Todo comenzó cuando el periodista saudí Jamal Khashoggi acudió al consulado de Arabia Saudí en Estambul a recoger un documento para poder casarse con su novia turca. Khashoggi entró en el edificio y simplemente desapareció.
Su novia estuvo cuatro horas esperándole en la puerta del consulado y, al ver que no salía, avisó al Gobierno turco. Arabia asegura que el periodista efectuó los trámites para su boda y después salió por su propio pie, pero lo cierto es que Khashoggi se encuentra en paradero desconocido desde el pasado 2 de octubre.
En su columna del Washington Post, Khashoggi era especialmente crítico con la monarquía árabe, la guerra en Yemen y denunciaba el arresto de activistas por los derechos de las mujeres. Tal vez por ese motivo vivía exiliado en Estados Unidos desde hacía un año.
Las primeras investigaciones de la policía turca aseguraban que el periodista fue asesinado en el interior del consulado por un grupo de quince profesionales que llegaron en dos aviones desde Riad y que se marcharon ese mismo día supuestamente después de haber matado a Khashoggi.
Poco después comenzaron a aparecer filtraciones con escabrosos detalles sobre la muerte del periodista, cuyo cadáver habría sido troceado y transportado en maletas hasta Arabia Saudí, según estas fuentes.
Estados Unidos mostró su preocupación por todas las informaciones que estaban apareciendo y por las contradicciones en la versión saudita. El conflicto diplomático estaba servido. Francia también expresó su preocupación por la suerte del periodista. El canciller británico Jeremy Hunt convocó al embajador saudita en Londres para exigirle "urgentes respuestas" por el paradero de Khashoggi.
Khashoggi grabó su propia muerte
Aquel 2 de octubre no fue la primera vez que el periodista acudía al consulado saudí para conseguir los papeles de su boda. Ya lo había intentado tres días antes, pero no le pudieron atender y le dieron una segunda cita. En esta ocasión, Khashoggi "sincronizó el reloj con su teléfono móvil, que dejó (en manos de) su novia antes de entrar (en el consulado)", según ha afirmado este sábado el diario oficialista turco Sabah.
"Las conversaciones durante su asesinato fueron grabadas por el reloj y enviadas al teléfono, que las dejó registradas en la nube". Cuando los agentes de inteligencia saudíes se dieron cuenta de que las grabaciones se encontraban en un servidor remoto, intentaron borrarlas, pero no consiguieron eliminar todos los archivos.
El Gobierno de Arabia Saudí sigue rechazando todas las informaciones sobre el supuesto asesinato del periodista y el ministro del Interior saudí, el príncipe Abdulaziz bin Saud bin Naif bin Abdulaziz, las calificó de "mentiras y acusaciones sin fundamento". Pero la relación de Arabia Saudí con Estados Unidos se encuentra en un punto crítico que podría dar al traste con la gran coalición anti iraní.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha amenazado este sábado a Arabia Saudí con un"castigo severo"si se demuestra que agentes saudíes mataron al periodista, un suceso que el mandatario ha calificado de "realmente terrible y asqueroso".
Hasta ahora, Trump había manifestado reticencias a la imposición de sanciones y tampoco se ha mostrado dispuesto a suspender la venta de armas al reino, el mayor cliente de la industria armamentística estadounidense y que, solo en 2017, acordó la compra de armamento por valor de 18.000 millones de dólares.
Y a todo esto se añade la competencia internacional y las presiones internas. Trump ha explicado que otros países, como Rusia y China, han tratado de conseguir contratos armamentísticos con Arabia Saudí y que terminar con ese abundante flujo comercial podría perjudicar a la economía estadounidense. Además, Trump está encontrando cada vez mayor presión por parte de miembros del Congreso para modificar la relación de Washington con la monarquía saudí, cuestionada por su actuación al frente de una coalición militar en la guerra de Yemen.