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¿CÓMO FUNCIONAN LOS CDS?

El abandono del patrón oro y la expansión del crédito dispararon el mercado de derivados

La laxa política monetaria de los bancos centrales incentivó a los bancos a reducir el riesgo de sus créditos mediante dos mecanismos novedosos: los productos estructurados CDO (paquetes con hipotecas subprime) y los derivados CDS. El primero de ellos ya ha quebrado. ¿Y el segundo?

La laxa política monetaria de los bancos centrales incentivó a los bancos a reducir el riesgo de sus créditos mediante dos mecanismos novedosos: los productos estructurados CDO (paquetes con hipotecas subprime) y los derivados CDS. El primero de ellos ya ha quebrado. ¿Y el segundo?
LD (M. Llamas) En cierta medida, los bancos centrales intentan incrementar la cantidad de fondos prestables a familias y empresas convirtiendo los créditos bancarios a largo plazo en equivalentes al dinero. Y ello, gracias a la titulización de créditos (venta de préstamos a terceros en el mercado secundario).
 
Por ello, "las rebajas de tipos de los bancos centrales y las inyecciones extraordinarias de liquidez tienden a lograr el objetivo de presionar a la baja los tipos de interés en los mercados interbancarios", tal y como explica el último boletín de la crisis subprime elaborado por el Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (OCE).
 
Sin embargo, esta mayor capacidad de los bancos para endeudarse y expandir el crédito a los particulares se vio reforzada por la organización del sistema financiero internacional, donde se desarrolló una "exagerada euforia por las titulizaciones de activos y otras técnicas que pretendían reducir el riesgo de los créditos bancarios".
 
Dos mecanismos nuevos para reducir el riesgo
 
Los dos resortes más novedosos de este sistema financiero eran los productos estructurados CDO y los derivados CDS. Los primeros pretendían reducir el riesgo de activos muy arriesgados (como hipotecas subprime) diversificando estos activos con otros de mayor calidad (el famoso empaquetado de hipotecas que estalló el verano pasado).
 
Mientras, los segundos pretendían afianzar los "flujos de pagos futuros del activo por parte de una empresa con un mayor rating crediticio", explica el informe.
 
De este modo, "las familias y las empresas de los países occidentales fueron capaces de captar un volumen inmenso del crédito fiduciario (no respaldado por ahorro real, sino generado mediante el descalce de vencimientos) para inversiones que contaban con un doble riesgo que no fue percibido en toda su intensidad", advierte.
 

 
El riesgo del crédito
 
Por un lado, el riesgo de crédito, esto es, la posibilidad de que los deudores
impagaran sus deudas. Y es que, los bajos tipos de interés eran "sólo resultado de la intervención de los bancos centrales en el mercado monetario y no resultado de un incremento del ahorro real. Por consiguiente, estos tipos de interés no sólo no eran sostenibles a lo largo del tiempo, sino que después de generar un auge ficticio en la actividad económica, tenderían a elevarse", tal y como aconteció en EEUU y la UE ante el temor de las tensiones inflacionistas.
 
El riesgo de la liquidez
 
Por otro lado, "los inversores tampoco tuvieron en cuenta el riesgo de liquidez, esto es, la contingencia de que se vieran forzados a enajenar precipitadamente sus activos a un precio inferior al que tenían contabilizado en el balance", según el OCE.
 
El problema aquí es que en los períodos de crisis todos los que han invertido de manera apalancada (endeudamiento a corto plazo) necesitan captar caja con rapidez y en ese momento se suceden las ventas en masa de los activos ilíquidos.
 
Por eso, "las estrategias de endeudarse a corto e invertir a largo para explotar los spreads (diferenciales) entre los tipos de interés están condenadas al fracaso, si bien pueden resultar temporalmente sostenibles cuando sólo unos pocos participantes las realizan", alerta la entidad.
 
De este modo, la raíz de la debacle financiera actual consiste en que "el mercado en su conjunto se va apalancando sin que las inversiones acaben de madurar a tiempo para financiar la deuda".
 
Auge de la ingeniería financiera
 
Todo ello, estalla con la crisis subprime en el verano de 2007 y, desde entonces, los problemas se han acentuado de forma progresiva, convirtiendo la crisis financiera en una crisis de la economía real (recesión económica). Fue entonces, cuando se materializaron ambos riesgos: se disparan los impagos de las hipotecas subprime y el valor de estos activos se desploma.
 
Pero ¿cómo fue posible la comercialización de productos en teoría tan arriesgados? Según el último boletín del OCE sobre esta materia, el abandono del patrón oro por parte del sistema monetario, generó dos riesgos adicionales de carácter político: el riesgo cambiario y el riesgo de interés.
 
Y es que, según este organismo, con el patrón oro los tipos de cambio de las distintas monedas son fijos (en función de las reservas de oro existentes) y los tipos de interés son más estables. Sin embargo, el abandono de este patrón y la consiguiente instauración de un sistema exclusivamente fiducuario (hegemonía del dólar como divisa de reserva sin respaldo del metal amarrillo) originó el nacimiento del complejo mercado de derivados, cuya explosión se produjo en los últimos años al calor de la gran expansión del crédito
 
Los credit default swaps
 
"Los mercados de derivados tratan de reducir o eliminar riesgos que no existían bajo el patrón oro, pero que son intrínsecos a un régimen de dinero fiduciario", indica el documento. Los derivados que han tenido una mayor relevancia en la presente crisis son tres: los Credit Default Swaps (CDS), las Collaterized Debt Obligations (CDO), y los Structured Investment Vehicles (SIV).
 
"Los CDS se utilizaron para especular. Son unos instrumentos derivados por los que el vendedor se compromete con el comprador a afianzarle los pagos de principal e intereses de algún bono que tenga en cartera", añade.
 
Los principales emisores de los CDS han sido las agencias monoline (Ambac y MBIA) y los bancos, mientras que los mayores compradores han sido los bancos y los hedge funds. Los compradores de CDS esperan que al afianzar sus créditos puedan disponer sin riesgo alguno de sus rentas futuras, de modo que puedan utilizarlos, por ejemplo, como colateral para su propio endeudamiento a un tipo de interés menor al que perciben por los créditos).
 

 
Los vendedores, a su vez, confían en que los créditos asegurados no entrarán en default (impago) y que, por tanto, lograrán una renta periódica derivada del aseguramiento. El tamaño del mercado de los CDS ha experimentado un notable crecimiento, "multiplicándose por ocho en tan sólo tres años, lo que sin duda ha dado lugar a ciertos problemas", advierte el OCE. En la actualidad, el volumen negociado supera los 33 billones de dólares
 

 
"Como en un casino, se han emitido CDS para asegurar activos que no existían, simplemente como un mecanismo de apuesta sobre si una compañía iba a quebrar o no". Los CDS estipulan que en caso de impago, el comprador del CDS debe entregarle al vendedor el bono impagado a cambio de su valor nominal.
 
Se aseguran activos que no existían
 
Sin embargo, en la medida en que existen CDS que no cubren ningún activo se sustituye la entrega física del bono por la compensación entre el valor de mercado y el importe cubierto por el CDS.
 
Uno de los casos más famosos fue el de Delphi: cuando quebró había CDS por valor de 28.000 millones de dólares cubriendo bonos por valor de 5.200 millones. Los compradores de CDS recibieron 36,62 céntimos por cada dólar invertido (se calculó que Delphi sería capaz de devolver 63,38).
 
A finales de 2007, las dos principales agencias monoline (Ambac y MBIA) aseguraban bonos CDOs por importe de 59.800 millones de dólares con apenas unos fondos propios de 12.610 millones.
 

 
Desde entonces, las agencias de rating se han visto obligadas a rebajar la calificación crediticia de estas aseguradoras, cuya insolvencia amenaza con provocar un nuevo tsunami de impagos y quiebras que, ahora, pretenden garantizar los distintos gobiernos mediante fondos públicos.
 
 

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