La de Carles Puigdemont es la candidatura más personalista de estas elecciones catalanas. Su nombre ha arrinconado al del partido, Junts, en la marca electoral. Lejos de que su huida de la Justicia suponga un escollo, Puigdemont la ha convertido en un símbolo para el mundo independentista. En esa carrera por absorber el voto independentista, agita la bandera de partido incómodo para España. Frente a la izquierda, el abecé de los partidos de derecha. "Pagamos impuestos por encima de nuestras posibilidades", dice Puigdemont.
Desde Francia, en una insólita campaña electoral a distancia, ha coqueteado con la idea de volver a Cataluña. Será, dice, "después de la votación". Asegura haber diseñado varios planes para su regreso, pero mantiene el misterio de los detalles. "No temo una detención, pero la contemplo", señala. Firme en su decisión de acudir al Parlament para ser investido aunque la ley de Amnistía no llegue a tiempo. Antes deberá negociar los apoyos porque, aunque las últimas encuestas dibujan el sorpasso a Esquerra Republicana, le dejan lejos de la Generalitat.