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Violette Morris, de estrella del deporte a espía de Hitler

Era una destacada deportista en los años 30. Poco más tarde, era espía de Hitler. Y muy sádica. Llegaría a ser bautizada como ‘La Hiena de Hitler’.

Era una destacada deportista en los años 30. Poco más tarde, era espía de Hitler. Y muy sádica. Llegaría a ser bautizada como ‘La Hiena de Hitler’.
Violette Morris, antes de una prueba de lanzamiento de disco. | Archivo

Violette Morris fue una estrella deportiva en los años 30. Brilló en atletismo, boxeo, automovilismo, fútbol… No sólo eso. También fue firme defensora de los derechos de las mujeres. Hasta el punto de ganarse muchos enemigos por ello.

Una década más tarde, era espía y colaboracionista de la Alemania Nazi en su Francia natal. ¿Cómo pasó de ser una atleta olímpica, a ser un monstruo despiadado por la causa nazi?

Esta es la rocambolesca historia de Violette Morris, la Hiena de Hitler.

Una leyenda deportiva

El 18 de abril de 1893 nace en París Émilie Paule Marie Violette Morris. De familia aristocrática, su educación transcurre en el internado religioso de L'Assomption de Huy, en Bélgica.

Allí sorprende por sus enormes capacidades atléticas. Hasta el punto de destacar en deportes tan dispares como tenis, natación, ciclismo, atletismo, fútbol o boxeo. Efectivamente, deportes varios de ellos en los que la presencia de una mujer era poco común.

La Primera Guerra Mundial le permite conocer otro mundo deportivo que la fascinará igualmente: la velocidad. Se alistará como correo en la Cruz Roja, conduciendo una motocicleta o una ambulancia, según la necesidad. Entre bombas y disparos, en la Batalla del Somme o en la de Verdún. Y aquello le encanta.

Por eso, nada más regresar de la Guerra, retoma su actividad deportiva. Y la multiplica.

Donde más brilla es en atletismo. Participa en la Olimpiada de Mujeres de 1921, imponiéndose en las modalidades de lanzamiento de peso y de jabalina, y en los Juegos Mundiales de Mujeres de 1922, logrando la plata en lanzamiento de peso a dos manos. Todo aquello teniendo en cuenta que en aquellos años las atletas tenían vetada su participación en los Juegos Olímpicos, por lo que aquellos encuentros significaban los campeonatos con las mejores deportistas del mundo.

Además, logra el récord mundial de lanzamiento de peso en 1924, el record de Europa de lanzamiento de jabalina en 1921, y cerca de 50 medallas de oro en meetings nacionales e internacionales.

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Entre otros éxitos, se proclamará también campeona nacional francesa de boxeo; logra la plusmarca mundial de ciclismo tras moto femenino en Buffalo; y termina segunda en la carrera automovilística de resistencia 24 horas Bol d´Or.

El listado continúa. A Morris le encanta probarlo todo. Porque no se quiere poner límites, y porque sabe que deporte que practica, deporte que en que destaca. Así, brillará también en halterofilia, waterpolo, equitación, tiro con arco, o lucha grecorromana. Y paralelamente a todo esto, juega –de 1920 a 1926- en el Olympique de París de fútbol.

"Un mal ejemplo"

Sin embargo, los grandes y variados éxitos deportivos logrados no le impiden enfrentarse a las autoridades y a la sociedad de la época. Violette sabe que nunca será vista simplemente como una mujer a la que le gusta practicar deporte. No hay cabida en aquellos años 20 para una mujer a la que le gusta practicar deporte.

Así que decide lanzar un pulso. Y comienza a vestir y peinar como un hombre. Habla como un hombre. Insulta como un hombre. Se pelea como un hombre. Fuma, bebe, y siempre va acompañada de mujeres.

Aquello provocará primero las críticas de las autoridades deportivas. Y más tarde una sanción. En 1928 la federación francesa de atletismo le revoca su licencia, argumentando que era un "atentado contra la moral pública" y "un mal ejemplo para las demás mujeres".

Se pierde de ese modo los Juegos Olímpicos de Amsterdam de ese mismo año, los primeros que permitieron la participación de la mujer en atletismo, y en los que Violette Morris estaba dispuesta a participar en el lanzamiento de disco.

La Hiena de la Gestapo

Todo aquello provoca en ella una sensación de rechazo, de animadversión hacia su propio país, que más tarde sabría aprovechar la Alemania Nazi.

Conscientes de ello, la invitan a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Violette Morris acude, y queda deslumbrada por la brillante propaganda nazi desplegada durante todos aquellos Juegos.

No es de extrañar que poco después acepte colaborar con ellos.

Haciéndose valer de su popularidad –a pesar de todo- y sus numerosos contactos, de sus conocimientos militares adquiridos durante su participación en la Primera Guerra Mundial, y de su facilidad para desplazarse, Violette Morris trabaja como espía infiltrada en las redes de la Resistencia y como interrogadora de la policía. Proporciona información muy valiosa a las SS, referente sobre todo a la Línea Maginot y a los planes de defensa de París.

Quizá por venganza contra su propio país, quizá por resentimiento, quizá por afán de notoriedad… pasará a formar parte de la Gestapo francesa (también conocida como Carlingue) durante la ocupación. Según varios historiadores, destaca por su sadismo y gusto por la tortura, lo que le vale el apodo de "la hiena de la Gestapo".

Hasta que el 26 de abril de 1944 se produce su muerte. También con muchas incertezas.

Según la mayor parte de las teorías, se ordenó expresamente su ejecución desde los servicios de inteligencia de la Francia Libre. Sabían de su valía para con el enemigo, y por eso había que eliminarla.

Sin embargo, también se apunta a que su muerte se produjo por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Que el objetivo real era la familia Bailleul, colaboracionista, a la que Morris estaba desplazando con su vehículo hacia Beuzeville.

Sea como fuere, una emboscada de miembros de la Resistencia Francesa esperaba el vehículo en la mañana de aquel 26 de abril, escondida entre la maleza. En el momento preciso comenzaron a disparar, y las balas terminaron con la vida de todos sus ocupantes.

Entre ellos, Violette Morris. La mujer que sólo unos años antes había sido un ídolo y referente en Francia. Una de las mayores leyendas del deporte femenino galo, aún hoy. Pero también, para muchos, una traidora a su patria. Una espía y colaboracionista nazi, que terminaría pagándolo con su vida.

Una vida repleta de luces y sombras. Una vida de muchas incógnitas. Heroína o villana, según se mire. Y una vida que hoy, 80 años después de su desaparición, sigue provocando curiosidad y enigmas. Admiración y rechazo a partes iguales.

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