de 1871, representantes de los principales clubes ingleses se encontraron en un restaurante de la londinense Regent Street, donde acabaron por crear la Rugby Football Union. Es decir, la Federación Inglesa de Rugby.

La segunda carta fue publicada el 8 de diciembre en ‘The Scotsman’ y en una revista londinense de la época, llamada ‘Bell’s Life’. La misiva, enviada desde el norte, tenía el objeto de convencer a los suficientes jugadores ingleses para probar de qué era capaz una selección escocesa: "Nosotros, como representantes de los intereses futbolísticos de Escocia, por la presente desafiamos a cualquier equipo seleccionado de toda Inglaterra a jugar contra nosotros un partido: 20 por equipo, reglas del rugby, en Edimburgo o Glasgow". No eligieron las normas por casualidad: en ambas ciudades y en toda la nación el rugby era eminentemente más popular que el fútbol.

Aunque entusiasta, el mensaje fue ignorado por la recién fundada RFU, que había nacido para homologar las normas dentro de su país, y bastante tenía con ello. Sólo un club, uno de los más antiguos de Londres, Blackheath, aceptó el reto por medio de Frederick Stokes, que se convertiría así en el primer capitán de la historia de la selección inglesa.

Tras los necesarios acuerdos sobre el lugar, las normas que regirían el encuentro y su duración (dos partes de 50 minutos cada una), los escoceses, liderados por Francis Moncreiff, organizaron un plan de entrenamiento para asegurarse de que los jugadores seleccionados fueran los mejores. Era una oportunidad nacional. Los ingleses, con Stokes al frente, después de viajar en tren toda la noche durmiendo sobre tablas en un vagón de tercera clase y pagando sus propios billetes, llegaron a Edimburgo unas horas antes del partido.

El 27 de marzo de 1871 en Raeburn Place

Allí, la mayoría de los habitantes de la ciudad vivieron aquella tarde del 27 de marzo de 1871 como cualquier otra de inicios de la primavera escocesa. Seguramente, también quienes leyeron en la edición de esa mañana de ‘The Scotsman’ que el campo de Raeburn Place, sede del Academical Cricket Club, albergaría un acontecimiento deportivo sin precedentes: el primer partido internacional de rugby. Sea como fuere, no pocos le dieron importancia. Aquel lunes, en horario laboral, alrededor de 4.000 personas acudieron a una explanada de lo que entonces era el norte de Edimburgo y pagaron un chelín por la entrada para presenciar un encuentro que sería poco menos que irreconocible para el aficionado de hoy. Por aquel entonces, un ensayo era sólo eso: la oportunidad de ensayar un tiro. No sumaba puntos. Lo más difícil del juego no tenía valor por sí mismo. Tampoco existían las sanciones: los caballeros no hacen trampas.

Según contaron los periódicos al día siguiente, los ingleses lucieron camiseta blanca, adornada con una rosa roja y los escoceses, camiseta marrón, con un cardo en el pecho. También que destacaron la diferencia física entre ambos equipos: el inglés, más pesado y fuerte. A pesar de ello, Escocia presentó un equipo más trabajado y demostró estar en mejor forma para el ritmo del partido. Arthur George Guillemard, jugador inglés, escribió: "El partido estuvo muy disputado hasta el descanso, después del cual la combinación de los escoceses, que conocían a fondo el juego de sus compañeros, y su entrenamiento comenzaron a rendir".

Pese al acuerdo previo, la confusión en torno a las reglas acabó por surgir. A diferencia de las formas actuales, los ingleses protestaron un ensayo local. Según algunos relatos, a un jugador escocés se le cayó el balón, lo cual era falta en Inglaterra, pero no en Escocia. Más tarde, el Dr. Almond, uno de los árbitros, reconoció no haber visto lo que pasó y haber señalado ensayo de Escocia porque "cuando un árbitro tiene dudas, está justificado decidir en contra del lado que hace más ruido".

Victoria de Escocia. Primer capítulo de una costumbre que no tardó en convertirse en tradición: en 1879 ya disputaron un trofeo físico que es historia presente del deporte. La Copa Calcuta, donada a la RFU por el club de esa ciudad india, fundado en 1872 por soldados y expatriados que, cuando comenzaron a abandonar Bengala y con ella su club, reunieron todas las rupias de plata que encontraron, hasta sumar 270, y se las entregaron a un orfebre local para que labrase el trofeo de las cobras y el elefante que, desde entonces, con las únicas interrupciones de las dos Guerras Mundiales, disputan y custodian Escocia e Inglaterra.

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