Los europeos están llamados a las urnas para configurar el equilibrio de fuerzas políticas del Parlamento Europeo de los próximos cinco años. Las votaciones comenzaron el jueves en Países Bajos y se prolongarán hasta la noche del domingo. El último país donde se cerrarán los colegios electorales será en Italia, donde lo harán a las 23.00 horas. Se conocerá entonces de golpe los resultados de los 27 países de la Unión Europea.
Será la primera vez en décadas –desde el conflicto en la antigua Yugoslavia– que los europeos vayan a votar con una guerra abierta en suelo europeo. Y, precisamente, la guerra de Ucrania y el apoyo militar que está otorgando la UE al Gobierno de Kiev está siendo tema de debate en muchos países, especialmente en la Europa del Este, en aquellos países que durante buena parte del siglo XX estuvieron bajo el yugo del Kremlín y la vieja Unión Soviética.
La UE está siendo un apoyo muy importante en la ayuda a Ucrania, aunque no del valor que lo es Estados Unidos. Aun así, la incertidumbre que provoca el hecho de que Donald Trump, con buenas relaciones con Vladimir Putin, pueda volver a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones del próximo mes de noviembre hace que para el Gobierno de Kiev sea de vital importancia retener el apoyo económico y militar de la UE.
Es por ello que Rusia lleva desde el inicio de la segunda invasión de Ucrania en 2022 lanzando campañas de influencia sobre la población europea para tratar de culpar a la UE y la OTAN de la situación y crear climas de opinión contrarios a que los gobiernos europeos envíen ayuda económica y militar a Ucrania. Lo hace a través de medios de comunicación afines, redes sociales, lobbys de presión política e, incluso, a través de la compra de políticos europeos.
El pasado diciembre se conoció que la Fiscalía de Bélgica está investigando la posible injerencia de rusa en el Parlamento Europeo. No se conocen los nombres, pero los medios locales han publicado que habría implicados eurodiputados de Alemania, Bélgica, Francia, Hungría, Países Bajos y Polonia. Las sospechas se centran en los dos extremos (extrema derecha y extrema izquierda), además de en los candidatos frikis que siempre se cuelan como voto de castigo.
Una red que actuaría a través de un casi desconocido medio de comunicación denominado Voice of Europe (Voz de Europa), con sede en Praga (República Checa). Un medio que quieren clausurar las autoridades de checas pero que, en plena precampaña electoral, se ha llevado por delante al candidato que abría la lista al Parlamento Europeo de Alternativa por Alemania (AfD), el partido de extrema derecha alemán.
No hay que olvidar tampoco a los eurodiputados de sangre rusa. Las tres repúblicas bálticas tienen minorías poblacionales de étnica rusa y sus candidatos obtienen representación en sus parlamentos nacionales y en el europeo. Este año el medio independiente ruso The Insider denunció que la eurodiputada letona Tatjana Zdanoka llevaba años trabajando para el FSB (heredero del viejo KGB). El Parlamento europeo abrió una investigación y la sancionó.
Pese a estas injerencias rusas, la posición ampliamente mayoritaria en el Parlamento europeo en estos momentos es proucraniana. Las instituciones europeas están gobernadas por una gran coalición, que incluye a populares, socialistas y liberales, están dando un apoyo cerrado al Gobierno de Kiev, aunque no siempre en la cantidad o con la rapidez que gustaría a los ucranianos.
Las encuestas electorales realizadas antes de la jornada electoral de este 9-J indican que los partidos extremistas van a ver aumentado su apoyo de forma considerable. Especialmente aquellos vinculados con la derecha más populista y la extrema derecha, pero también los de extrema izquierda. Es en estas formaciones donde más está instalado en Europa el sentimiento prorruso y la desconfianza hacia Ucrania.
Pero ambos espectros no son monolíticos y en los últimos años se han dividido entre prorrusos y proucranianos. La derecha populista está abiertamente posicionada con Ucrania, con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, como ejemplo más claro. Mientras que la extrema derecha más clásica, la más cercana al fascismo, se mantiene en posiciones prorrusas, como es el caso de Alternativa por Alemania (AfD).
Posición similar hay en la extrema izquierda. Partidos como Podemos, Sumar ERC o EH Bildu apoyan a Moscú. Son contrarios al envío de armamento o de dar dinero a Kiev. Mientras tanto, socios suyos como los Verdes alemanes (Grüne) se han convertido en tan entusiastas del envío de armas a Ucrania que en la prensa alemana se les empieza a llamar irónicamente como los "verdes caqui", por el color de los uniformes militares.
El auge de posibles simpatizantes prorrusos en el Parlamento Europeo podría dificultar, aunque todo dependerá al final del resultado de este domingo, algunas de las políticas de la UE con respecto a Rusia y Ucrania. Aunque la gran mayoría de las decisiones llegan desde los gobiernos de los 27 países miembros y, ahí, poca incidencia real van a tener los resultados de las elecciones europeas.