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ESTRENO: 30 DE OCTUBRE

Sin nombre: El viaje del héroe

Sin nombre trata el tema de la inmigración ilegal a EEUU, pero lo hace tomando la forma de thriller dramático, algo que sin lugar a dudas ayuda a digerir mejor el mensaje de un film bastante eficaz que destaca por su autenticidad y su realismo.

Sin nombre trata el tema de la inmigración ilegal a EEUU, pero lo hace tomando la forma de thriller dramático, algo que sin lugar a dudas ayuda a digerir mejor el mensaje de un film bastante eficaz que destaca por su autenticidad y su realismo.

Y entiéndase autenticidad y realismo sólo como el primer paso para elaborar un film que si apasiona, y a veces lo consigue, es precisamente por tomar los ropajes y la buena estructura de un thriller dramático, o incluso de un drama de acción que trata el drama del inmigrante americano a través del viaje en tren de dos jóvenes que huyen, cada uno a su manera, de los fantasmas de la pobreza.

Sayra es una joven hondureña inicia la odisea de cruzar por el paisaje latinoamericano hacia la frontera con Estados Unidos. Willy, un joven mexicano que se ve obligado a abandonar su pandilla armada de las Maras, debido a una tragedia personal. Ambos se encuentran casualmente en el camino hacia la promesa de libertad y tratarán de sobrevivir al acoso de los enemigos de éste, embarcados en una persecución que puede acabar con la esperanza de ambos de tener una nueva oportunidad.

El mérito del film del americano Cari Joji Fukunaga es atrapar en primera instancia al espectador por la vía de los sentidos, con la descripción de una olla humana de delincuencia y con el hedor de la pobreza, la corrupción y la podredumbre que genera, pero sin tampoco hincharse el pecho con falsos dramatismos. Tomando como punto de partida la delincuencia juvenil y las temibles Maras mexicanas -absolutamente amenazantes en el film-, la película se desliza después por la senda de un viaje del antihéroe con un relato interesante y a la vez atroz, que ni pierde el tiempo en discursos victimistas ni en discursos sociales demasiado evidentes.

Lo que prima en Sin nombre es la experiencia emocional y humana, y por eso mismo el resultado es un film eficaz y auténtico. Fukunaga prefiere embarcar al espectador en una historia, un viaje que ilustra la penuria de la situación del inmigrante a EEUU como trasfondo de una aventura de contornos trágicos, pero cierto contenido épico. Aunque en ocasiones pague el precio de ser demasiado convencional, o de incluso atravesar pasajes algo apresurados y escasamente sólidos (como la tragedia sentimental que desencadena el viaje de Willy, demasiado accidental y fortuita), Fukunaga se sirve muy bien de una cámara en mano nerviosa y activa y una fotografía espléndida, que sumerge al espectador en los escenarios naturales de la acción.

También destaca, por último, el verismo de sus dos jóvenes intérpretes, Edgar Flores y Paulina Gaitán, capaces evidenciar sin fingimientos la tragedia de los protagonistas y de disimular no pocos de los tópicos del guión con genuina autenticidad, tanto en los momentos de tensión como en los de acercamiento humano a sus personajes.

En Chic

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