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Borderlands

La puesta en escena de Borderlands es la de un juego de disparos en primera persona pero mezclado con un evidente alma de sandbox.

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El tiempo lo pasaremos a los mandos de un personaje que evoluciona, sube de nivel, y va equipado con diferentes objetos y armas que van mejorando progresivamente hasta convertirlo en un soldado cada vez más destructivo y eficiente.

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Tenemos una gran libertad desde el inicio para recorrer el escenario y elegir diferentes misiones que nos reportan una recompensa, algo que da al juego, desde el mismo concepto, una infinita duración teórica.

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Nada más meter el juego en la consola, una chulesca y juvenil introducción nos mete de lleno en el mundo de los cazarrecompensas o mercenarios, tras lo cual descubrimos que podemos ponernos en la piel de cuatro personajes claramente diferenciados por sus habilidades características.

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Tan grande es el universo creado para Borderlands que para evitar los largos paseos que encontraremos al inicio del juego, se han incluido diferentes vehículos que permiten desplazarnos de forma mucho más rápida.

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Si lo que necesitamos no es fuego sino ayuda de mano de un compañero jugando a nuestro lado, una de las mayores sorpresas del juego es un completo y elaborado modo cooperativo a dobles.

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Un más que elogiable uso de la técnica del cell-shading –con las líneas más marcadas– junto a la ambientación de un oeste futurista, llevan a Borderlands hasta algo semejante al anime japonés Trigun, salvando las distancias.

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El sistema de escenarios es en ocasiones aleatorio y, pese a las ventajas de esta idea, en ocasiones resulta monótono debido a su poca variedad. Esto, unido a la inmensidad de los escenarios, hace que en ocasiones pasemos demasiado tiempo caminando y resta velocidad al desarrollo de la partida.

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Gearbox, creador del juego, se ha salido con la suya. Borderlands combina originalidad, diversión y duración con una habilidad que ya quisieran muchos.

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