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Los ministros en estado de ansiedad ante la decisión de Sánchez: "No hablamos desde el miércoles"

El presidente del Gobierno apenas se comunica con el exterior mientras se mantiene recluido en Moncloa "reflexionando"

El presidente del Gobierno apenas se comunica con el exterior mientras se mantiene recluido en Moncloa "reflexionando"
Un manifestante en Ferraz con el libro de Sánchez: | EFE

Si las caras son el reflejo del alma, el espejo del espíritu de los ministros es de desolación. Este sábado, durante el Comité Federal, se vieron rostros pálidos y ojos humedecidos por las lágrimas. La banda sonora del PSOE, que acompañó a los ministros cuando salieron a la calle a saludar a los manifestantes, era alegre pero sus ojos eran tristes.

El ministro de Transportes, Óscar Puente, se derrumbaba al abrazar a los militantes. La titular de Educación, Pilar Alegría, se emocionaba dentro del plenario y en la calle. El ministro de Presidencia, Félix Bolaños, no podía ocultar su rostro de desolación durante el Comité Federal y, luego, cuando salía a la calle, se le empañaban las gafas por las lágrimas. La vicepresidenta, María Jesús Montero, tras la euforia de saludar a los militantes, acabó llorando en un emotivo abrazo con el presidente de Asturias, Adrián Barbón. El mensaje oficial era de resistencia pero los primeros derrotados parecían los ministros.

"No hablamos desde el miércoles", reconocía con pesar uno de los miembros más destacados del Gobierno. Desde el momento en el que Pedro Sánchez se recluyó en las dependencias domésticas de Moncloa, apenas habla con el exterior. Ese día, tras la sesión de control, se retiró a reflexionar sobre "si merece la pena" seguir siendo presidente. Ni siquiera el núcleo duro tiene contacto con su jefe. El miércoles, tras publicar la carta, convocaron una reunión de urgencia en Moncloa pero el presidente no apareció.

Desconcierto y nervios

Algún alto cargo del partido reconoce que, tras enviarle un mensaje de Whatsapp, el presidente del Gobierno le respondió con un emoticón con forma de corazón. Y ya. Sánchez no quiere hablar de lo que está pasando, ni lo que hará. No quiere filtraciones. El secretismo es máximo. Un país en vilo, a la espera de su decisión.

El desconcierto se apodera del Gobierno y del partido. "Cualquier cosa puede pasar", sentencian altos cargos, barones y ministros al unísono. "Hay que respetar su periodo de reflexión", añade un miembro del Gobierno, que también lleva sin comunicarse con el jefe del Ejecutivo desde que el miércoles cancelase su agenda, pese a que tenía un acto previsto.

¿Y si dimite?

Nadie quiere plantearse qué podría pasar si dimite, pese a que los rostros evidencian ese temor. "No queremos abrir esa pantalla", añaden algunos ministros. Pero lo cierto es que muchos en el partido creen que esa hipótesis cobra cada día más fuerza. "Es difícil darle la vuelta a una situación así", reconocen otros.

Pese al cierre de filas, que se observaba durante este sábado, algunos otros asistían incrédulos a la mezcla de sentimentalismo, aclamación y populismo por el que transitaba el máximo órgano interno del PSOE. "Esto no es un Comité Federal. Es otra cosa", terciaban desde alguna federación donde no daban crédito a lo que el sanchismo había organizado.

El líder regional más aclamado fue el canario, Ángel Víctor Torres, que todavía está al frente de su federación, pese a que es el ministro de Política Territorial y que sale señalado en el sumario del caso Koldo, aunque no está imputado. La multitud le recibió al grito de "Democracia, sí. Fascismo, no". No gritaron lawfare porque no hacía falta.

También fue muy aplaudido el líder de los socialistas madrileños, Juan Lobato, y el presidente asturiano, Adrián Barbón. Por contra, el castellano manchego, Emiliano García Page, fue el más madrugador, llegó a las 09:00 de la mañana cuando todavía no había apenas simpatizantes ante la sede de Ferraz. El único barón con mayoría absoluta fue también el único que no salió a la calle a llorar con los militantes y a repartir besos y abrazos. Page se mantuvo dentro de la sede mientras el delirio sanchista tomaba Ferraz.

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