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DISCURSO ÍNTEGRO DE RAJOY EN EL DEBATE

Mariano Rajoy ha reprochado al vicepresidente segundo del Gobierno, Pedro Solbes, que haya modificado "in pectore" el contenido de los presupuestos al haber recibido "la consigna de aprobar el tramite parlamentario como sea". En su defensa de la enmienda a la totalidad de los presupuestos presentada por su grupo, el jefe de la oposición ha reclamado una explicación sobre el reparto de inversiones para Cataluña, que ha supuesto un "agravio comparativo" hacia otras comunidades, y ha pedido al Ejecutivo que explique la fórmula de reparto. Este es íntegro el discurso del dirigente popular.

Después de la vibrante intervención del señor vicepresidente económico del Gobierno, subo a esta tribuna para defender la posición de mi grupo y quiero comenzar diciendo que otra vez nos enfrentamos a un debate de presupuestos movedizos. No sabemos si hemos de discutir los documentos que el Gobierno ha remitido a la Cámara o si, como ocurrió ya con anterioridad, existen o están a punto de existir modificaciones pactadas en secreto con algún grupo parlamentario que alteren el contenido de las cuentas del Estado.
 
Hasta hace tan sólo unas horas el Proyecto de los Presupuestos Generales del Estado que el Gobierno presentó al Parlamento había merecido cinco enmiendas de devolución que representaban a 174 diputados; un grupo parlamentario tenía anunciada su abstención en este trámite y el Proyecto de Ley sólo contaba con el apoyo explícito de 171 diputados. Es decir, los Presupuestos, con todas las consecuencias derivadas de este hecho, deberían ser devueltos al Gobierno.
 
Este es mi primer reproche, señor Solbes. Usted ha modificado ya in pectore el contenido de los presupuestos. Necesariamente. ¿Por qué? Porque usted ha recibido la consigna de aprobar este trámite parlamentario como sea. En consecuencia, si no lo ha hecho ya, antes de que concluya este debate modificará de hecho o bajo palabra el contenido de los Presupuestos, la fórmula de tramitación y lo que haga falta. El caso es que, sobre la marcha, escamotean las cuentas que nos han presentado. ¿Cuáles son las partidas que se modifican? No lo sabemos. Ni sabemos cuántas, ni sabemos cuáles. Ni siquiera sabemos si las nuevas cuentas cuadran. ¿Qué es lo que vamos a debatir aquí? Una vez más, señorías, vamos a debatir en el aire y sobre el humo.
 
Un Gobierno débil, inestable e ineficaz
 
Cuando uno precisa el apoyo de otros grupos para salvar un debate de totalidad, como es el caso, negocia esos apoyos con antelación y envía a las Cortes un proyecto de presupuestos que refleje la verdad de lo que el Gobierno puede hacer de acuerdo con sus socios. Pretender que este Gobierno pueda tomar una sola decisión en solitario y menos aún, decidir en solitario sobre los Presupuestos son ganas de bromear.
 
Lo dije ya en el debate de investidura. Este Gobierno será débil, inestable e ineficaz porque el señor Rodríguez Zapatero no pudo o no quiso o no supo hacerse con apoyos parlamentarios sólidos, estables y transparentes para una legislatura. Prefirió dejar las cosas al albur de los acontecimientos y al secreto de los chalaneos. Por primera vez cometió un error que luego ha repetido con frecuencia: confundir su ambición  con su capacidad.
 
Desde entonces viene arrastrando un Gobierno débil, inestable e ineficaz. Débil porque, como vemos hoy, no puede tomar decisiones por sí mismo. Inestable porque su futuro depende en todo momento de voluntades ajenas e ineficaz porque cada socio lo arrastra en una dirección diferente. Un Gobierno que nos obliga a todos los españoles a pagar una y otra vez el precio que sus socios le reclamen.
 
El presidente, culpable
 
Esto es una responsabilidad exclusiva del señor Rodríguez Zapatero. No busquen culpables a su alrededor. Y en esas nos encontramos: en la reedición de un mercado persa, con chalaneos apresurados —pregúntenle al portavoz del PNV— y con negociaciones opacas que ocultan las cuentas del Estado a los representantes de la soberanía nacional.
 
El debate de totalidad exige que los grupos parlamentarios conozcan, con absoluta transparencia, el asunto sobre el que van a debatir. Pues bien, eso —aquí y ahora— no es posible. Luego quizás nos lo cuente el señor Erkoreka.
 
Son los terceros presupuestos que este Gobierno presenta a la Cámara y es la segunda vez que nos enfrentamos al mismo espectáculo. Negociaciones de última hora, carreras por los pasillos y opacidad. Hemos de admitir que no es una mala marca para una Legislatura presentada en su día por el señor Rodríguez Zapatero como la "del talante y la transparencia". No, no es mala marca señor presidente.
 
A pesar de estas carencias, nosotros, que creemos que este debate no puede ser un mero trámite, cumpliremos con nuestra obligación y expondremos las razones y los motivos que obligan a mi Grupo Parlamentario a solicitar la devolución al Gobierno de este proyecto de Presupuestos. Luego también hablaremos de Esquerra, de Convergencia y Unión e incluso del Partido Socialista.
 
El optimismo de Solbes
 
El señor Solbes ha presentado esta mañana un panorama halagüeño de nuestra economía. Podemos afirmar que, junto con el resto del Gobierno, se sitúa entre ese 22 por ciento de los españoles que, en los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas, dependiente del Ministerio de la Presidencia, califica de buena la situación general de la economía española. Pero un 28 por ciento cree que la situación es mala o muy mala, porcentaje que no deja de crecer en los dos últimos años, desde aquel 12 por ciento que pensaba así en abril de 2004. Eso lo dicen ustedes, no lo digo yo. Desciende el número de los que creen que la situación es buena (del 44 al 22 por ciento) y se incrementa el de los que califican como mala la situación general de la economía española. Algunas de sus señorías, sobre todo ustedes, podrían pensar que yo me encuentro entre este último grupo de españoles, pero no es así; me sitúo en ese 50 por ciento, que somos la mayoría, que entiende que la situación es regular, es decir, que hay cosas que van bien, pero que hay otras que van mal.
 
Y una de las que van mal explica, a mi entender, esa creciente visión negativa de los españoles, recogida no solo en los estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas, sino también en otros de carácter oficial. Me refiero, como habrán podido adivinar sus señorías, al crecimiento de los precios.
 
A pesar del IPC del pasado mes de septiembre, destacado por el señor Solbes como una muestra esperanzadora de cara al futuro, lo cierto es que en los nueve primeros meses de este año los precios al consumo han crecido más del 3,8 por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior. En 2006, por tercer año consecutivo, los precios subirán más que el incremento medio de los salarios, lo que se traduce en que millones de familias españolas están perdiendo poder adquisitivo.
 
Si a esto unimos el que cuatro de cada diez familias están pagando una hipoteca, más del noventa por ciento con tipos de interés variables, y que el euribor se ha incrementado un punto y medio los últimos doce meses, es más fácil entender esa creciente visión negativa de los españoles sobre la situación económica. Las familias tienen que destinar una mayor parte de su presupuesto a pagar la hipoteca de la casa, que se lleva ya el 41 por ciento de la renta, lo que constituye un record histórico. Un punto y medio en un año significa para la hipoteca media ciento setenta y cinco euros de incremento al mes en los intereses. No sé si para ustedes lo es, pero para la mayoría de los españoles es una cifra importante.
 
Las nociones económicas de Zapatero
 
Por cierto, que al hablar de este tema me vienen a la memoria las intervenciones del señor Rodríguez Zapatero en los debates presupuestarios de hace tres y cuatro años, cuando imputaba al Gobierno la responsabilidad exclusiva de la subida de los precios de la vivienda por lo que llamaba "la política favorecedora de la especulación y de los beneficios de las constructoras e inmobiliarias", cuando mostraba su repulsa por "la economía del ladrillo" y apuntillaba diciendo que "a un ritmo de 600.000 nuevas viviendas por año, ha absorbido buena parte de los recursos que se hubieran destinado a la inversión en equipo y hubieran permitido un mayor crecimiento de la productividad". Un consejo, señor Solbes, no informe al señor Rodríguez Zapatero que el ritmo durante su mandato supera las 700.000 nuevas viviendas al año, ahora ya 800.000, ya que le puede costar el cargo. Porque fíjese usted, señor Solbes, cuando acusaba al Gobierno de practicar una política que "no sólo ha destinado a la construcción buena parte del ahorro corriente, sino que a través de un endeudamiento desorbitado de las familias, que alcanza el 84 por ciento de su renta disponible, estamos enterrando en el sector inmobiliario buena parte del ahorro futuro". Y finalizaba con voz tronante. "¿No le preocupa al Gobierno este endeudamiento? Porque lo que no es discutible es que han llevado a las familias españolas al mayor endeudamiento de la historia de este país".
 
Aquello era un alarde de desconocimiento y demagogia a partes iguales, pero "por si las moscas", señor Solbes, no informe al señor Rodríguez Zapatero que el endeudamiento de las familias alcanza ya el 116 por ciento de su renta disponible o de que el precio de la vivienda ha subido desde abril de 2004 un 33,3 por ciento porque, en aplicación de su conocida doctrina, le puede cesar sobre la marcha y usted no dura ni el Debate de Presupuestos.
 
Pero dejemos de momento al señor Rodríguez Zapatero y vayamos al crecimiento de los precios. Algunas de Sus Señorías pueden preguntarse qué relación puede haber entre los precios y los Presupuestos Generales del Estado que debatimos hoy en esta Cámara, a lo que me apresuro a contestarles que toda. Desde nuestra entrada en el euro el Gobierno no dispone de la política monetaria, que mediante la modificación de los tipos de interés, podría frenar el alza de los precios.
 
Más impuestos
 
Y como este Gobierno es alérgico a las reformas estructurales que eliminando rigidez del sistema pueden abaratar costes y contribuir a la bajada de los precios, no le queda más instrumento que la llamada política fiscal y presupuestaria, cuya más clara expresión son los presupuestos que hoy aquí debatimos.
 
Si uno quiere apagar un incendio no arroja gasolina sobre las llamas. Cuando los gastos no financieros, dejando a un lado la partida del servicio de la deuda pública, crecen por encima del 8 por ciento, frente a un crecimiento previsto para la economía del 6,7 por ciento en términos monetarios, se contribuye al recalentamiento y al incremento de los precios, como sabe muy bien el señor Solbes.
 
Los precios, o mejor dicho su crecimiento, explican el abismo que existe entre la visión edulcorada de la situación económica que se ha expuesto aquí hace un rato y la percepción que amplios sectores de la sociedad española tienen de la misma. Y el Gobierno, en lugar de contribuir a la lucha contra la inflación con un menor crecimiento del gasto público, decide hacer justamente lo contrario. Y es que, en el fondo, podría usted confesarnos que tampoco le viene tan mal la subida de los precios. Total, le permite recaudar más impuestos sin que los ciudadanos se den demasiada cuenta.
 
Hemos tenido la ocasión de comprobar hace un rato lo grato que le es hablar del equilibrio de las cuentas públicas y de cuántos impuestos se recaudan.  Eso sí, ha omitido decir que la mayor recaudación no sólo se debe al crecimiento de la economía, sino en gran medida, al crecimiento de los precios.
 
Es más, usted lo está reconociendo sin ningún tipo de complejo en los presupuestos que año tras año elabora y ejecuta. Tanto en sus previsiones, como en los cierres definitivos de los ejercicios, el crecimiento de los ingresos por impuestos es mayor de lo que crece la economía. En los Presupuestos para 2007, la cifra es espectacular. En términos consolidados, el incremento de ingresos impositivos es de casi un 15 por ciento, más del doble de lo que se espera que crezca la economía, un 6,7 por ciento en términos nominales.
 
Esto tiene una consecuencia inmediata: subida de la presión fiscal. Es decir, cada vez es mayor la proporción de  riqueza que los españoles aportan a la Hacienda Pública. Por cierto, hablando de esto me viene a la memoria una rotunda afirmación del señor Rodríguez Zapatero en el debate de su Investidura.
 
Se la recuerdo textualmente: "Un compromiso que se completa con otro de igual importancia y expresado con idéntica claridad: el Gobierno no incrementará la presión fiscal global". Pues bien, según los datos de Eurostat, que conoce muy bien el señor Solbes, la presión fiscal en España ha pasado del 38,3 por ciento en 2003 al 39,3 por ciento en 2006, una subida de todo un punto. Y un punto de presión fiscal representará el próximo año algo más de diez mil millones de euros. Esta es la dimensión del incumplimiento de la palabra dada, del compromiso adquirido, de la promesa solemne de usted en esta Cámara
 
Pero si con inflación el Gobierno vive bien, relajado y sin preocupaciones, a los ciudadanos les pasa justamente lo contrario. Los hogares, especialmente los asalariados, ven cómo se deteriora su poder adquisitivo. Las empresas pierden competitividad. Los ahorradores ven cómo sus patrimonios, construidos a lo largo de toda una vida, se van erosionando sin que puedan evitarlo.
 
La inflación es el más injusto de los impuestos. Es desproporcionado, ineficiente y castiga más a los más desfavorecidos. Las subidas descontroladas de los precios están colocando a millones de asalariados españoles en una difícil situación. Esto no es algo que afecte sólo al conjunto de las familias españolas. Este diferencial de inflación es un lujo que una economía en un mundo globalizado y competitivo no se puede permitir. Y esto nos lleva al otro gran déficit de la economía española: la pérdida de competitividad y el desequilibrio exterior.
 
Menos competitividad
 
Si nuestros precios crecen por encima de los de nuestros clientes, nuestros bienes y servicios se encarecerán de forma relativa, dificultando las exportaciones y propiciando un incremento de las importaciones por la rebaja de los precios del exterior.
 
Nunca, desde que en 1960 empezaron a recopilarse las grandes cifras de la economía española, hemos tenido en nuestro país una situación de deterioro tan continuado y tan profundo de nuestras cuentas exteriores. El crecimiento del endeudamiento español es el más alto del mundo. El déficit exterior supone ahora el 9 por ciento del PIB, cifra enorme comparada con el 6,5 por ciento registrado en 2005, pero infinitamente superior al 2,5 por ciento de 2003. Es, junto al de Portugal, el déficit exterior más alto del mundo desarrollado. En valores absolutos duplica al británico, triplica al francés y cuadruplica al italiano, economías todas ellas mayores que la española.
 
Y no será porque no le llevamos tiempo advirtiendo de que no vamos por el buen camino y que la política económica tenía que cambiar. Tanto el pasado año como el anterior, advertí que sus presupuestos contribuirían a traer más inflación, más pérdida de competitividad y más déficit exterior.
 
Ríase señor Rodríguez Zapatero. Pero ¿puede responder a lo siguiente?¿Tenemos hoy más o menos déficit exterior que hace un año? ¿Somos hoy más o menos competitivos que hace un año? ¿El poder adquisitivo de los salarios españoles es mayor o menor que el de hace un año? ¿De qué se ríe usted entonces?
 
El déficit exterior supera los 36.000 millones de euros en los cinco primeros meses del año. En 2005 esta cifra era de 26.000 millones y ya entonces nos parecía descomunal. La pérdida de poder adquisitivo de los salarios es de casi un punto en 2006, lo que indica el estrepitoso fracaso de una política que pretendía hacer de la productividad el eje de su actuación. El brutal incremento del déficit exterior es una manifestación de la pérdida de competitividad de la economía y esto, en un contexto de globalización creciente, exige abordar el problema de forma seria e inmediata. Sería necesario abordar un proceso de reformas estructurales que nos permitieran, a un tiempo, aumentar la competitividad y reducir la inflación, pero como este Gobierno se muestra incapaz de hacerlo, al menos debía desarrollar una política presupuestaria un poquito más exigente. Insisto en que es el mejor momento para hacerlo debido a la coyuntura económica, que está permitiendo altos niveles de actividad y de recaudación fiscal. Dejarlo para más adelante supone —y usted lo sabe señor Solbes— incurrir en un gran riesgo.
 
Necesitamos unos presupuestos que ayuden a corregir los principales desequilibrios de la economía española que, en ausencia de una política fiscal austera, anticíclica, tenderán a agravarse. Si se desaprovecha esta ocasión lo pagaremos en el futuro —como ya lo estamos haciendo— en términos de competitividad; o lo que es lo mismo, en términos de creación de riqueza y empleo.
 
El inexistente rigor presupuestario
 
Fíjese quién le está recomendando lo mismo que le estoy recomendando yo. Todos los organismos económicos internacionales, incluso el Banco de España, a pesar de tener hoy a su frente a una persona —a la que yo no apoyé— del PSOE. Y por si no fueran suficientes las recomendaciones de los expertos, convendría aprender "en cabeza ajena". Hay países que presentan cifras de crecimiento similares a la española y que, sin embargo, disfrutan de una inflación mucho más soportable para el bolsillo de sus ciudadanos. Finlandia, crece al 3,6 por ciento y tiene una inflación del 1,2 por ciento; Suecia crece al 3,4 por ciento y su inflación es del 1,3 por ciento; Dinamarca crece al 3,2 por ciento y su inflación es del 1,8 por ciento ¿Cuál es el milagro que permite a estas economías crecer y que al mismo tiempo sus ciudadanos perciban ese crecimiento en forma de mejora y no de deterioro de su poder adquisitivo? Rigor presupuestario. Porque estos países muestran cifras de superávit público mucho más ambiciosas que las que el Gobierno español nos trae hoy a la Cámara. Finlandia un 2,8 por ciento, Suecia un 2,8 por ciento y Dinamarca un 2,9 por ciento.
 
Señorías, estas razones que acabo de dar obligan a mi Grupo Parlamentario a rechazar estos Presupuestos. Sería una irresponsabilidad por nuestra parte apoyarlos cuando hemos visto ya que en los dos ejercicios elaborados y ejecutados por este Gobierno, lejos de corregirse los problemas que hemos señalado de la economía española, se han agravado.
 
Y ahora vamos a otro asunto, muy importante y que tiene relación con la competitividad porque la competitividad, como bien sabe el Sr. Solbes, no se consigue sólo con un control sobre los precios. Otros factores influyen igualmente en la competitividad de una economía; por ejemplo, la independencia de los órganos reguladores y la solvencia de las Instituciones.
 
Puede resultar paradójico que un Gobierno que practica el tancredismo feliz en materia de política económica, limitándose a contemplar el paisaje sin abordar ninguna reforma de calado, se convierta a veces en ferozmente intervencionista. El mejor ejemplo nos lo ofrece esa famosa OPA que ha llevado al Gobierno a la posición más ridícula que hemos conocido en este bienio delirante. Una OPA que debiera haber sido una operación estrictamente comercial entre empresas privadas se ha convertido, gracias a las ingerencias del Gobierno, en una operación política desastrosa.
 
La nota de Solbes al Gobierno
 
Ya sé, Sr. Solbes, que en este asunto usted le ha dado al Gobierno un "aprobado raspado". No creo pecar de sectario si le digo que me parece que ha sido usted muy generoso en la calificación.
 
De momento, la Comisión Europea le ha dado un papirotazo al Gobierno y ha tenido que recordarle, para vergüenza de todos los españoles, que hay cosas que los Gobiernos serios no hacen. Tenemos el mayor lío empresarial en el sector energético que haya habido en nuestro país —el Sr. Sebastián no para— y como daño colateral se han cargado ustedes la credibilidad de la Comisión Nacional de la Energía —porque no me diga, Sr. Rodríguez Zapatero, que alguien cree en la neutralidad de la CNE porque puede sonar a broma— y también de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
 
Y esto afecta también, como sabe muy bien el Sr. Solbes, a la competitividad de nuestra economía.
 
El reparto de los ingresos
 
Me gustaría entrar ahora en la consideración de algunos puntos que llaman la atención en estos Presupuestos. La limitación reglamentaria me obligará a seleccionar sólo unos pocos y a ser extremadamente breve en los comentarios, pero puedo asegurarles que algunos son apasionantes.
 
Empiezo por un tema que no acabo de entender bien, que es el del reparto territorial de la inversión pública. A ver si nos enteramos de algo. Me ha resultado curioso, Sr. Solbes, su comparación con un sudoku al referirse a las dificultades de cuadrar los Presupuestos, como consecuencia de las condiciones que le impone el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
 
Sobre este tema ha habido de todo: ensalada de cifras, acusaciones cruzadas, reproches violentos… De todo, menos transparencia, no hubo transparencia lo cual es increíble con el Sr. Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno, y cuentas claras.
 
Me apresuro a decirles que no hay nada más estéril, en esto coincido con el Sr. Solbes, que el intento de identificar territorialmente a los beneficiarios de una inversión, en lugar de priorizar los proyectos por su rentabilidad social y económica, por su servicio al interés general y por su solidaridad y cohesión territorial. Y nuestra posición contraria al establecimiento de criterios restrictivos para la soberanía de esta Cámara también es conocida. Por tanto, nosotros no somos dudosos, pero es preciso recordar que las leyes, gusten o no, están para ser cumplidas. Yo no sé si esto lo sabía usted, pero es así.
 
Y puedo asegurarle, Sr. Solbes, que por lo que aparece en los documentos de los que dispone esta Cámara no puedo dilucidar quién dice la verdad sobre el grado de cumplimiento de la Disposición Adicional Tercera del Estatuto de Autonomía de Cataluña, y espero salir de aquí sabiendo de qué va este asunto. Y no puedo hacerlo porque las cuentas que han presentado no hay quien las entienda. Por un lado, el Gobierno dice que le corresponden a Cataluña 3.195 millones de inversión en infraestructuras, sin justificar por qué. Por no justificar no se especifica lo que el Gobierno entiende por inversión ni por infraestructuras. Se dice que se alcanza esa cifra incluyendo todo tipo de partidas que no son inversiones, o que no están incluidas en los Presupuestos.
 
Las inversiones en Cataluña
 
El caso, Sr. Solbes, es que sus socios parlamentarios le han presentado enmiendas a la totalidad a estos Presupuestos alegando que incumplen claramente el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Fíjese que no entro ahora en el agravio comparativo que todo esto representa y que ha hecho levantar voces airadas desde Extremadura hasta Canarias, desde la Comunidad Valenciana hasta Madrid. Ahora lo que quiero preguntarle, Sr. Vicepresidente del Gobierno, y tiene la obligación de responderme, es muy simple: ¿cumplen o no cumplen las cuentas que usted ha enviado a esta Cámara la famosa Disposición Adicional Tercera? ¿Podría usted ser un poco más claro que los documentos de los que disponemos? ¿Piensa el Gobierno hacer público cuál ha sido la inversión total en infraestructuras, según la fórmula utilizada ahora, en el año 2006 y la prevista para el 2007? ¿Qué porcentaje de inversión total en infraestructuras, según este modelo, reciben el resto de las Comunidades Autónomas?
 
Sr. Solbes, usted lo sabe. Esta discusión es toda ella muy desgraciada. Lo es porque genera todo tipo de sentimientos de agravios propios y privilegios ajenos que no son buenos para nadie. Y lo es, también, porque nos lleva a una tensión territorial que es lamentable. No me entiendan mal, Señorías, yo no discuto qué inversiones deben hacerse en Cataluña.
 
En lo que de mí dependa, serán las inversiones que Cataluña necesite y las que convengan al interés general de España y, tanto Sus Señorías como yo, sabemos que Cataluña forma parte muy especial de ese interés general.
 
Sr. Solbes, yo no pongo en duda su palabra, pero tengo la obligación de pedir explicaciones. Son algunos de los Grupos Parlamentarios que apoyaron la investidura del Sr. Rodríguez Zapatero los que le acusan directamente de estar engañando con las cifras e incumpliendo una Ley Orgánica. De tener razón sus socios parlamentarios, lo que más llamaría la atención en este asunto es que se habrían saltado ustedes el Estatuto de Cataluña con el mismo entusiasmo que se empeñaron en que se aprobara.
 
¿Para qué organizaron todo aquel embrollo? ¿Para qué arrollaron todo lo que se les ponía por delante? ¿Para qué, si a la primera de cambio, pensaban ponérselo por montera? Han tirado por el camino la convivencia, la lealtad, la palabra dada y hasta la dignidad; han descoyuntado la Constitución, se han cargado el Gobierno Tripartito, han traicionado a sus socios, han ofrecido un espectáculo bochornoso de sectarismo, han sembrado toda clase de cizañas... y ahora, según dicen sus socios, resulta que ese Estatuto no les gusta.
 
Ahora resulta que el Estatuto del señor Rodríguez Zapatero tampoco le gustaba al señor Rodríguez Zapatero porque, según sus socios, no lo cumple. Por tanto, no se sorprendan ahora de que sus socios pidan la devolución de estos Presupuestos al Gobierno.
 
Yo le voy a hacer ahora unas preguntas muy concretas, Sr. Solbes, y esto es un régimen de democracia parlamentaria y el ministro de Economía tiene que venir aquí a decir la verdad y en qué se gasta las cuentas públicas. ¿Qué piensa hacer ahora? ¿Modificar los Presupuestos para conseguir el apoyo de sus socios?
 
No sé si lo va a hacer porque hoy hemos leído que el Sr. Rodríguez Zapatero dice que la posición de CiU en los presupuestos es irrelevante. Yo no lo sé, lo ha dicho el Sr. Rodríguez Zapatero. Probablemente, lo que debiera haber hecho Convergencia y Unión cuando llegó al acuerdo con el Sr. Rodríguez Zapatero sobre la Disposición Adicional Tercera era ir a hacer algo útil, ir al notario, porque siempre que se pacta con el Sr. Rodríguez Zapatero, hay que ir al notario porque si no, va a incumplir lo que ha pactado.
 
Eso es lo que ha pasado, Sr. Durán, si hubieran ido al notario, no estaríamos en esta discusión. Pero van al notario a hacer cosas que, comprenderá usted, suenan un poco a broma. Me quedo ahí. Ahora, tiene otra opción, Sr. Solbes, la opción de mantener esos presupuestos, que según sus socios no cumplen el Estatuto, porque el Sr. Rodríguez Zapatero ha dicho aquí, a preguntas del Sr. Durán, que sí cumplen el Estatuto. Sr. Solbes, insisto, democracia parlamentaria, ¿quién dice la verdad? ¿Ellos o el Sr. Rodríguez Zapatero?
 
Nosotros tenemos derecho a saberlo. Ya sabe usted la confianza que tengo en el Sr. Rodríguez Zapatero, pero le voy a dar el beneficio de la duda. Quiero oír los argumentos y las razones; y le pido a usted, porque es obligado hacerlo, explicaciones. Porque este problema no lo ha creado usted, yo sé que no lo ha creado usted, pero usted es el vicepresidente económico del Gobierno y tiene la obligación de oponerse a la chapuzas y a las cosas que luego no se pueden aplicar.
 
Si tuviéramos que buscar una actuación que defina de forma paradigmática el estilo de este Gobierno, podríamos escoger el tema de la vivienda. Un significado compañero suyo dijo aquello de que las promesas electorales están para no cumplirlas. El señor Rodríguez Zapatero se ha tomado la doctrina tan al pie de la letra que ha superado su propia capacidad de incumplimiento. En su discurso de investidura nos endulzó los oídos con toda clase de músicas celestiales. Esta era muy armoniosa: Mi Gobierno va a afrontar en forma decidida el mayor problema con que hoy conviven millones de familias españolas: la imposibilidad de acceder a una vivienda en condiciones razonables.
 
El problema de la vivienda
 
Sí señorías: el mayor problema. ¿Por qué? Porque la vivienda estaba insoportablemente cara. Desde entonces han cambiado mucho las cosas, en efecto. Ahora la vivienda está mucho más cara: el 33 por ciento más cara. Lo que costaba doscientos mil euros ahora, tras el paso por el Gobierno el Sr. Rodríguez Zapatero, cuesta doscientos sesenta y seis mil. Y no es necesario, nos decía también el Sr. Rodríguez Zapatero, insistir en las consecuencias aniquiladoras de este hecho para tantos proyectos de vida.
 
¿Sabe qué me recuerda esto? A aquel famoso libro de Uno Von Troil sobre la exploración de Islandia. El capítulo quinto se titulaba: Respecto a las serpientes de Islandia. El contenido del capítulo se resumía en cinco palabras: No hay serpientes en Islandia.
 
Pues bien, el ostentoso capítulo de la política de vivienda del Gobierno se resume también en cinco palabras: no hay política de vivienda. Se ha creado un ministerio con su ministra, sus correspondientes funcionarios, su presupuesto, sus promesas y su propaganda, pero no hay política. Un ministerio que nos sale muy caro y, que, falto de función conocida, nos solaza con algunas ocurrencias realmente inolvidables. Sin duda es el ministerio más pintoresco de todo el Gobierno, lo cual es digno de señalar porque la competencia está muy reñida, como supongo que usted sabe, señor presidente.
 
Nos presentan como un gran logro que han conseguido gestionar dos mil alquileres en la Agencia. ¡Dos mil alquileres! Dos mil alquileres en un mercado donde se construyen ochocientas mil viviendas al año. Enhorabuena, señor presidente. Este es su Ministerio de la Vivienda señor Rodríguez Zapatero, otra no lo crearía: mucha publicidad, mucha palabrería, mucha bullanga y, al final ¿qué  nos queda? Palabras... gestos... humo... incompetencia… ineficacia. Una política que va de la nada a ninguna parte.
 
Voy a intentar resumir el resto de mi intervención simplemente advirtiendo sobre tres asuntos.
 
Yo sé que a ustedes no les gusta que yo continúe hablando. Ya sé que no saben donde meterse, pero qué culpa tengo yo, la culpa la tienen ellos. Si ustedes lo hicieran bien, yo subiría aquí y diría lo bueno que es el Gobierno, pero yo tengo que decir la vedad. Sr. Solbes, la inmigración es el problema político más importante que tiene planteado España en este momento. Gastan ustedes en política de inmigración, incluyendo el Ministerio de Trabajo y el Ministerio del Interior, menos que cualquier Comunidad Autónoma.
 
En materia de lucha contra la delincuencia, no se trata de que se aumenten, que siempre es bueno, los presupuestos. Se trata de que se gobierne bien, se trata de que se tomen decisiones y se mantenga el principio de autoridad, que no se suspendan cumbres ministeriales porque el señor ministro del Interior le tiene miedo a los okupas y no puede garantizar la seguridad de los mandatarios europeos. Termino. El señor Solbes nos ha traído unos Presupuestos manifiestamente mejorables, como he tenido ocasión de pormenorizar.
 
He aportado suficientes razones para justificar nuestro rechazo a esta propuesta, pero añadiré otra, más general y más determinante.
 
¿Cuál es el principal reproche que se puede hacer a estos presupuestos? Sin duda, su principal defecto no está en lo que contienen, sino en lo que les falta. No en lo que se ha hecho, sino en lo que se deja de hacer. No en lo que se ha previsto para mañana, sino en lo que no se quiere prever.
 
Señorías, todo el mundo reconoce que la economía española arrastra tres problemas característicos que se llaman competitividad, déficit exterior e inflación. Ninguno se puede resolver de la noche a la mañana, ninguno se resolverá solo y ninguno se resolverá sin esfuerzo.
 
¿Por qué, una vez más, lo dejan para otro día? ¿Por qué este Gobierno no es capaz de aprovechar responsablemente la bonanza económica para buscar soluciones? Hacerlo ahora será más eficaz y menos doloroso que en cualquier otra circunstancia.  Si las cosas no se hacen cuando se puede, no se podrán hacer cuando se quiera. Ahora, como decía Catón, la ocasión se presenta con pelos, pero después será calva.
 
El Gobierno debiera haber aprovechado estos Presupuestos para iniciar las reformas que ayuden a corregir la pérdida de competitividad, el déficit exterior y la inflación. Es una pena que con unas condiciones del ciclo económico como las que tenemos, con unos ingresos fiscales como los que tenemos, con un crecimiento económico como el que tenemos, no se aproveche el momento para hacer lo que es debido.
 
Esa es su responsabilidad, señoría. Cuando las cosas se presentan propicias no es responsable desperdiciar la oportunidad que es lo que ustedes han hecho: desperdiciar la oportunidad. ¿Por qué lo hacen? Lo hacen para eludir compromisos. Lo hacen porque están pensando en las elecciones, no quieren complicarse la vida, no quieren equivocarse. Saben que la mejor receta para no complicarse la vida consiste en no hacer nada.
 
Un político responsable —esto se lo digo a usted, Sr. Solbes, no al Sr. Rodríguez Zapatero— no se queda satisfecho con el pan para hoy. Quiere lo mejor a la larga para su país. Ustedes son tan cortos de vista y de ambición que se conforman con no poner en peligro los resultados electorales. Ya conocen aquella frase de Benjamín Disraeli: La diferencia entre un estadista y un político es que mientras el primero piensa en las siguientes generaciones, el segundo sólo piensa en las próximas elecciones. Aplíquense el cuento. No seré yo quien les acuse de estadistas. No podría, del mismo modo que no puedo aprobar unos presupuestos que se preocupan más por el señor Rodríguez  Zapatero y por el Partido Socialista que por las necesidades de España.

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