El Tribunal de Estrasburgo tiene razón en una cosa: la figura del Rey en España está demasiado sobreprotegida. Que el Rey no tenga responsabilidad penal por el hecho de serlo (es decir, el rey podría ir matando por la calle y no le pasaría absolutamente nada), que no se le pueda criticar, que no se puedan ni hacer determinados comentarios jocosos con la familia real o, simplemente, que se nos oculte qué hacen con los más de 6 millones de euros que se les da todos los años, es más propio de un reino medieval que de una monarquía constitucional moderna. Es más, pienso que la figura del Rey y de la monarquía, tal como está establecido nuestro orden constitucional, no tienen sentido ni cabida: la Constitución establece la aconfesionalidad del Estado; el Rey es rey "por la gracia de Dios"; un Estado aconfesional no tiene en cuenta la gracia de Dios; ergo, la figura del Rey no tiene sentido. Para que la figura del Rey tuviese sentido tendría que apoyarse en la tradición cristiana de la Nación, como ocurre en el Reino Unido, donde la monarquía sí tiene sentido, puesto que es un país confesional, pero que respeta las demás religiones, lo que debería ser España.