"Ahora tengo la misma vigilancia que el primer ministro y que la reina Margarita. No se puede pedir más". Quien así se expresa es Kurt Westergaard, al que hace poco tiempo un islamista somalí intentó asesinar en su propia casa con una hacha y que saltase a la fama mundial tras dibujar una caricatura de Mahoma en la que llevaba una bomba en su turbante. Según cuenta ahora a El País, "es una guerra, pero no se dónde está el frente".
El caricaturista danés recuerda que mantuvo algunos debate en televisión con imanes musulmanes en televisión, pero que la gran mayoría de ellos insistían únicamente en que debía perder perdón y no atendías a razones. Incluso, alguno de ellos llegó a afirmar que el periódico para el que trabaja Westergaard, el Jyllands Posten, era propiedad de judíos norteamericanos, lo que "es una cosa totalmente absurda".
Asimismo, censura el comportamiento de gran parte de la sociedad danesa: "Nos han dejado tirados. Un día me encontré a un viejo amigo, de los años de juventud, cuando casi todos éramos de izquierdas –yo me sitúo ahora en el centro–, y me dijo, 'si te pasa algo, estate seguro de que en la izquierda habrá quien piense que te lo tienes merecido'. Es muy lamentable".