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La Moncloa: de la pista de tenis de Suárez a la "jaula" de Sonsoles

Desde 1977, el Palacio es la sede de la Presidencia del Gobierno y la residencia oficial del Presidente del Gobierno. Rajoy será el próximo inquilino.

Mariano Rajoy será el próximo inquilino del Palacio de La Moncloa, sede de la Presidencia del Gobierno y residencia del jefe del Ejecutivo español y su familia desde 1977.

Fue Adolfo Suárez quien, en ese mismo año, trasladó a La Moncloa la sede de la Presidencia del Gobierno, ubicada hasta entonces en el Palacio de Villamejor, situado en el madrileño Paseo de la Castellana. El cambio se produjo por motivos de seguridad principalmente, ante el elevado riesgo de que se produjera un atentado contra Suárez. Con la nueva sede se estableció también en el inmueble la residencia oficial para el Presidente y su familia, inexistente hasta entonces.

Desde 1977, cada Presidente del Gobierno ha reformado el edificio a su antojo:

Adolfo Suárez: una pista de tenis para el Presidente

Los primeros inquilinos de La Moncloa fueron Adolfo Suárez y su esposa, Amparo Illana. El primer presidente de la democracia española cubrió el patio del palacio hasta la altura de una planta, para recibir así a las visitas de Estado en condiciones de alojar también a traductores y a miembros de seguridad. Para disfrutar de su tiempo de ocio, Suárez mandó construir en el complejo una pista de tenis y arregló la piscina.

Leopoldo Calvo Sotelo: el piano, que no falte

Desde febrero de 1981 hasta diciembre de 1982, el edificio fue ocupado por Leopoldo Calvo Sotelo, que habilitó la tercera planta con nuevas habitaciones e instaló en ella la vivienda presidencial. El sustituto de Suárez no era tan dado a la práctica del deporte, pero sí tocaba el piano. Por ello, rescató una saleta de música para instalar uno de estos instrumentos musicales.

Felipe González: "Una tarta de nata montada"

Durante 14 años ocuparon La Moncloa Felipe González y su mujer, Carmen Romero. El primer presidente socialista calificaba al inmueble como "una tarta de nata montada con toques de purpurina", y durante su mandato se consolidó el uso de todo el palacio, destacando la construcción de un pequeño pabellón funcional donde, desde entonces, se celebran los Consejos de Ministros cada viernes, así como algunos encuentros oficiales y reuniones informales de trabajo.

González convirtió la residencia presidencial en todo un palacio: el antiguo salón del Consejo de Ministros recuperó su función de comedor principal, y rehabilitó viejas estancias de la planta principal, como el Salón de Columnas.

El presidente socialista dedicó su tiempo libre a los bonsáis y a las piedras talladas de Extremadura, y cultivó un pequeño huerto. Además, González contó con unas exóticas mascotas en el Palacio: unas llamas, obsequio de Bolivia, que posteriormente fueron enviadas al zoológico de Madrid.

Felipe también organizó en el Palacio una "bodeguiya", que emulaba una típica tasca sevillana y en la que cada viernes Carmen Romero organizaba cenas informales para los intelectuales de la época. Casualmente, la mayor parte de los que acudían a estas reuniones eran de izquierdas.

Aznar, el gato Manolo y la pista de pádel

José María Aznar reformó y actualizó el uso residencial de la segunda planta del palacio, y en la zona en la que Suárez instaló su campo de tenis, el primer presidente del PP levantó una pista de pádel desmontable que el tenor Plácido Domingo le regaló.

Aznar también habilitó una sala de juegos para sus hijos. Sin embargo, su esposa, Ana Botella, nunca estuvo del todo a gusto en La Moncloa, a la que calificó como un lugar "inhabitable para una familia normal".

Aznar, por su parte, se erigió en denodado protector de la fauna silvestre de los jardines, y, en particular, del gato Manolo, el ‘felino oficial’ de La Moncloa, por el que mucho se preocupó Antonio Burgos tras ser nombrado Zapatero nuevo presidente.

Sonsoles pone el Palacio patas arriba

José Luis Rodríguez Zapatero encomendó a su esposa, Sonsoles Espinosa, la tarea de remodelar el edificio. Espinosa, poco conforme con el aspecto de las estancias, consultó a interioristas y arquitectos que recomendaron sustituir por completo el mobiliario antiguo por otros más modernos, salvando solo aquel que tuviera valor histórico o artístico. A pesar de acomodar el palacio a su gusto, Sonsoles confesó que en el palacio se ha sentido siempre "enjaulada".

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