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"En el Ministerio eluden a Simón como a un infectado, como a una rata de laboratorio"

Esta vez sí, Illa se ha ido con su educación a Cataluña. Mientras Sánchez se entretiene en sus jugueteos políticos, el virus arrasa en España.

Esta vez sí, Illa se ha ido con su educación a Cataluña. Mientras Sánchez se entretiene en sus jugueteos políticos, el virus arrasa en España.
Fernando Simón en una comparecencia reciente. | EFE

El Mundo

"Pedro Sánchez delega el control de la pandemia del coronavirus a una ministra sin peso". Mejor, mejor, que se ocupen los médicos, que los políticos saquen sus sucias manos de la pandemia y dejen a los médicos.

Dice el editorial que "la despedida de Salvador Illa resume su trayectoria al frente de Sanidad: cortesía en las formas, incompetencia en la gestión, ausencia total de rendición de cuentas".

"Sánchez continuó impertérrito con su guion, blindando el sectarismo de su mayoría radical, inhibiéndose cuando toca liderar la tormenta y complementando la opacidad y el decisionismo con toneladas de agit-prop". Y digo yo, ¿Sánchez no debería estar en cuarentena tras el positivo de su valido Redondo? ¿Se aisló tras una comida con Macron y no lo hace cuando da positivo su mano derecha, izquierda y de centro?

Federico Jiménez Losantos comparte lo que decía ayer Rafa Latorre, que "empeñarse en mantener la fecha que conviene al ministro-candidato, pese a las vidas que pone en riesgo, demuestra que el 8-M del año pasado tampoco le importó al Gobierno la vida de decenas de miles de españoles con tal de satisfacer sus intereses políticos".

"Pero es muy probable que el próximo 8 de marzo sea la fecha de formación de Gobierno en Cataluña". "Si gracias al Defecto Illa se forma el Gobierno tripartito pueden celebrarlo en la calle, entreverando el amarillo y el morado como los colores del neonato. En todo caso, la celebración será tan criminal como la del año pasado". Si llegamos al 8 de marzo.

El País

"Sánchez afronta con ajustes leves un futuro bajo presión". Cué nos cuenta los entresijos de la fiesta privada de despedida de Illa en el Consejo de Ministros. No quiso hacerlo en el Congreso por exceso de aforo, creo.

Cuenta Cué que el señor moderado conmovió profundamente a sus compañeros de Gabinete evocando "el día que tuvo que proponer al presidente que había que prohibir a los familiares que acompañaran a sus seres queridos enfermos en los últimos momentos, e incluso impedirles que acudieran a su entierro o limitar mucho esa presencia. Ahí se quebró. No en la rueda de prensa, pero sí dentro, en el Consejo. Y ahí le aplaudieron todos, emocionados, según relatan varios de los presentes". Mira que birlarnos el momento. Iván, vuelve, sin ti no son nada.

Dice Cué que Sánchez le nombró para que cobrara y dormitara en un ministerio de chichinabo, pero llegó la pandemia e Illa "se tuvo que instalar en la Moncloa día y noche —dormía allí en un apartamento— sin ver a la familia durante meses para gestionar la peor crisis sanitaria en un siglo". Pues como el resto de los españoles, no te amuelas. Estuvimos encerrados tres meses, mucha gente sin ver a sus padres, a sus abuelos, muchos sin saber nada de sus familiares ingresados en los hospitales. Y eso sin contar a los sanitarios, a los empleados de los supermercados, de las farmacias, que se jugaron la vida porque este impresentable y su escudero Simón nos mintieron como bellacos sobre el virus. Y ahora vamos a llorar porque el ministro de Sanidad tenía que trabajar. Idos a hacer puñetas a vender a Illa en Cataluña.

El editorial, más que hacer de Illa un mártir, nos convence de que es el candidato idóneo porque habla bajito. "La actitud moderada del ministro cesante y su disposición permanente al diálogo han marcado un tono institucional con escasos parangones en la actual élite política. Si el efecto Illa interesa a su partido en particular, en cambio, conviene a todos que cuaje la expectativa del estilo Illa: que el talante moderado, proporcionado y respetuoso que ha mostrado se traslade al agónico tablero al que vuelve". Hala, hala, con Dios y talante a Cataluña. Pero que no se lleve las vacunas, que le conocemos.

ABC

"Illa deja Sanidad porque se siente más útil en Cataluña". Como dice con guasa el editorial, "parece indudable que Illa será mucho 'más útil' en cualquier otro destino que al frente de Sanidad". En cuanto a la nueva ministra de Sanidad, Carolina Darias, tiene una ardua tarea por delante. "El reto de dejar de mentir, que es la seña de identidad de este Gobierno". Eso sí que es un reto. Puede aprovechar que Iván está pachucho para ir ensayando algo novedoso en este Gobierno: decir alguna cosilla que sea verdad o se le parezca. "Darias tiene una cosa a su favor: es francamente difícil que lo haga peor que Illa". Bueno, bueno, no hay que confiarse. Como dice el viejo proverbio chino, otros vendrán que bueno me harán.

Luis Ventoso flipa con que tener buenos modales se haya convertido en una cualidad para ser candidato. "Jamás una voz altisonante. Moderados susurros ante los micros. Ojos de melancolía insondable tras unas gafas de solvente tecnócrata. Siempre atildado, con sus ternos azul sosiego. Resultado: líderes mundiales en contagio de sanitarios en la primera ola, por no protegerlos; gestión Poncio Pilatos en la segunda y tercera, endosándole la epidemia a las comunidades; mentiras sobre los expertos y las cifras de muertos; y lo más reprobable: ha renunciado a tomar medidas en el pico máximo solo porque no le venía bien para sus cálculos electorales. El encantador Illa ha antepuesto su yo político a la salud de sus compatriotas. Afortunadamente, se peina con tal esmero que el sanchismo considera que pese a su paupérrima hoja de servicios constituye el perfecto candidato". Es que en Madrid el ejemplo de político catalán que teníamos es Rufián. Con eso está todo dicho.

La Razón

"Sánchez deja la crisis de gobierno 'de calado' para después de la pandemia". ¿Para después de la pandemia? Largo me lo fiáis.

José Antonio Vera suplica a Illa que se lleve a Simón. "Hombre, Salvadorilla, no nos haga la faena de irse a Cataluña y dejarnos aquí a Fernando Simón".

Pero Pedro Narváez explica por qué no se lo lleva. "Simón se retrata ahora como la caricatura de un hombre que provoca lástima, incluso ternura, un gremlin antes de que se moje. El responsable de buena parte de las consecuencias de esta catástrofe se despereza inerte. Ha vendido a los enfermos por unas horas de televisión. Descubrió la ebriedad de la mentira y el despiste ante una plebe aterrada. En el Ministerio donde va cada día lo eluden como a un infectado de impopularidad, una rata de laboratorio para el que no hay vacuna". Más que lástima da vergüenza ajena ver la falta de dignidad de un personaje al que ya nadie cree, objeto de todo tipo de chanzas y memes. Un trapo.

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