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La mano del suegrísimo desató la guerra entre la pareja

La familia Chaves pretendió manejar el divorcio y el destino de los hijos de la pareja.

El matrimonio de Iván Chaves Iborra con Rocio Cabet del Castillo se celebró por todo lo alto en la iglesia Catedral de Sevilla en e verano del año 2003, boda que fue muy comentada debido al boato "religioso" aceptado por la familia de Manuel Chaves. El nuevo matrimonio, colocada ella en Extenda, empresa instrumental de la Junta e Iván comenzando sus pinitos comisionistas desde tres empresas, Exiden, Núcleo de Inversiones y Cexmark Soluciones, fue bien al principio y obtuvo el deseado fruto de dos hijos. Posteriormente las cosas empezaron a torcerse y aunque nadie explica con claridad las razones del desencuentro, la vida de Iván Chaves, idas y venidas, aficiones y costumbres, parece haber tenido gran relevancia en el desenlace.

En los últimos años, ha ido cambiando de despacho de unos lugares a otros y durante mucho tiempo, un año casi, tuvo su despacho en su propia casa. Por ello, a la tesis del robo, que él alimenta acudiendo a denunciar la desaparición de unos papeles, se yuxtapone con fuera la conjetura de que, como en el caso de Juan Guerra, la esposa despechada y despachada de malos modos, haya tenido que ver con la sustracción de los documentos, unos documentos cuyo contenido se sabía iban a hacer grave daño a Iván Chaves y, sobre todo, a su padre, el vicepresidente Manuel Chaves. Según algunas fuentes, la situación de tensión creció cuando la familia de Chaves, que, al parecer, ha intervenido personalmente en el litigio, pretendió gestionar con exclusividad la vida y el destino de los hijos de la pareja, provocando reacciones en cascada en la familia de Rocío Cabet del Castillo.

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