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La oligarquía gerontocrática del socialismo andaluz se defiende

En el año 2012, José Antonio Griñán, nacido en Madrid el 7 de junio de 1946, tendrá 66 años, una magnífica edad, según el parecer de Chaves, para heredar el poder sobre el PSOE de Andalucía y, de paso, una estupenda edad, igualmente, para ser candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía.

Hay que recordar que la edad de jubilación forzosa en toda España está fijada en 65 años, años aproximados que tendrá Chaves cuando se retire. No así Griñán, que de salir elegido presidente de la Junta, tendría 70 años al terminar su primer mandato.

Incluso El País ironiza sobre este "enredo", esta vez no verbal sino mental del todavía secretario general de los socialistas andaluces, Manuel Chaves. Tras desechar la posibilidad de la bicefalia, que le debe traer malos recuerdos por lo de Felipe-Alfonso de los años 80, ni siquiera se le ha ocurrido convocar un congreso extraordinario inmediato para resolver esa "bicefalia" existente, Manuel-José Antonio ahora. NO. La bicefalia actual, que maniata a Griñán ante Chaves que es quien controla el partido, es buena al parecer hasta 2012 y mala desde entonces.

Tal vez para compensar esta ilógica, Chaves propuso a Griñán, ya, como candidato socialista a la presidencia de la Junta y ser entonces ya secretario general del PSOE andaluz. Como es sabido, las decisiones y argumentos de Chaves están absolutamente meditadas. Recuérdese que en la campaña de las elecciones andaluzas de 2008 expresó su deseo de que fuera una mujer quien lo sustituyera en ambos cargos, suponemos ahora. Sin embargo, cuando llegó la hora, nombró a Griñán.

Pero tras 20 años de dominación chavista, con la inestimable ayuda del "Sejano" Pizarro, en el PSOE andaluz los jóvenes no existen. Aplastados por el rodillo interno de la gerontocracia del "clan de la tortilla", pueden desempeñar "carguitos" menores e incluso llegar a ser consejeros y ministras, pero de tocar bola en el PSOE, de verdad, con mando y decisiones, nada de nada. Hay mucho en juego y la oligarquía socialista andaluza, los Chaves, los González, Los Pérez Royo, La Rubiales y su lobby femenino, las baronías locales de la cuerda y viejas glorias aún de pie, siguen controlando el aparato, que, en efecto, lo es todo.

Y el estilo sigue siendo el mismo: el que se mueve no sale en la foto. Fíjense lo que ha ocurrido a Gaspar Zarrías, que se ha movido durante demasiado tiempo, salvándose de todas las quemas. Pero al final, su pugna con Pizarro y Griñán, le ha conducido al ostracismo personal y, lo que es peor, al exterminio sistemático de todos sus partidarios y simpatizantes en la estructura del gobierno andaluz.

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