El líder podemista ha hecho aguas sobre el siglo XXI:

“Insulto a Cataluña”, la “casta”, el “derecho a decidir”… He ahí la expresión monocorde del siglo pre-
anterior convertido en papilla populista para el consumo de la masa televisiva; he ahí cómo se puede
caer en la momificación del pensamiento cavernícola licuando, con el pasapuré del marketing
logorreico, los lugares comunes de la cháchara complutense empapados en dinero negro. Si hacía falta
un ejemplo de que la modernidad tiene muy poco que ver con el telepredicador comato, de que en su
esforzada vacuidad sólo cabe el regreso a lo peorcito que vieran los dos pasados siglos, en esa
mostrenca utilización del victimismo adulador, del cinismo doncellil y del sofisma melindroso,
encontramos cuanto hace falta para percatarnos de que Podemos (empeorar) no supone sino el eterno
retorno del paletismo ideológico a sus mesiánicos orígenes, sólo que cambiando el bigote, el flequillo y
la camisa parda por la barba, la coleta y la sport arremangada.