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El Gobierno abandona a una española maltratada y atrapada con sus hijos en una de las ciudades más peligrosas de México

Mientras el Ministerio de Igualdad ampara a decenas de madres secuestradoras, niega la ayuda a una mujer que pide regresar legalmente con sus hijos.

Mientras el Ministerio de Igualdad ampara a decenas de madres secuestradoras, niega la ayuda a una mujer que pide regresar legalmente con sus hijos.
La nueva ministra de Igualdad, Ana Redondo, junto a su antecesora, Irene Montero. | EFE

A pesar de llevar como bandera la lucha contra la llamada violencia de género, el Gobierno abandona a aquellas españolas con denuncia interpuesta en nuestro país que se encuentran en el extranjero. Así lo asegura la abogada Núria González, que apunta que tanto el Ministerio de Exteriores como el de Igualdad llevan meses ignorando la llamada de auxilio de una mujer gallega atrapada junto a sus tres hijos pequeños -también de nacionalidad española- en Celaya, una de las ciudades más peligrosas de México y del mundo, donde la lucha entre cárteles hace que el simple hecho de salir a la calle sea considerado un deporte de alto riesgo.

Aunque cuenta con la custodia provisional de los niños, la Justicia mexicana no le permite abandonar el país sin la autorización del padre de los menores, un empresario -también español- que se niega a pagarles la pensión y que, según denuncia la mujer, les vigila constantemente. "Estoy atrapada y desesperada. No tenemos dinero para pagar el alquiler y la comida -relata ella misma en conversación con Libertad Digital-. Mis padres, que tienen 86 años, han tenido que pedir un préstamo en España para poder mandarme algo y yo no puedo trabajar, porque si ya de por sí es complicado, él se ha encargado de desprestigiarme. Sólo quiero que me ayuden a volver", suplica entre lágrimas.

Su desesperación y sus miedos son aún mayores por encontrarse en una ciudad que, en 2023, registró la tasa de homicidios más alta del mundo, con 109,4 asesinatos por cada 100.000 habitantes. "Si mañana apareciera muerta, sería una más en las estadísticas, porque Celaya es el infierno en la tierra", lamenta su abogada en España, quien comparte con ella la angustia por una situación que parece no tener fin. "Mi hijo pequeño tiene 5 años y me destroza mentalmente pensar que voy a tener que estar así 13 años más", apunta Carla (el nombre que prefiere utilizar para mantener su anonimato) sin dejar de llorar ni un segundo.

Resulta curioso que un Gobierno en el que, en los últimos años, el Ministerio de Igualdad ha protegido hasta la extenuación a las madres secuestradoras, fuese cual fuese su circunstancia, dé ahora la espalda a una mujer que lo único que pide es ayuda para salir legalmente del país. "No queremos que vayan y les saquen de allí por las bravas, sino que hagan una mediación para que la dejen volver, porque, además, se da la circunstancia de que en algún momento saldrá el juicio en España y tendrá que venir a declarar, y puede llegar el caso de que tenga que dejar allí a sus hijos si el padre no les da permiso -aclara Núria González-. Obviamente, ella tiene pánico a que suceda algo así".

La petición no es baladí. De las propias resoluciones judiciales, se desprende la comprensión del juez con su situación. No en vano, en la última, éste no sólo le exige a su expareja que le pague la pensión alimenticia que le corresponde, sino que le exhorta directamente a llegar a un acuerdo "para que ella ejerza la custodia en España, con la finalidad de que en ese país la familia pueda disfrutar plenamente de todos los derechos que en el estado mexicano tienen un coto".

El abandono de las instituciones españolas

En vista de la aparente predisposición, Carla está convencida de que, si las instituciones españolas mediasen con el juez o la ayudasen a encontrar un trabajo en nuestro país, reuniría más razones de peso de cara a conseguir ese permiso que tanto ansía. "Pero la respuesta siempre es la misma: o me ignoran o me dicen que ya no pueden hacer nada más por mí", lamenta tratando de ahogar sus lágrimas para que sus hijos -aún dormidos mientras nos atiende telefónicamente- no se despierten. No en vano, el pasado 5 de diciembre, su abogada presentó un requerimiento oficial en la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, dependiente del Ministerio de Igualdad, y ni siquiera se han molestado en responder.

Aunque ella misma nos muestra la gran cantidad de correos electrónicos que ha enviado a todas las instituciones españolas, desde LD nos hemos puesto en contacto con el 016 para saber si es cierto que no la pueden ayudar de ninguna manera. La operadora nos confirma que efectivamente son muchas las ayudas económicas, laborales o de asesoría que existen en España para cualquier mujer que haya presentado una denuncia por violencia de género. Incluso podrían ayudarla a encontrar un empleo. Sin embargo, la abogada del Ministerio de Igualdad con la que nos pasa a continuación es tajante al respecto: "Todas esas ayudas son para mujeres que viven en España, no para españolas. Es decir, si fuera una mexicana que estuviera aquí, tendría derecho a ellas, pero siendo una española en México, no. Incluso aunque la denuncia la haya interpuesto aquí".

"Es decir, que tenemos a una mujer española con tres hijos pequeños, y también con nacionalidad española, atrapados en una de las ciudades más peligrosas de México y a merced de su agresor… ¿Y nadie puede hacer nada por ella? ¿De verdad? ¿Entonces para qué sirve el Ministerio de Igualdad?", se pregunta indignada su abogada, recordando que, a pesar de la ingente cantidad de dinero que el Gobierno destina a la lucha contra la violencia de género, el número de mujeres asesinadas ha crecido en el último año. Y lo peor es que, según denuncia, no es la única española en esta situación.

Sus problemas económicos

Tal y como la propia Carla reconoce, el consulado de España le ha proporcionado ayuda económica hasta en dos ocasiones. En total, unos 48.000 pesos o, lo que es lo mismo, 2.600 euros. Sin embargo, con ese dinero no puede sobrevivir en una ciudad en la que solamente el alquiler de su casa le cuesta 14.000 pesos al mes y el colegio de sus hijos, 9.600. "Ya les he cambiado de colegio, pero no puedo irme a otra casa, porque no tengo dinero para hacer una mudanza, ni tampoco tengo quien me avale, ni tengo el dinero para dar dos meses por adelantado, que es lo que suelen pedir en Celaya, ni para dar de alta los servicios", apunta. En esta tesitura, de poco le sirve una ayuda puntual. Lo que necesita, insiste, es que alguien le ayude a salir del laberinto en el que se encuentra.

"Desde octubre del 2022 hasta junio del 2023 ni siquiera tenía aprobada la manutención, por lo que tuve que pedir muchos préstamos y, después, hacer frente a muchas deudas y muchos pagos atrasados. A parte de que él es tan retorcido que en junio me pagó el día 1, en agosto el día 2, en septiembre el día 3 y así hasta diciembre que ya dejó de pagarme -explica-. Y yo no puedo hacer frente a todo. Aquí tienes que pagar hasta por las copias de los expedientes judiciales y yo me siento fatal, porque mis papás son ya mayores y viven de su pensión en un pueblo de Galicia y han tenido que pedir un préstamo para ayudarme, y también ellos lo están pasando muy mal económicamente".

El detonante de su separación

Su calvario empezó hace años. Sin embargo, según explica, no fue consciente de la gravedad hasta el verano de 2022. Durante sus vacaciones en España, tomó la decisión de separarse de su marido y cuando se lo comunicó, éste perdió los papeles. "Echó la llave para que no pudiera salir y se encerró gritando con mis hijos mayores en una habitación. Ellos estaban muertos de miedo y fue él el que llamó a la Policía porque decía que yo me los quería llevar. Al escucharle, yo también llamé a la Guardia Civil", recuerda.

Tras personarse en el domicilio, y después de interrogar a ambos, los agentes se lo llevaron arrestado, aunque ella asegura que pidió por activa y por pasiva que no lo hicieran para que sus hijos no presenciaran aquello. Después de interponer la correspondiente denuncia por violencia de género, él le aseguró que iba a cambiar y la convenció para que, decidiera lo que decidiera, no tomase la decisión en caliente, puesto que el curso estaba a punto de comenzar y sus dos hijos mayores ya tenían la matrícula pagada en su colegio de México.

"Ese fue mi error, porque, aunque él me dijo que si seguía convencida de ello, él mismo nos regresaría a España, una vez allí, dijo que jamás había dicho eso y que si yo estaba loca", recuerda avergonzada por haber confiado en su palabra. "Desde entonces, estoy atrapada y ya no sé qué hacer. No puedo más y me paso todo el día llorando, porque estoy desesperada", insiste Carla. Sus lágrimas dan buena cuenta de ello.

Su situación actual

Él abandonó el domicilio familiar, pero, según denuncia Carla, la tiene totalmente controlada. "Me tiene vigilada, me sigue día y noche a donde voy, él o alguien de su entorno", asegura. Sus hijos no quieren verle, pero la justicia mexicana les obliga a todos -también a ella- a hacer un proceso de revinculación, por lo que tienen que seguir haciéndolo. "He tenido que suplicar a mis hijos que vayan con él, porque si no, me los van a quitar. ¿Tú sabes lo duro que es para mí tener que obligarles?", pregunta con la voz entrecortada.

Igualmente duro ha sido iniciar un proceso penal en México. Allí ha denunciado la violencia física y psicológica, también sexual, que su exmarido habría ejercido sobre ella. "He tenido que pasar pruebas totalmente humillantes", lamenta. Y eso por no hablar de lo sola que se ha sentido en todo este proceso. Tras pagar a numerosas abogadas con dinero que no tenía, finalmente ha conseguido también allí una letrada víctima de violencia de género que ha aceptado llevar su caso. Todo lo ha buscado ella.

"Cada vez que escribo a algún sitio, me dicen que la Embajada ya me está ayudando y que habla conmigo semanalmente. Es mentira. Me han dado esa ayuda económica en dos ocasiones, pero jamás nadie vino y me buscó ni me asignó un asesor", insiste. Por eso, pasa las horas enviando correos, reclamando ayuda, tratando de ser visible en un país, el suyo, donde se siente completamente abandonada. "Parece que no le importo a nadie ni lo más mínimo", denuncia. Solo espera que contar su historia sirva para remover conciencias, para que alguien se apiade de ella y que sus hijos puedan recuperar a esa madre que, de un tiempo a esta parte, tan solo ahoga sus lágrimas y busca desesperada alguna institución a la que aún no haya recurrido para pedir una ayuda que nunca llega.

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