Era mayo de 1987 cuando el diseño del que iba a convertirse en el primer coche de Lexus llegaba a las manos de los altos cargos de Toyota. Dos años después, en Detroit, el lujoso sedán hacía su flamante presentación al mundo con el nombre LS 400 adornando su carrocería.
En el apartado de diseño se siguieron unos criterios ya marcados por los rivales como Mercedes-Benz o BMW, ya que en Toyota no querían pasarse de listos y hacer un coche que desentonase con la elegancia y sutiliza propia del segmento de las berlinas de lujo. Sin embargo, a pesar de que la moda eran formas 'cuadradas', Lexus hizo especial hincapié en el trabajo aerodinámico, pasando largas horas en el túnel de viento para garantizar unos consumos y unas prestaciones óptimas. Y no solo se tomo como importante este punto, sino que se colocaron micrófonos en el interior para así poder detectar cualquier ruido molesto en el interior, garantizando de esta manera un confort de viaje al nivel de los más lujosos coches del mercado.
Bajo el capó, este LS 400 montaba un motor V8 atmosférico de 4 litros que se asociaba a una caja de cambios automática de cuatro relaciones. Esta enviaba los 260 caballos de potencia que producía el motor al eje trasero.
En el interior, el Lexus contaba con hasta 24 variedades distintas de maderas, con diferentes calidades, colores, texturas y diseños. Esto casaba a la perfección con la tapicería en cuero con la que contaba el modelo.
Y es que la firma japonesa no dejó nada al azar ya que, según las encuestas que realizaron en el departamento de marketing, los clientes americanos, por ejemplo, valoraban mucho la imagen, muy por encima de las prestaciones, que se situaban en el cuarto puesto de la lista. Es por esto que la apuesta que hicieron por un diseño sobrio y elegante fue un completo acierto, lo que unido a su precio, hizo que los rivales alemanes empezasen a tener en cuenta a su oponente nipón desde el primer día, ya que por 35.530 dólares de la época, este coche ofrecía un ahorro de miles de dólares respecto a la competencia, que además no se veía traducido en peor calidad o menor confort.
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